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Esterházy dice no ser un hombre político

El escritor húngaro recibe hoy en Francfort el Premio de la Paz

José Andrés Rojo

"He crecido en el marco de una dictadura en la que, como en todas las dictaduras, lo político lo impregna todo. Por eso no soy un hombre político, aunque debo decirlo en voz baja. Durante la dictadura no ser político era una manera de hacer política", dijo Peter Esterházy (Budapest, 1950) ayer durante una rueda de prensa. El escritor húngaro recibirá hoy en Francfort el Premio de la Paz que conceden los libreros y editores alemanes.

"La paz es muy frágil, más bien parece que estamos en un estado de guerra permanente"
"Es tan complicado saber qué es Europa que si lo pensamos nos sale un libro entero"

El año pasado recibió este premio Susan Sontag y en su primera edición (1950) cayó en manos de Max Tau, un editor judío que salió de Alemania empujado por los nazis y que, al terminar la guerra, protagonizó varias iniciativas de reconciliación que cerraran las profundas heridas que desencadenó el conflicto. En los estatutos se explica que se concede el premio a quien "con su obra literaria, científica o artística haya contribuido de manera destacada a la realización de la idea de la paz".

Este año le ha tocado, pues, a Esterházy. "Cuando se vive en una dictadura las cosas son muy fáciles. Sabes que estás del lado de los buenos y que el mal está del lado de los que tienen el poder", comentó. "Es una situación ideal dentro de una realidad que no tiene nada de ideal. Las cosas, sin embargo, se complican mucho cuando no es tan fácil reconocer al enemigo". El premio que hoy recibirá Esterházy lo han recibido, en los últimos años, Siegfried Lenz, Václav Havel, György Konrad, Amos Oz, Jorge Semprún, Mario Vargas Llosa, Assia Djebar, Jürgen Habermas o Chinua Achebe. Un puñado de nombres que confirman que los libreros y editores alemanes tienen una idea muy amplia de lo que es una obra que colabora a la realización de la idea de la paz.

Alguien le preguntó a Esterházy si creía que existía alguien para quien la paz no fuera un valor. "No conozco a nadie", contestó el escritor. No se amilanó quien preguntaba y dijo: "Yo sí, Churchill". "Es que quizá haya un valor más importante que la paz, el de la libertad, y por defenderla a veces es necesario librar una guerra", matizó el autor de obras como Armonía celestial (2003), Una mujer (1996) o El libro de Hrabal (1991), entre otras muchas.

A Esterházy le han concedido el premio porque hay en su obra una voz firme que se enfrenta a la destrucción del hombre por el terror y la violencia al tiempo que defiende su capacidad de renovación a través de la ironía y la tristeza. Lo cierto es que ayer, en una sala de prensa escondida en uno de los rincones perdidos de la mastodóntica Feria del Libro, Esterházy evitó en todo momento la vieja pose del escritor que todo lo sabe y que sobre todo pontifica. Llenó sus respuestas de humor, se rió un poco de sí mismo, defendió en definitiva que lo suyo es escribir. "Ni siquiera puedo ocuparme de los lectores", comentó. "El material con el que trabajo me exige una dedicación exclusiva, pero debo reconocer que tengo un grupo de lectores que me sigue y eso es un verdadero privilegio".

Le gustara mucho o poco, a Esterházy se le preguntó sobre las grandes cuestiones. ¿Europa? "Soy un europeo sin esperanza", dijo. "Es muy difícil saber lo que es Europa, es tan complicado que cuando nos ponemos a pensarlo lo que nos sale es un libro entero. No podemos expresarlo con unas cuantas palabras y luego, además, es un continente con tantas lenguas que nos diferencian que es muy complejo atrapar lo que tenemos en común".

El escritor húngaro aplaudió la presencia de los países árabes como invitados de la Feria ("es una oportunidad para conocer a sus escritores"), reconoció que le alegraba que le hubieran dado el Nobel a Elfriede Jelinek ("también lo hubiera celebrado si se lo dan a Handke o a Hans Maier o a..." y cito otros nombres, "quizá sólo me hubiera molestado que se lo volvieran a dar a Kértesz", bromeó) y, claro, tuvo que decir algo sobre la paz: "Es algo muy frágil y lo que parece más bien es que estamos en un estado de guerra permanente, que en cualquier momento pueden saltar las cosas".

Hubo también tiempo para hablar de su trayectoria. Esterházy estudió matemáticas, "porque no pude dedicarme a la historia o a las letras", dijo, y explicó que hay muchos paralelismos entre las dos disciplinas a las que ha dedicado su tiempo. "En el fondo, la obra literaria de Joyce y los trabajos matemáticos de Gödel responden a los mismos problemas", comentó. Luego contó que su tesina se ocupó de los "árboles de búsqueda binaria óptimos", un tema que le resulta aprovechable literariamente. "Claro que con ese título no habría editor que me lo aceptara. Así que tendré que ponerle un subtítulo: Historia de amor". Explicó también que había pensado hacer algún trabajo sobre la historia de las matemáticas, pero enseguida quiso quitarle hierro al desafío: "Pero la escribiré a mi manera, y ya se sabe que el escritor no es un hombre serio".

¿No debería existir una suerte de esperanto que hablaran todos los europeos?, le preguntaron. "No", contestó de manera rotunda, aunque luego se extendió un poco más por pura cuestión de modales. ¿Y la incorporación de Turquía a Europa? "Vivo en Budapest, justo al otro lado del final del Imperio Romano, así que formo parte de los bárbaros. Pero sí es cierto que hay muchas dificultades y muchas cuestiones de las que habrá que hablar, pero en principio soy partidario".

Cuando los antepasados de Esterházy contrataron a Haydn en su palacio de Elsenstadt lo asimilaron a los criados y le daban de comer en una salita aparte. Por las venas del caballero que hoy recibirá el Premio de la Paz corre pues sangre aristocrática, pero su ironía (y, ciertamente, una vaga tristeza que lo convierte en alguien muy próximo) tiene finura y destreza para pasar por alto cuanto marque diferencias entre unos hombres y otros.

Peter Esterházy ayer en la Feria del Libro de Francfort.
Peter Esterházy ayer en la Feria del Libro de Francfort.EFE
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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