Editorial:

Presidenta del TC

La elección de la magistrada María Emilia Casas como presidenta del Tribunal Constitucional (TC), en sustitución de Manuel Jiménez de Parga, trasciende el estricto ámbito institucional para convertirse en un hecho política y socialmente relevante. Se trata de la primera mujer que llega a la presidencia del Constitucional y sucede, además, en un momento especialmente significativo en la historia de este alto tribunal: el año en que se cumple el 25º aniversario de la promulgación de la ley que lo creó el 3 de octubre de 1979.

La llegada de una mujer a la presidencia del Constitucional sup...

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La elección de la magistrada María Emilia Casas como presidenta del Tribunal Constitucional (TC), en sustitución de Manuel Jiménez de Parga, trasciende el estricto ámbito institucional para convertirse en un hecho política y socialmente relevante. Se trata de la primera mujer que llega a la presidencia del Constitucional y sucede, además, en un momento especialmente significativo en la historia de este alto tribunal: el año en que se cumple el 25º aniversario de la promulgación de la ley que lo creó el 3 de octubre de 1979.

La llegada de una mujer a la presidencia del Constitucional supone una brecha cualitativa en la actitud misógina que sigue caracterizando la composición de los altos tribunales del Estado. Es cierto que el TC ha ido por delante, en especial en relación al Tribunal Supremo, pero ello no ha impedido que en sus casi 25 años de historia la presencia femenina entre sus miembros haya sido muy minoritaria e incluso testimonial. La designación de la nueva presidenta supondrá, sin duda, un revulsivo para valorar con mayor ecuanimidad las trayectorias profesionales de quienes optan a los altos órganos jurisdiccionales.

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Una mayoría cualificada de magistrados -siete frente a cuatro- ha considerado que la nueva presidenta reúne todos los requisitos exigibles para el desempeño del cargo. Casas se ha revelado como jurista de prestigio y acusada sensibilidad jurídica: como catedrática de Derecho del Trabajo y, después, como magistrada del Constitucional por designación del Senado en 1998. Tras la presidencia de Jiménez de Parga, es importante que este cargo pase a desempeñarlo una persona discreta, con capacidad organizativa y de trabajo, alérgica a los protagonismos personales y preocupada en preservar al tribunal de broncas y disputas exteriores que lo distraigan de sus trabajos y empañen su imagen de obligada imparcialidad e independencia. Ésta es la tarea que tiene ante sí María Emilia Casas.

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