Los clásicos se reivindican con fuerza en Benicássim
Pet Shop Boys y Kraftwerk protagonizan una jornada en la que también triunfaron los franceses Air. Los alemanes Einstürzende Neubauten, entre rock y músical industrial, ofrecieron un concierto muy original y afilado.
La edad se va abriendo paso en el Festival de Benicàssim. Baste significar que fueron los conciertos de Pet Shop Boys y de Kraftwerk los que salvaron la papeleta de una primera jornada bastante anodina. El pop inglés representado por Tindersticks y Charlatans apenas puntuó, y ante un público al que ya no sólo cabe calificar como juvenil dadas las incrustaciones de grupos de media edad, las bandas más veteranas no precisaron genialidad para imponerse en la noche. Al FIB le han salido las primeras canas.
Las enseñaron orgullosos Pet Shop Boys, una banda que ha sabido unir inteligencia, electrónica y pop gracias a un ramillete de canciones que enseñaron en el escenario principal congregando la mayor afluencia de la jornada. Frente a una explanada expectante, el dúo británico tiró de historia, y sin demasiados alardes escenográficos hicieron realidad aquello de que quien tuvo retuvo. Neil Tennant, con una voz que es la elegancia hecha sonido y ataviado alternativamente de blanco y negro, recordó que preciosidades como Being boring, Domino dancing o West end girls son composiciones que no tienen edad. Ellos, los Pet Shop Boys, sí, de suerte que en su caso el pasado ya es más esplendoroso que su presente, por lo que sus conciertos, ya sin vértigo, sólo deparan la felicidad del reencuentro con hermosas canciones antiguas aún vigentes. No es poco. La distinción, elegancia y clase de Tennant y Lowe aún cautivan.
Tras ellos llegó el momento entrañable de la noche con los revividos Kraftwerk. Como autómatas de parque de atracciones, el cuarteto alemán se paseó por su leyenda soltando clásicos uno tras otro, reivindicando su legado en un momento oportuno. Fue como un concierto turístico, con todos los tics propios de un recorrido lleno de citas reconocibles y simbólicas aunque explicadas rutinariamente por un guía sobrado de autocomplacencia. Con un espectáculo plástico aunque poco imaginativo, ingenuo y urgido de renovación, Kraftwerk pasaron por Benicàssim diciendo que fueron buenos. Ciertamente lo fueron.
Einstürzende Neubauten no son clásicos con mayúsculas, llevan media vida resistiendo en las oquedades de la industria y su música enervante y tensa no resulta nada amable. Quizás por ello el suyo fue uno de los conciertos más tonificantes del día, una verdadera bofetada de brío. Fueron los terceros veteranos en discordia y en el escenario Fib Club montaron una factoría de música industrial impulsada por un motor de rock, protagonizando el concierto más afilado del día. Ellos, que llevan veinte años en los escenarios. Canciones descuajeringadas por las aviesas intenciones de músicos nada convencionales. Sólo por esto, por enseñar otros caminos en un festival bastante monocolor, ya mereció la pena su presencia. Y además gustaron y su carpa no se vació.
Tampoco la de Air, que dejaron a Tindersticks llorando solitarios sus penas en el escenario principal. Mientras los ingleses le daban al melodrama con violín ante un público menguante, los franceses congregaban a una multitud frente a la carpa Hellmoto para rendirla con su electrónica de supermercado chic. Muy bonita y tal, pero rematadamente cursi en escena, con un directo endeble y unas cancioncillas que desnudas parecen fofos jingles publicitarios. Una monada. Lali Puna también son monos, pero su indietrónica tiene más recovecos. Fueron otro de los grupos destacables en una jornada sin demasiada emoción musical. Ésta se esperaba para la madrugada de hoy en la que Lou Reed, Primal Scream o Los Planetas son esperados ansiosamente por el público. No así Morrisey que en último momento canceló su actuación.