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El hombre que uno se imagina andando

Franciso Ayala, que cumple mañana 98 años, recibirá un homenaje de doce horas

Juan Cruz

Los años son una cosa muy seria, pero este hombre los supera como si los cumpliera al revés, y se ríe de ellos. Hace al menos una década, Fernando Savater dijo de su lozanía: "Ya me gustaría estar como Francisco Ayala, pero no a su edad: ahora mismo". Pues aún está mejor. De hecho, hace una década había perdido mucha vista, y ahora la ha recuperado, y lee, a veces para alegrarse de leer y a veces para cabrearse. Y en este tiempo, ya muy entrado en la década que ahora está a punto de culminar, pues el martes cumple 98 años, ha sufrido algunas operaciones que en cualquier otro organismo hubieran supuesto un riesgo muy serio, pero que él superó con una frescura que en su círculo atribuyen no sólo a su fortaleza, sino al estímulo con que le alienta la profesora Carolyn Richmond, su mujer.

Cuando le dicen que pronto cumplirá los 100, responde: "Ya veremos si quiero"

Mañana, martes, la pareja tenía la intención de perderse por el mundo, acaso comer en algún lugar de la sierra de Madrid, vivir en paz un día tan señalado, el 98º aniversario del maestro, una edad que ya le acerca -"peligrosamente", como dice él- al centenario que le preparan.

Pero no han podido cumplir ese deseo de perderse, porque le han organizado a Ayala una serie de actividades, alguna de las cuales -un encuentro en el Círculo de Bellas Artes, del que es vecino y socio de honor- será pública. Él asiste a esos preparativos -los del centenario, los que le proponen para optar al Nobel de literatura- con una indiferencia divertida, como si no fueran con él.

A algunos amigos les ha dicho que va a llegar a los cien -que llegará; su cuerpo y su mente son cómplices del tiempo, no cabe duda- sólo para contentar a los que con tanto ahínco organizan los festejos de esa edad, y alguna vez, cuando le dicen "pronto, los cien", dice riendo: "Ya veremos si quiero". Quiere.

Es curioso: este hombre se parece a su casa, en la que vive desde que regresó del exilio y encontró a España aún con el color pardo de las alas de las moscas. Esta casa está en la parte de atrás del Banco de España, se entra en ella por un gran portalón antiguo, como si Ayala viviera dentro de un palacio del siglo XVII, y luego se llega ya a su vivienda, que es de una sobriedad extrema: los cuadros son escasos, pero muy bien colocados, y los libros festonean las mesas muy bajas de tres salones sucesivos, en los que se cuela una luz que debió de ser su compensación cuando, en efecto, Madrid era la capital del color de las alas de las moscas.

Hay muy pocos muebles en cada uno de los salones, y refulge un suelo de madera que dota de paz a la atmósfera silenciosa -no hay radio, no hay música, no hay tele, a veces se escucha el rumor del teléfono- que culmina en una habitación de la que sobresale una cama enorme y solitaria, como si fuera japonesa.

Él recibe con gran cordialidad, y siempre lo hace en el primero de esos salones, donde suele tener algunos de los libros que está leyendo, y ahora lee mucho. En efecto, se operó de la vista y ahora nada se le escapa: su sosiego está alimentado por los libros -el otro día estaba leyendo los ensayos sobre la ficción de José María Merino, Ficción continua (Seix Barral)-, y su cabreo está cimentado en lo que lee en la prensa.

No es cierto -al menos en Francisco Ayala- que la gente endulce su manera de ver las cosas porque la edad les lleva a pensar que todo es relativo.

Ayala se cabrea, y mucho, con lo que sucede en la vida política -y en la vida cultural-, y en la vida que pasa, y tanta que él ha pasado, le indigna aún más, como si la herida que sufre el país fuera suya también.

El escepticismo dice que le marca, pero no es verdad: se advierte en la firmeza de su cólera cómo le importan las cosas; el dolor de su tierra es suyo: lo vio en la guerra y lo ve ahora, y lo refleja en esta frase suya: "Mataban porque no les habías saludado en la escalera, hasta ese punto llegó el odio". El odio, esa ola que regresa.

Cumple los años mirando. Camina cada jueves hasta la Academia, va a actividades culturales muy señaladas -el martes estuvo oyendo a su colega el húngaro Imre Kertész-, ha acrecentado su afición al cine, gracias a su mejoría de la visión, y se ha convertido en uno de los coleccionistas que tienen las series de cine de este periódico.

Es curioso: tiene 98 años y uno no se lo imagina sentado, sino de pie, andando, yendo a algún sitio, y volviendo.

Francisco Ayala asiste a los preparativos de su aniversario con divertida indiferencia.
Francisco Ayala asiste a los preparativos de su aniversario con divertida indiferencia.GORKA LEJARCEGI

La modernidad europea

Ha sido recibido en Alemania -y en la lengua alemana- con alborozo como un escritor, "en el más elevado sentido del término, que forma parte de las filas de la modernidad europea". Esto es lo que escribió de él y de su libro de cuentos La cabeza del cordero, cuya traducción acaba de ser publicada en Suiza por Manese Verlag, el corresponsal cultural en España del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Paul Ingendaay.

Por otra parte, el diario suizo Neue Zürcher Zeitung publicó una reseña del mismo libro, escrita por el hispanista Kersten Knipp, que saluda la obra como un modelo para entender el sarcasmo y el humor con el que Francisco Ayala aborda su visión de los hombres y su propia manera de entender el exilio.

Ingendaay, en un largo artículo acerca de la obra de Ayala, se lamenta del largo tiempo en que este gran escritor español ha estado ausente de las librerías alemanas: "Escepticismo y suavidad se entremezclan, el narrador constata el desgaste que ocasiona la implacable acción del tiempo, pero no se opone a él. Suenan realmente a últimas palabras, pero la discreción de Ayala no permite que escape la más mínima nota falsa o patética. Qué bien que por fin se pueda leer su prosa en alemán. Con 50 años de retraso, tenemos ocasión de descubrir a un escritor en el más elevado sentido del término que forma parte de las filas de la modernidad europea".

Mañana, martes, día del cumpleaños del escritor, habrá un maratón Ayala en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, desde las nueve de la mañana a las nueve de la noche.

A lo largo de ese tiempo, se celebrarán discusiones literarias, proyecciones de cine y documentales de televisión, lecturas dramatizadas, y en algún momento del día allí estará también el propio Francisco Ayala.

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