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FIESTAS DE LA BLANCA
Columna
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Capitalidad y expansión

¿Capital de Nebraska? A ver, veamos,... Lincoln. Pero ya alguien habría apuntado hacia Omaha, a orillas del Misuri, una ciudad en plena expansión. Pues no, la capital de Nebraska sigue siendo Lincoln. ¿Capital de Euskadi?, Vitoria-Gasteiz. No sé si alguna vez entrará en los libros de texto. Pero aquí se une capitalidad y expansión. Vitoria, una ciudad creciente, en el cruce entre la raya del Ebro (acuerdos Aragón-Euskadi) y el eje atlántico (eje que puede tal vez renacer por obra y gracia del leonés Zapatero), un lugar con salida rápida al mar, con buenas instalaciones de carga y descarga, bien comunicada por tierra, y un aeropuerto todo-terreno. El lugar ideal para instalaciones empresariales logísticas; y, a medio plazo, para todo tipo de instalaciones económicas. Una ciudad de aluvión que tiende a emerger lentamente.

Entre ciudades funcionan las redes urbanas. Y no competencias mezquinas

De ahí nacen, quizá, algunas propuestas, mal justificadas hoy por hoy, de dar a Vitoria el estatus de "capitalidad". Bastaría, quizá con dejar de subvencionar la administración de autobús del Gobierno vasco. Cada día una larga flotilla de autobuses recalan en Lakua tras recoger a secretarias, directores, funcionarios varios de los rincones más recónditos. Un despilfarro. Y un día, dios no lo quiera, podemos quedarnos sin el departamento de, pongamos, palomas mensajeras por avería de un autobús en Matxinbenta (con perdón para Matxinbenta).

Tiene, además, serios impedimentos para lograrlo. El primero de ellos, el fortalecimiento de una concepción foral antes que urbana del territorio. Álvaro Cunqueiro -ya citado aquí- defendía ya en 1977 una concepción de Galicia como "unha cidade, e dentro desta... a preocupación de que as cidades galegas actuais non medren...en relación co conxunto". Esa idea para el País Vasco, que entre nosotros tiene algunos defensores, no ha prosperado. Todos han barrido ingenuamente para casa.

Y en ese barrer para casa, Vitoria tiene más que serios competidores. Muy especialmente, Bilbao, con su población y su historia. (Bilbao, que, por falta de ambición, no convirtió a Vitoria en su propio barrio.) Pero, especialmente, con una elite autocomplacida, nostálgica, que vive de la leyenda del viejo Gran Bilbao: botaduras de inmensos barcos, historias canallas y negras en las lonjas de puerto de Zorrozaurre. Claro que, como decía hace poco Alejandro Zugaza, "se han ido los barcos, pero quedan las gaviotas". Y está, por otro lado, el glamour de un San Sebastián con esa excelente Quincena Musical y su Festival de Cine,... y el mar.

Todo estaría bien si la competencia incentivara la mejora. Pero entre ciudades funcionan las redes urbanas. (Y no competencias mezquinas. "Por poco NOS quedamos sin aeropuerto", dice alguno en Vizcaya. "No queremos ser el botijo de Bilbao", fue el lema de UA.) Se debiera pensar en situar al territorio en el contexto europeo. Esto se hace con colaboración.

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Y, finalmente, está aquello que el urbanista Manuel Forn, responsable de los planes para Vitoria, llamaba la "discreción" como cultura difusa en una parte de la elite vitoriana. Falta de ambición, autoestima y arrojo. ¿No han visto acaso la aglomeración juvenil que puede lograrse con una bajada de Celedón?

Si lee esto por la mañana, sé que no le amargará la fiesta. Porque La Fiesta sigue y merece la pena ser vivida.

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