Irregular homenaje al poeta

Neruda en el corazón es una gran idea pero con una deficiente puesta en escena. En la noche del lunes se notó en exceso que el espectáculo no había sido rodado ni se habían pulido las excesivas asperezas que, con toda seguridad, mejorarían si se pudieran ofrecer nuevas representaciones. Es uno de los grandes problemas de los espectáculos únicos y Neruda en el corazón se montó especialmente para el Fórum barcelonés y será difícil que tanta luminaria de la canción pueda volver a juntarse.

Víctor Manuel ha reunido a un grupo de amigos y conocidos para celebrar el centenario del nacimiento de Pablo Neruda. Cada uno ha tomado un poema y le ha puesto música o ha tomado versiones anteriores.

Kitflus se ha encargado de dar unidad a la propuesta dirigiendo una pequeña pero sumamente efectiva orquesta. Hasta ahí todo correcto, en disco la idea funciona de forma más o menos atractiva según los gustos de cada uno. En directo, y a pesar de las bondades del conjunto, no superó el bache del aburrimiento ante unos 13.000 espectadores que casi llenaban el Palau de Sant Jordi.

Posiblemente, si los cantantes se hubieran sucedido sin solución de continuidad la cosa hubiera adquirido un poco de ritmo pero se intentó vestir la historia para hacerla, es de suponer, más atractiva y ahí se estrelló todo.

Un escenario de gusto dudoso en el que destacaban un conjunto de paraguas blancos de incierta simbología acogía en su base a músicos y cantantes y en su parte superior una enorme luna sobre la que se proyectaban imágenes del poeta o se movía parsimoniosamente un pez mecánico. En el otro extremo, un receptáculo coronado por campanas acogía a un rapsoda de voz cansina que interpretando a Neruda recitaba entre las canciones. La presencia continuada de ese rapsoda, el chileno Julio Jung, fue el gran lastre del espectáculo.

Entre poema y poema un abanico de grandes intérpretes fue desfilando para dar su versión de Neruda. No fueron, como se había dicho, todos los que figuran en el disco pero el elenco era de los que imponen. En el último momento también falló Enrique Morente, pero su hija Estrella suplió su ausencia con maestría.

Abrió la velada Jorge Drexler al que siguieron dos de los mejores momentos: Carmen Paris, tan volcánica como siempre, y Miguel Poveda. Víctor Manuel, Sole Giménez y Miguel Ríos cumplieron sin excesos mientras que Pedro Guerra y Miguel Bosé dieron verdaderas lecciones de cómo acercarse al poeta chileno. Ana Belén rescató un tema clásico poco creíble en su versión pero salió bien parada. Otra cosa fueron Julieta Venegas y Antonio Vega, que desentonaron con pobres aportaciones. Joaquín Sabina se saltó el protocolo y leyó un insulso e innecesario poema antes de cantar. Serrat cerró por todo lo alto el desfile que se clausuró con una versión conjunta del tema que había iniciado la noche.

En resumen un homenaje irregular, musicalmente atractivo y escénicamente aburrido.