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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Orwell y Berlin pasados por Haro

Fernando Savater

El documento del Foreign Office al que se refiere Haro Tecglen (ya mencionado por Bernard Crick en su biografía de Orwell de 1980) no es una lista de comunistas o criptocomunistas británicos. Formaba parte de un juego "político" que mantenía Orwell con su amigo Richard Rees a finales de los años cuarenta: ¿con quién no se podría contar en caso de invasión estalinista de Gran Bretaña? Los treinta y tantos nombres de Orwell son de intelectuales o personalidades públicas bien conocidas que él consideraba descartables para oponerse a Stalin. Celia Kirwan, último gran amor de Orwell, le pidió la lista: ella trabajaba en el Information Research Department, que trataba de conseguir el apoyo de personalidades socialistas o socialdemócratas para combatir ideológicamente al comunismo estalinista. Kirwan quería saber a qué personas notables no merecía la pena intentar dirigirse en tal empeño. Como se recordará, en aquellos tiempos la mayoría de los intelectuales políticamente comprometidos simpatizaban con Stalin (como cuenta estupendamente Martin Amis en Koba el Terrible). Por supuesto, la lista de Orwell tuvo un uso estrictamente privado -o ningún uso en absoluto- y no se empleó en modo alguno para represalias, etcétera. Puede ampliarse esta noticia en el libro de Hitchens queyo mencioné el otro día (hay traducción española: La victoria de Orwell, Emecé, 2003, o en un texto que corre por la web, firmado por un colectivo francés y titulado Orwell devant ses calumniateurs).

Ninguna de las citas de Isaiah Berlin que aporta Haro en su carta abona en lo más mínimo que aquel tuviese una idea de la libertad en parte compatible o complaciente con regímenes autoritarios, como Haro sugería en su artículo. Por eso hablé de inepcia al calificar su interpretación de textos tan conocidos, porque me parecía una visión necia de una reflexión sugestiva sobre la complejidad de la libertad política. Pero quizá la palabra "inepcia" no sea en efecto adecuada. Recapitulemos: en su columna Libertad negativa, destinada a comentar intentos actuales de criticar a la izquierda (y que empieza deplorando un artículo que le pone en solfa a él mismo), Haro convierte al lúcido y decente Orwell en delator, y al liberal Berlin en agente imperialista y propugnador de una libertad que se acomoda bien a las dictaduras. ¡Vaya, qué malos han sido siempre los antiestalinistas! No, esta manipulación no es inepcia o necedad. Debe haber otra palabra para nombrarla. A mí ahora no se me ocurre, pero seguro que Haro la encuentra sin mi ayuda.

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