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Reportaje:MUJERES

No sin nosotras

Ángeles Espinosa

Velos y brillantes cabelleras. Trajes de ejecutiva y túnicas hasta los pies. La reunión incluye empresarias, economistas, abogadas, profesoras universitarias, políticas... La mayoría, árabes. No se dejen llevar por el tópico. La mujer árabe es un espécimen mucho más variopinto de lo que imaginamos. Y el plantel reunido por el Foro Económico Mundial (WEF) en las orillas del mar Muerto a mediados de mayo estaba allí por méritos profesionales y no como una concesión a su condición femenina. Sin embargo, desde sus puestos de privilegio en una sociedad patriarcal, paternalista y machista, quieren dejar claro que "la región árabe debe utilizar el valioso talento de sus mujeres si aspira al crecimiento".

Un informe sobre desarrollo humano de hace dos años señaló la marginación femenina como una de las tres causas del atraso comparativo de los países árabes
La situación de la mujer en el islam sigue constituyendo un asunto delicado sobre el que las árabes pasan de puntillas para evitar contratiempos

Así lo hicieron constar en una carta enviada al secretario general de la Liga Árabe, Amre Musa, que también participaba en los debates del WEF sobre la reforma en el mundo árabe. La carta iba acompañada de una lista de recomendaciones concretas para los dirigentes de sus países entre las que destacan la necesidad de proporcionar iguales derechos para hombres y mujeres, modificar los planes de estudios para que reflejen la imagen de la mujer árabe en el siglo XXI, cambiar su representación en los medios de comunicación, incluirla en los círculos de toma de decisiones, incluido el político, y facilitarle el acceso a microcréditos para que pueda crear pequeñas y medianas empresas.

Es la herencia del informe sobre desarrollo humano del PNUD, que hace dos años señaló la marginación femenina como una de las tres causas del atraso comparativo de los países árabes. Tal vez las mujeres hayan sido la mitad oculta de esa parte del mundo, pero ya no están dispuestas a guardar silencio por más tiempo. Buena parte de las participantes en el WEF volverán a encontrarse en El Cairo entre el 6 y el 9 de junio bajo los auspicios de la Liga Árabe. Será la tercera conferencia que impulsa el Foro Internacional de Mujeres Árabes (AIWF), pero la primera que se celebra en un país árabe.

Haifa al Kaylani, la presidenta de esa plataforma, está exultante. "El 11-S va a terminar ayudándonos", expresa convencida de que la presión internacional para que el mundo árabe se reforme constituye el mejor aliado para las exigencias de mayor participación política y social de las mujeres árabes. "Los Gobiernos se están viendo obligados a pasar de las palabras a la acción", confía. La constatación de que las reunidas en Jordania son una excepción, más que la norma, no desanima a esta palestina, criada en Líbano y jordana por matrimonio.

"No puedo negarlo, pero confío en que nuestro ejemplo sirva de modelo para otras mujeres en nuestros países", señala con una energía contagiosa. Ella, gracias a sus relaciones personales con muchas primeras damas árabes, es el espíritu detrás de la carta a Musa y del apadrinamiento de la Liga para la reunión de El Cairo.

"Es cierto", apunta la arabista española Celia de Anca, "en una reciente visita a Emiratos Árabes Unidos he podido ver cómo las sheijas (las mujeres de los jeques) están impulsando la matriculación de mujeres en las universidades". El caso del Golfo puede ser un tanto especial, pero De Anca, que dirige el Centro de Diversidad del Instituto de Empresa, está convencida de que el cambio en el mundo árabe vendrá de la mano de las mujeres "o no se producirá". "Los hombres árabes, en la medida en que están en posiciones de poder, no ven ningún incentivo para la reforma", añade.

El debate sobre la Nueva cara del liderazgo fue de los que más pasiones despertaron en Jordania. Más allá de todas las discusiones y diferencias sobre la responsabilidad del actual estado de cosas, todas las ponentes coincidieron en que no habrá verdadera reforma en el mundo árabe a menos que las mujeres participen en el proceso y tengan la oportunidad de desarrollar su potencial. Esto, dejaron claro, incluye poder competir en igualdad de condiciones con los hombres para los más altos puestos de sus sociedades, tanto en la política como en los negocios y el resto de los aspectos de la vida nacional.

Conocer los derechos

"No podemos tener una verdadera reforma sin la participación de las mujeres", manifestó Nayla Moawad, diputada en el Parlamento de Líbano, ante la aprobación general. "La reforma tiene que venir de los dirigentes, pero muy a menudo esos dirigentes están en contra de ella". Moawad, cuyo padre fue asesinado a las pocas horas de su nombramiento como presidente en 1989, atribuyó parte del problema a la falta de confianza de las mujeres árabes, que a menudo no conocen sus derechos y, en consecuencia, no los reclaman.

Moawad dijo estar trabajando para cambiar esa situación. De hecho, ha presentado su candidatura a la presidencia de su país. Su objetivo puede parecer lejano en un mundo árabe en el que ninguna mujer ha alcanzado tan alta instancia, pero por algo se empieza, y, como señalan quienes la animan, tampoco en Estados Unidos ha habido hasta ahora una presidenta.

Precisamente el papel de Washington en la región no salió muy bien parado, a pesar de que sus feministas se hayan convertido en abanderadas de la liberación femenina. "Estados Unidos ha dejado de tener credibilidad en el mundo árabe como promotor de los valores de los que antes se le veía como adalid", manifestó Mona Makram-Ebeid, presidenta de la Asociación para la Promoción de la Educación de Egipto.

Sin embargo, algunas de las asistentes más jóvenes consideraron que ese es un debate estéril y que la principal barrera para su desarrollo profesional y personal son los clérigos musulmanes. "Mientras sigan predicando en contra de nuestra promoción, no avanzaremos; necesitamos reformar su pensamiento para lograr cambios en este terreno", subrayó una de las participantes. La situación de la mujer en el islam, en la medida en que concita interpretaciones opuestas, sigue constituyendo un asunto delicado sobre el que las árabes pasan de puntillas para evitar contratiempos. El sobreentendido es lograr avances legales y políticos que les blinden frente a los ultraortodoxos.

Una pareja de marroquíes observa un escaparate en una galería comercial de Casablanca.
Una pareja de marroquíes observa un escaparate en una galería comercial de Casablanca.BERNARDO PÉREZ

Votos y velos

EL GOBIERNO de Kuwait aprobó a mediados de mayo la concesión de derechos políticos a las mujeres. Es decir, su derecho a votar y presentarse como candidatas en las elecciones. Contra lo que pudiera esperarse, las kuwaitíes han reaccionado con prudencia. Es la segunda vez en cinco años que las autoridades del emirato intentan dar ese paso. En 1999, representantes islamistas y tribales unieron fuerzas en el Parlamento para vetar la medida.

"Estoy contenta de que el Gabinete haya adoptado esta decisión, pero no soy totalmente optimista porque las experiencias anteriores no son alentadoras", declaró a la prensa local Lulowa al Mulla, secretaria general de la Asociación Cultural de Mujeres. En su opinión, en el anterior intento el Gobierno no impulsó suficientemente la ley, que fue rechazada por sólo dos votos.

Curiosamente, esta anomalía se produce en el país de la península Arábiga que primero contempló la participación política de sus nacionales. La restricción a las kuwaitíes es fruto de la ley electoral de 1962, cuyo primer artículo establece el derecho a voto y a ser candidato en elecciones para los "hombres mayores de 21 años". Así, el año pasado, en los últimos comicios celebrados, sólo pudieron votar 136.000 hombres, frente a una población de 910.000 kuwaitíes. La próxima cita con las urnas es en 2007.

A pesar de las limitaciones políticas, las kuwaitíes son las ciudadanas de la península Arábiga más activas y presentes en la vida económica y social. Su papel durante la ocupación iraquí del emirato les dio la autoconfianza y el valor del que carecen muchas mujeres árabes para intervenir en la vida pública. Los cambios se han visto en su forma de vestir, y hoy conviven en sus centros comerciales las abuelas completamente cubiertas de negro, las madres con faldas largas y pañuelos de colores y una tercera generación que prefiere los pantalones ajustados y las camisetas mínimas.

Pero otras muchas mujeres, en Kuwait y en el resto de las monarquías árabes ribereñas del golfo Pérsico, ven en esos cambios una amenaza a sus tradiciones. Desde el feudo del conservadurismo árabe, Arabia Saudí, ha llegado estos días una llamada de atención. Nada menos que la esposa favorita del rey Fahed, la princesa Jawhara, ha pedido a las saudíes que "respeten las costumbres" de su país, es decir, la segregación sexual y el estatuto de eternas menores bajo tutela de un pariente varón. Con todo, su sola intervención, en la ceremonia de graduación de la sección de mujeres de la Universidad King Abdulaziz de Yedda, ya es un cambio. Hasta hace poco, las esposas de los monarcas saudíes ni siquiera tenían nombre.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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