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Entrevista:Emilio Guevara | Representante en las Juntas Generales de Álava por el PSE

"El 'plan Ibarretxe' es un cadáver político"

El juntero alavés juzga que el 'lehendakari' "ha perdido la iniciativa"

Emilio Guevara está relajado por el convencimiento de que los riesgos de que el plan Ibarretxe se materializara y llevara a Euskadi al enfrentamiento han pasado. "Es un cadáver, un mero señuelo electoral, sin más función ni más recorrido", diagnostica.

Pregunta. ¿Por qué sostiene que el plan ha fracasado ya?

Respuesta. Porque es una proclamación unilateral del derecho de autodeterminación, que no está recogido en la Constitución, y si quieres modificar una Constitución, tendrán que opinar todas las personas que se rigen por ella y el mismo derecho que Ibarretxe a pedir esa reforma constitucional tienen el resto a decirle que no. Ibarretxe sabe ya, se le ha dicho por activa y por pasiva, que su plan no pasa. Está perdiendo el tiempo y algo más grave: bloqueando la situación política y retrasando lo que sí sería la solución, y todo para nada, salvo para el interés electoral a corto plazo del PNV.

"No sé si hay o no un político como José Antonio Aguirre en el PNV, pero tendrá que haberlo"

P. ¿Cree que en el PNV esté calando ya esa impresión de que no hay nada que hacer?

R. Me extrañaría mucho que personas muy experimentadas en política, que pertenecen a un partido centenario que ha pasado por muchos avatares en la historia, no se dieran cuenta de que el plan está muerto, acabado, pase lo que pase en el Parlamento y en las elecciones. Otra cosa es lo que se vean obligados a decir. Creo que la batalla interna del PNV ha sido también una toma de posiciones para el post-plan Ibarretxe. No sé si ya hay o no un José Antonio Aguirre en el PNV, pero tendrá que haberlo.

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P. ¿A qué se refiere?

R. Al José Antonio Aguirre que en 1933, cuando ve que el estatuto de Estella está bloqueado, decide reiniciar el proceso estatutario e impulsa el del 1936, que a su vez nos inspiró en 1979. En el PNV tiene que haber gente que vea ya que esto no tiene ya más objeto que lograr una mayoría absoluta en las autonómicas, si se matiene la ilegalización de Batasuna. Pero es que da igual que la tengan. El Congreso tendrá el mismo derecho democrático a rechazar el plan que el vasco a aprobarlo. Les servirá para ganar las elecciones, pero no para solucionar nada. Sólo podemos decidir por nosotros mismos en lo que sólo nos atañe a nosotros, pero en lo que afecta a los demás tenemos que contar con ellos. No se puede decir "como yo tengo 51% de los votos y 39 escaños en el Parlamento vasco usted en Madrid tiene que aceptar esto". Esto rompe el Estado, rompería Europa y el orden internacional. Así no se hacen ni Europa ni el mundo.

P. ¿Usted no cree que el propio Ibarretxe pueda reconduccir la situación?

R. Podría. Pero se ha vinculado de tal forma al proyecto, ha hecho una creación tan personal, que considero más probable que, cuando constate que no hay nada que hacer, dimita. Se ha puesto el listón tan alto a sí mismo que se ha ido cerrando el margen de maniobra.

P. El lehendakari no parece tener esta moral de derrota y piensa ir a las elecciones con su plan.

R. Insisto en que da igual si las gana. Llegará al mismo sitio. A la derrota en el Congreso si no lo ha pactado aquí. Y tan democrático será que ellos nos digan no, como que nosotros pidamos que nos den el sí. Seguirá sin ser solución. Por eso pienso que el PNV rectificará, que alguien inteligente dirá: hemos pinchado en hueso, vamos a reformar el Estatuto. Tras las elecciones esto entrará en otra vía porque Ibarretxe ha lanzado un órdago que obliga al Estado a querer, pero es el Estado quien lleva cartas: las del Estado de Derecho y la legalidad internacional. Por eso, el otro día en la ponencia, le dije a Egibar "ya podéis sacar el plan B".

P. ¿Ha perdido perfil el proyecto, está corriendo algún riesgo el nacionalismo al amarrase a él?

R. Sí, antes o después lo pagarán. Las cosas se queman y corren el riesgo de llegar a las elecciones oliendo a pasado. Ibarretxe ha perdido la iniciativa. Ahora quieren ganar tiempo y aún les oíremos gritar, pero porque quien está a oscuras grita cada vez más. Ya es hora de que plantemos la tienda en esta travesía a la liberación y nos quedemos en un oasis, que además ya lo tenemos, porque no hacemos más que presumir de lo bien que vivimos. Ningún país normal discute cada veinte años su marco jurídico.

P. Le veo menos agresivo que hace un tiempo. ¿Es por su convencimiento de que el plan está acabado y ya no hay peligro?

R. Sí, no hay por qué angustiarse, sólo hay que seguir diciendo: por ahí no se va aninguna parte. Y dar a elegir: ¿quieres arreglarlo o quieres el enfrentamiento? Tengo incluso la sensación, la tuve también en la ponencia con la intervención de Otegi, de que hasta en el mundo abertzale son conscientes de que ése es el estado de las cosas.

Su propuesta para el PSE-EE

P. ¿Qué línea va a seguir el proyecto de reforma que le ha encargado el PSE? ¿Va a tomar el plan Ardanza como referencia?

R. No. Pero voy a hacer una propuesta desde la conciencia de que lo que quiera hacer no lo puedo hacer en contra del resto de España y sabiendo que tengo que procurar el acuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas. Eso estaba implícito en la propuesta de Ardanza, con la que me identifico. Mi tesis es decirle a Madrid que a cambio de su compromiso de respetar la voluntad vasca yo me comprometo a que esa voluntad la conformen todos los vascos, no una parte.

P. Por qué cree que el PSE encarga su propuesta a alguien que aún se define como nacionalista?

R. Supongo, sin presumir, que consideran que algo sé del Estatuto de Autonomía. Yo diré lo que creo y ellos tomarán lo que les parezca que pueden tomar. Quizá hayan pedido esto a más gente, y harían bien. Me han pedido una opinión y será la que ya se conoce: que estoy a favor de que este lehendakari, o el que le sustituya, impulse un proceso pre-parlamentario de revisión del Estatuto, que sea lo más participativo posible, en busca de un común denominador.

P. ¿Por qué un proceso pre-parlamentario habiendo un Parlamento?

R. Para no repetir el error de Ibarretxe de primero exponer su plan en 2002 y sólo luego consultar sobre él. Esta otra vía ofrece incluso más posibilidades de integrar al mundo radical. Se trata de hacer una lectura lo más compartida posible de la Constitución y el Estatuto y un balance de lo que hay y lo que falta, para luego operar en dos o tres líneas importantes: transferencias pendientes, nuevas transferencias y revisión de la legislación de estos 25 años para podar leyes demasiado restrictivas. Hay que encontrar un planteamiento de participación claro en Europa y también me parece razonable un sistema de garantías, de blindaje, para que el cumplimiento estatutario no sea un mercadeo.

P. ¿Tiene una fórmula concreta para esto último?

R. No aún, pero existe, seguro.

P. Todo indica que, al contrario que en 1979, esta vez los catalanes tendrán antes su reforma.

R. Sí, y yo lo prefiero. Tendrá un efecto positivo: que los ciudadanos comprueben que el monopolio del diálogo y las ofertas no es de Ibarretxe. Al revés: si esto no se mueve, se preguntarán por qué en Cataluña sí avanzan y si la culpa no será nuestra.

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