_
_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La reaparición

A veces la terapia de grupo se invierte, y uno contagia a todos de sus fobias. Es difícil, luego, recuperar la normalidad. Pienso en Aznar, reaparecido en lo que él creó y llamó Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES): se hizo presidente y a Rajoy vicepresidente: ya está complicado. El caso Aznar, según observadores, se forma en dos golpes: el primero, en 1995; el segundo, en 2004. El coche bomba manejado por asesinos de ETA pareció dejarle indemne, pero hay especialistas que creen que el shock psicológico, la atribución a un milagro de su salvación, el relámpago mental de que estaba designado por lo Alto, le afectó de manera que impregnó toda su política. Otros estudiosos, con los que estoy de acuerdo, suponen que el golpe en la cabeza le dejó así. Su comportamiento comenzó a ser extraño, y en su visita a Bush, fumando un puro, con los pies en la mesa, era un comportamiento onírico infantil: triunfar sobre el padre que le prohibía fumar y le obligaba a ser bien educado. La política española pudo estar tan influida por ese momento que llegó a la guerra inicua de Irak creyendo que "todos los terrorismos son iguales", mediante los fantasmas de una organización árabe-vasca que poseía armas de destrucción masiva.

En éstas llegó el segundo golpe, el del 11-M en Madrid. Éste fue sólo psicológico, pero le hizo revivir angustias pasadas y se lo colocó a ETA, cuando todo indicaba lo contrario. Dada su compostura mental, le era imposible variar este pensamiento, que consiguió infiltrar en quienes le rodeaban y en algunos que, estando lejanos, sufrían también del síndrome vasco. Un Aznar hace ciento. No es raro, desde un punto de vista psicológico, que esa anormalidad contagie una gran parte del país, mantenga un buen número de votos, arrastre periodistas no necesariamente venales. Y un Parlamento que investiga tontamente lo que se sabe. Él hace una reaparición de conde de Montecristo en la sedicente fundación intelectual que imaginó para otra clase de retiro. Vuelve a ignorar el Ego, y su relación con el Superego: y la historia. (Estas personas tienen un propósito: éste quiere anular las elecciones, como pasó en la Comunidad de Madrid: obsesión de volver a ser. Niega la constitución europea, cree que la indiferencia y el voto negativo hundirán a Zetapé en un infierno real).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_