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Reportaje:25 AÑOS DE AYUNTAMIENTOS DEMOCRÁTICOS

La democracia celebra su aniversario

Las elecciones municipales del 3 de abril de 1979 liquidaron el franquismo y estructuraron al PSOE

Miquel Alberola

La clave del poder del franquismo se sustentaba en los municipios. Eran sus tentáculos. Los alcaldes eran a la vez jefes locales del Movimiento, lo que aseguraba el control de la estructura de los más de 8.000 municipios españoles, así como la capacidad de movilizar candidaturas. Ésa fue la razón por la que según Benito Sanz, autor de varios libros sobre el antifranquismo y el socialismo valenciano, se estuvieron retrasando las elecciones municipales tanto tiempo. "Adolfo Suárez [entonces presidente del Gobierno por Unión del Centro Democrático (UCD), el partido segregado por el franquismo para amortiguar la transición] no quiere hacer las elecciones locales porque a partir de los datos de las generales de 1977 sabe que puede perder el poder en muchos municipios", anota Sanz. No sería hasta 1979, tras la aprobación de la Constitución, cuando Suárez convocaría otras elecciones generales para marzo, garantizándose así unos mejores resultados, e inmediatamente después, las municipales.

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El 3 de abril las urnas no defraudaron las previsiones. El PSPV-PSOE ganó las elecciones en número de votos en las tres circunscripciones valencianas (611.789 frente a 590.121 de UCD), aunque el partido de Suárez obtendría más concejales (2.257 y 250 alcaldes frente a los 1.565 concejales y los 141 alcaldes socialistas), resistiendo muy bien en los municipios pequeños. Sin embargo, las principales ciudades valencianas serían gobernadas por los socialistas con el apoyo del PCE (504 concejales y 26 alcaldes). Fueron los casos de Valencia, Alicante y Castellón, a las que los socialistas Fernando Martínez Castellanos (sustituido cinco meses después por Ricard Pérez Casado), José Luis Lassaletta y Antonio Tirado darían un nuevo rumbo. Estos resultados también trastocarían la composición de la Diputación de Valencia, cuya presidencia ocuparía el concejal socialista de Sagunt Manuel Girona. Por el contrario, las diputaciones de Alicante y Castellón serían presididas por dos hombres de UCD, Luis Díaz Alperi y Joaquín Farnós, ambos ahora bajo la disciplina del PP.

El resto de fuerzas extraparlamentarias consiguió 71 concejales y hasta cinco alcaldías (56.682 votos). Destacaron el Movimiento Comunista del País Valenciano, con 22 concejales y dos alcaldías; el Partido Liberal, con 10 concejales y una alcaldía, y los republicanos, divididos en Izquierda Republicana y Acción Republicana Democrática Española, con cinco concejales y la alcaldía de Segorbe. El Partido Nacionalista del País Valencia logró nueve concejales y la alcaldía de La Font d'En Carròs,

Con la llegada de la izquierda a los consistorios, el Movimiento se disgrega hacia UCD, Coalición Democrática, Alianza Popular, Frente Nacional, Falange Española,... La derecha se atomiza hacia un proceso de regeneración, lo que resulta de gran utilidad para los intereses del PSOE, que aspira a gobernar España, pero además, el desarrollo de la gestión municipal sienta las bases para lograrlo. "El PSPV-PSOE tiene una experiencia directa de los ayuntamientos: gobierna, gestiona y consigue transformar gran parte de las infraestructuras de los municipios", expone Sanz. "Los ayuntamientos se convierten en centros dinamizadores de la inversión: alcantarillados, bibliotecas públicas, nuevos servicios sociales... La izquierda se consolida donde ha sido buena gestora", sintetiza.

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Esta experiencia de gobierno adquirida en los municipios desde 1979 desarrolla al máximo la maquinaria del partido y resulta decisiva, a partir de 1982, para los gobiernos y principales cargos de las administraciones central y autonómica, que se nutrirán en gran parte de concejales. Serían los casos del alcalde de Manises, Antoni Asunción, que en 1983 asumiría la presidencia de la Diputación de Valencia, y luego pasaría a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y al Ministerio del Interior. O el del alcalde Picanya, Ciprià Ciscar, quien ocuparía el departamento de Educación y Cultura en el Consell. "Entre 1979 y 1983 los ayuntamientos son la principal escuela de cuadros del PSOE, y también del PCE", advierte Sanz, quien fija en los consistorios la clave de la conquista electoral del PSOE de 1982: "Además de la experiencia acumulada, fue la garantía de que el PSOE no era un partido extremista, sino que era capaz de gestionar bien, con honradez y transparencia, y además transformaba las ciudades".

Apenas dos años antes, el PSOE era prácticamente un partido nuevo, desconocido y sin cuadros que ocupaba el tercer o el cuarto puesto en presencia social. Por encima tenía al PCE, el Partit Socialista del País Valencià y el Partido Socialista Popular. Fue a partir de las elecciones generales de 1977, en las que obtiene 118 escaños en el Congreso de los Diputados y se convierte en el segundo partido de España, cuando se va a producir el crecimiento del PSOE. "En 1977 el PSOE aspiraba a sacar de uno a dos diputados en la provincia de Valencia. Manuel del Hierro no quiso ir de número cuatro porque no salía, y Antonio Sotillo se presentó de número uno por Castellón con el convencimiento de que no iba a conseguir el escaño", revela Sanz. Un año antes se había producido la convergencia de los partidos socialistas valencianos y el PSPV-PSOE había absorbido una parte de la izquierda extraparlamentaria, lo que sumado al gran aluvión que produciría la garantía de obtener cargos, lo convertirían en el partido hegemónico de la izquierda

a partir de los resultados obtenidos en las generales de marzo de 1979.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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