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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Adónde va Aznar?

El Partido Popular puede tirar por dos caminos: el de la tensión, marcado de nuevo por Aznar en su reaparición en los cursos de verano de la FAES, o el que conduce al centrismo que el ex presidente invoca formalmente pero rechaza en la práctica. De que acierte en esta elección depende no sólo que el PP, previsiblemente sin Aznar, vuelva un día al Gobierno de España, sino cómo vuelva. Pues 26 años después de las primeras elecciones democráticas, ya va siendo hora de que la derecha española se normalice: que no constituya un trauma no ganar unas elecciones, como en 1993, o perderlas, como el 14-M. En las democracias de nuestro entorno perder o ganar es muy importante, pero el resultado no se convierte siempre en un drama.

Aznar no parece haber asumido que, pese a no presentarse, él y su partido perdieron las elecciones. Su estrategia, y la de algunos de sus palmeros mediáticos, sigue dirigida a deslegitimar el resultado de las urnas por el atentado del 11-M. Es una estrategia que el sector más aznarista del PP pretende trasladar a la comisión del 11-M, pero que puede rebotar contra sus promotores. Sería negar la realidad pretender que el atentado no influyó en las elecciones. Todos los partidos llamaron a llenar las urnas en favor de la democracia, algo que finalmente favoreció al PSOE. Pero fue más decisiva la actitud desenfocada de Aznar y parte de su Gobierno en esas horas y días terribles.

Aznar lo descalifica todo: los resultados electorales, el proyecto político del nuevo Gobierno, las posibles reformas de la Constitución Española, e incluso la Europea en aquellos aspectos que él mismo negoció. Rajoy ha dejado claro que pese a no estar de acuerdo con la forma en que se cerró la cuestión institucional, el PP apoyará el en el referéndum sobre este Tratado. ¿Y Aznar? De sus palabras cabe sospechar que pretende llevar al PP, como poco, al mismo error de la derecha en el referéndum sobre la OTAN. Naturalmente, ni una palabra sobre Irak o la ausencia de las armas de destrucción masiva, que hasta Blair acepta ya que nunca se encontrarán.

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Aznar no es un político de enmienda. Nunca reconocerá el hartazgo acumulado por su talante, la implicación de nuestro país en la guerra de Irak, el desastre del Prestige, las manipulaciones del drama del Yak-42, y finalmente su manera de abordar el atentado del 11-M. "¿Conoce alguien hacia dónde va España?", plantea Aznar. Más bien, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde va Aznar? ¿Hacia dónde intenta conducir al PP, al que él mismo convirtió en el gran partido que abarca desde la extrema derecha hasta el centro?

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