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Reportaje:

Arenas, capítulo dos

El presidente del PP de Andalucía empezó su mandato en 1993 con la renovación de las direcciones y con el objetivo de dar una imagen más moderada de su partido

Luis Barbero

El regreso de Javier Arenas a la política autonómica es la consecuencia más destacada de los resultados electorales del pasado 14 de marzo, fecha en la que el PSOE de Manuel Chaves recuperó la mayoría absoluta en Andalucía y dejó en estado crítico a su principal rival, el PP. Arenas vuelve a hacerse ahora cargo de un partido que ya presidió entre 1993 y 1999, años en los que sacó a la derecha andaluza de las catacumbas electorales, pero en los que no logró su gran objetivo: la alternancia política en el Gobierno autonómico.

En realidad, la primera etapa de Arenas en Andalucía como líder de la oposición a tiempo completo fue entre 1993 y 1996, pues este año, tras perder por segunda vez las elecciones autonómicas, se marchó a Madrid como ministro de Trabajo. Posteriormente ha ocupado otras dos carteras ministeriales y ha sido el número dos del PP.

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Arenas se hizo por primera vez con la presidencia del PP andaluz en julio de 1993. Tenía 35 años, unos cuantos kilos menos que ahora y peinaba pocas canas. A esa edad su currículum acumulaba cargos como concejal en el Ayuntamiento de Sevilla o diputado autonómico y militancia en partidos centristas. Frente a la derecha rancia y ultramontana, que despertaba recelos en gran parte del electorado, Arenas tiró de su simpatía y trajo un nuevo estilo, mucho más moderado. "Aportó frescura a la derecha andaluza", afirma Luis Carlos Rejón, que fue candidato de Izquierda Unida en las elecciones autonómicas de 1994 y que se precia de ser "amigo" del nuevo presidente del PP andaluz. "Arenas cambió muchas cosas en el PP y presentó un rostro más reformista", añade Rejón.

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Un repaso de la hemeroteca de aquella época pone de relieve que las palabras más repetidas por Arenas entonces eran "renovación", "centro", "ilusión" o "andalucismo", algunas de las cuales volvió a reiterar el pasado jueves, en su reelección como presidente del PP.

Lo primero que hizo Arenas nada más recalar en la comunidad en 1993 fue cambiar la dirección regional y, a continuación, relevar a la vieja guardia en las provincias para centrar al PP. Manuel Atencia, portavoz parlamentario del PP hace 10 años, recuerda que la llegada de Arenas supuso un "gran revulsivo" para este partido, que empezó a hablar "de tú a tú" al PSOE. "Tenía las ideas claras y puso el partido a funcionar, se creó una estructura regional sólida y se reforzaron las organizaciones territoriales", añade Atencia, quien fue una de las caras de las que Arenas se rodeó para moderar al PP andaluz junto a dirigentes como Manuel Pimentel, Amalia Gómez o Juan Ojeda.

Hecha la limpia en esos primeros meses, Arenas empezó a preparar las elecciones autonómicas del 12 de junio de 1994. A esa cita acudió con el lema "Centrados en Andalucía" y en sus mítines se repartían pegatinas que decían "¿Miedo? No, gracias". Para estos comicios, Arenas sondeó a independientes, se recorrió la comunidad, pidió el apoyo de los votantes del PSOE, mantuvo reuniones con decenas de colectivos, unificó los mensajes y los principales candidatos de cada provincia hicieron cursos de oratoria y telegenia. La moderación en el fondo y en la forma se cuidaron al máximo y se produjeron pocos mensajes catastrofistas, salvo alguno, como el de un jovencísimo Pimentel, quien tres meses antes de las elecciones auguró que los andaluces sufrirían "hambre" si volvía a ganar el PSOE.

En esas elecciones, Arenas situó al PP a cuatro diputados del PSOE (45-41), un resultado que pocos esperaban. Empezó entonces la denominada legislatura de la pinza, en la que PP e IU pusieron en jaque casi a diario al Gobierno de Manuel Chaves con iniciativas en el Parlamento autonómico. Los socialistas, que sufrían la batalla interna entre guerristas y renovadores, denunciaron la existencia de un pacto escrito para bloquear la acción del Ejecutivo autonómico, que el primer año se vio obligado a prorrogar el presupuesto autonómico. El diálogo a tres bandas para intentar llegar a acuerdos, como en la RTVA, se frustraron.

Tan propicio veía Arenas el escenario que a principios de 1995 ya pedía elecciones anticipadas; sugería, pero no presentaba, una moción de censura y exigía a Chaves que se sometiese a una cuestión de confianza. José Caballos, portavoz parlamentario del PSOE desde 1994, critica la figura de Arenas, entonces y ahora. "Nunca ha ganado nada, históricamente es un perdedor que ha tenido suerte. Es buen político a cortísimo plazo porque es habilidoso, pero no en el largo plazo", comenta Caballos sobre Arenas. Atencia, por contra, subraya que Arenas "ha sido el mejor parlamentario que ha tenido Andalucía; Chaves todavía soñará con las sesiones de control" del Parlamento autonómico.

En 1995, el PP se hizo con las alcaldías de las ocho capitales y, con el viento de cola, Arenas pisó el acelerador para poner a Chaves contra las cuerdas. Hizo suyas reivindicaciones como la deuda histórica, que luego el Gobierno de José María Aznar no ha reconocido. Al no conseguir sacar por segunda vez los presupuestos autonómicos, Chaves convocó elecciones anticipadas para marzo de 1996, en coincidencia de las generales.

Cuando acariciaba el Gobierno andaluz y los sondeos le daban como el político mejor valorado de la comunidad y una clara victoria en Andalucía, Arenas vio cómo el voto de la izquierda se movilizó y se aglutinó en torno al PSOE, que consiguió una clara victoria, y él se quedaba con la miel en los labios.

Tras la derrota cogió el AVE Sevilla-Madrid para ser ministro. Un AVE que ocho años después coge en sentido contrario para reanimar un partido convaleciente.

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Sobre la firma

Luis Barbero
Es subdirector de Actualidad de EL PAÍS, donde ha desarrollado toda su carrera profesional. Ha sido delegado en Andalucía, corresponsal en Miami, redactor jefe de Edición y ha tenido puestos de responsabilidad en distintas secciones del periódico.

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