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Tribuna:DEBATE | ¿Una nueva etapa en el Partido Popular?
Tribuna
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Gastronomía galaica

Albert Camus afirmó que "se podría formar el partido de los que no están seguros de tener razón". Ése sería el suyo y el del redactor de estas líneas, lo que no tiene nada de ejercicio de extravagancia, sino que es compartido por un buen segmento de la población española. Las líneas que siguen no se deben a ninguna clase de rechazo inicial al partido conservador. Pero una cosa es eso y otra el análisis.

Desde este último punto de vista me da la impresión de que el PP está, tras su reciente congreso, un poco más lejos de volver al poder dentro de cuatro años. Los datos objetivos que nos proporciona la reunión no pueden resultar más esclarecedores. Por muy escasa mayoría los españoles juzgan que el evento no ha producido mejoras en la posibilidades inmediatas del partido. El presidente electo despierta menos entusiasmo que los figurones de otro tiempo. No sólo no ha existido autocrítica sino tampoco examen de conciencia. Gran parte de los dirigentes reelectos parecen extraídos de los almacenes de un museo como si se pretendiera ofrecer un polvoriento cuadro banal presentándolo como Las Meninas.

El PP está, tras su XV congreso, un poco más lejos de volver al poder dentro de cuatro años
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Y, sin embargo,las reglas para alcanzar el poder son claras.Nacen de la experiencia aquí y el todo el mundo.

1. Ilusión. Las elecciones se ganan siempre con programas en positivo. Ganó las suyas Reagan con la divisa "Morning in America". Aplastó González con "el cambio". Ahora Mariano Rajoy ofrece el aroma de un buen orujo de hierbas gallego, siempre agradable para una digestión apacible. Pero la oferta mayoritaria de su partido no tiene nada que ver con ese digestivo, sino que parece una dosis desproporcionada de bilis. Es improbable que se pueda vencer con un partido tan enfurruñado con el desorden general del cosmos.

2. Liderazgo. Aznar dirigía a su partido con mano de hierro y guante de seda, lo que es positivo pero poco duradero. Fraga hizo al revés y le salió como ya sabemos. El método Rajoy parece utilizar instrumento tan flácido como un brazo de queso de tetilla, por volver a la gastronomía galaica. Hay ocasiones en que es imprescindible dar un puñetazo en la mesa. Lo hemos estado esperando durante meses. ¿Será que el presidente del PP, como Al Gore, tiene sólo un don natural para la subordinación? No se entiende su falta de reacción ante el conflicto de Madrid.

3. Unidad. Cuando ha triunfado la derecha y obtenido mejores resultados la izquierda ha sido ofreciendo una imagen compacta. Recuérdese el caso de Suárez en 1979, por ejemplo.González, en cambio, nunca hubiera triunfado en 1979 por las diferencias internas. El problema de IU, haber sido una jaula de grillos en los últimos años. La propensión divisiva del PP ya ha hecho acto de presencia y no parece fácil que remita. Tenderá a multiplicarse porque no es fácil mantener juntos a quienes están más a la derecha que Aznar y a los que, como Ruiz Gallardón, pretenden disputar los votos de centro.

4. Sumar. Es obvio que para ganar unos comicios se debe rebañar hasta el fondo el pozo del voto propio y conquistar una parte del marginal. Así ganó Suárez las elecciones de 1979 y González las de 1982. Pero con su actual talante y grado de unidad el PP no es claro que ni siquiera el primer requisito. Lo segundo tampoco, porque uno de los mayores éxitos se obtiene siempre al ser capaz de hacerse con la agenda política del competidor. El partido conservador hoy no puede hacerlo porque su definición ideológica es tan indigerible como una ración cuádruple de tarta de Santiago. Y lo más peregrino es que luego está condenado a llegar a un consenso final, con lo que dilapida sus posibilidades iniciales de crecer.

5. Dejar que el adversario reste. Es divisa consagrada -y atribuida al propio Rajoy- que unas elecciones pueden ganarse pero, sobre todo, se pierden. En España el abstencionismo es de izquierdas. Lo fomenta la corrupción de sus líderes (caso de 1996) o su incapacidad para realizar un diagnóstico de la realidad y proponer un programa acorde (caso de 2000). En cierta medida algo parecido sucede en todo el mundo. Clinton, por ejemplo, ganó su segunda presidencia no porque lo hubiera hecho muy bien en la primera. Lo que le dio la victoria fue dejar asfixiarse a sus adversarios republicanos con el humo de sus disputas y la presentación de un tercer candidato, Perot. ¿Cómo evitar que al adversario movilice todos sus recursos? González lo supo hacer en los ochenta situando en una cúspide a Fraga y olvidando a su partido como adversario. En cambio, ahora este PP inmóvil y más peleón que nunca provoca el rechazo ajeno y el inmediato llamamiento al alineamiento en filas cerradas de la izquierda con el simple incremento de sus decibelios.

6. Pactar. A un partido de derechas en España para formar gobierno no le basta ganar las elecciones, tiene que, además, tener una mayoría parlamentaria.Ahora bien, a estos efectos, lo sucedido en el año 2000 resultó un espejismo. Aznar dijo creer que "se había acabado la guerra civil", nada menos, y que nacía una nueva etapa. Pero la derecha que ha tenido y sabido pactar ha sido la UCD de 1977 y 1979. Recuérdese lo que le costó al PP alcanzar el suficiente apoyo en 1996. Aquella experiencia acabó muy mal y ahora las posibilidades resultan todavía más remotas. Sólo minúsculos partidos regionalistas estarían dispuestos a ello. El único modo para romper el aislamiento parlamentario actual del PP consiste sólo en jugar a la demagogia con la extrema izquierda (caso de los astilleros).

Rajoy es un buen político. Sus intentos han sido meritorios pero tardíos. Su presente parece envuelto en una espesa niebla gallega y su futuro tormentoso.Es una lástima pero es así. Sus perspectivas parecen escasas a no ser -todo puede ser- que le ayude una actuación catastrófica del PSOE.

Javier Tusell es historiador.

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