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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Elecciones europeas: ser ciudadano

Joaquín Estefanía

MÁS ALLÁ DE LOS DEFECTOS que ya se han enumerado -encapsulamiento de los candidatos, mensajes prefabricados, ausencia de auténtica confrontación dialéctica-, el debate entre Jaime Mayor Oreja (PP) y José Borrell (PSOE) en Telecinco, el pasado martes, sirvió para presentar a los espectadores dos maneras distintas de ver Europa, lo que tuvo un sentido clarificador positivo. O mejor dicho, una manera y media, ya que Mayor no consiguió explicar del todo qué es lo que piensa del espacio europeo, más allá de generalidades. Su peor momento fue cuando tuvo que sacar del bolsillo una chuleta para dar el nombre de los 25 países que conforman la UE.

Las palabras finales de Borrell, cuando afirmó que para una concepción socialdemócrata Europa eran las libertades políticas, el bienestar económico y la cohesión social, actualizan el concepto clásico de ciudadanía, que será el que adquiramos los europeos cuando tengamos Constitución. Y puede ocurrir que un borrador más o menos definitivo de la misma exista menos de una semana después de las elecciones al Parlamento europeo. Ser ciudadanos de un espacio común que nos incluya será la mayor conquista de los europeos después de la fundación de la UE en 1959. Casi medio siglo más tarde.

La ciudadanía es la existencia de un mundo común. Ser ciudadano consiste en tener derechos políticos, civiles y económicos. Esto es lo que se juega en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo domingo

En 1949, una década antes del Tratado de Roma, el sociólogo T. H. Marshall dictó en Cambridge una serie de conferencias bajo el título de Ciudadanía y clase social, que editadas en forma de libro se convertirían en un clásico del asunto (hay una edición en castellano, de 1998, en Alianza Editorial, con una addenda de otro profesor de Sociología, Tom Bottomore). En dichas conferencias, Marshall defiende que, para que una persona pueda considerarse ciudadano, tiene que incorporar tres elementos: la ciudadanía social, la política y la social. Si falta uno sólo de los lados del triángulo, la ciudadanía quedará coja.

El elemento civil de la ciudadanía se compone de los derechos para la libertad individual: libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, derecho a la propiedad y a establecer contratos válidos, y derecho a la justicia; este último es de índole distinta de los restantes porque se trata del derecho a defender y hacer valer el conjunto de los derechos de una persona en igualdad con los demás, mediante los debidos procedimientos legales. Por elemento político, Marshall entiende el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política o como elector de sus miembros. Por último, el elemento social abarca "desde el derecho al bienestar y seguridad económica básica hasta el derecho a participar plenamente del patrimonio social y vivir la vida de un ser civilizado de acuerdo con el estándar prevaleciente en la sociedad".

Más de 40 años después (1991), Bottomore actualizaba esa versión de ciudadanía a la luz de la caída del muro de Berlín y de la transición hacia la economía de mercado de los países del Este europeo; en su opinión, a Marshall no le hubiera entusiasmado una restauración dogmática del laissez faire capitalista para sustituir al socialismo real; sin embargo, "creo que habría mirado con cierta simpatía, no exenta de ojo crítico, los proyectos democráticos de socialismo con mercado que pretenden crear un nuevo orden social combinando la eficacia económica con la justicia social, tal como él deseaba".

La Constitución europea es una nueva actualización del concepto de ciudadanía, casi tres lustros después de la de Bottomore. En el prefacio a la edición castellana del libro citado, Robert Moore afirma que, para una cierta concepción ideológica de la derecha, la idea de ciudadanía es uno de tantos dislates progresistas que sólo sirven para calentar los cascos de la gente respecto al espacio social que ocupa. Para esa derecha, la ciudadanía consiste en un cuerpo de derechos que trascienden y modifican las relaciones de mercado.

Esa discusión es la que está en juego.

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