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Coletazos coperos

La importancia de la Copa del Rey no estriba únicamente en la competición en sí, sino en el impacto que tiene en el transcurrir de la temporada. Antes de su celebración da sentido a muchas jornadas donde el mayor aliciente reside en la clasificación para tan señalada cita. Después de pasar página, aún hace sentir con fuerza los efectos de lo ocurrido durante un tiempo, poniendo y quitando, lanzando y frenando. Incluso en esta edición pasada, donde no hubo grandes triunfadores -el Tau confirmó, que no sorprendió, y nadie tuvo que frotarse los ojos por su nuevo título- ni tampoco sonoros batacaz...

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La importancia de la Copa del Rey no estriba únicamente en la competición en sí, sino en el impacto que tiene en el transcurrir de la temporada. Antes de su celebración da sentido a muchas jornadas donde el mayor aliciente reside en la clasificación para tan señalada cita. Después de pasar página, aún hace sentir con fuerza los efectos de lo ocurrido durante un tiempo, poniendo y quitando, lanzando y frenando. Incluso en esta edición pasada, donde no hubo grandes triunfadores -el Tau confirmó, que no sorprendió, y nadie tuvo que frotarse los ojos por su nuevo título- ni tampoco sonoros batacazos, el largo fin de semana sevillano ha dejado notar su peso en equipos y jugadores. Al que peor le ha sentado ha sido al Madrid. Cogió el AVE con la maleta cargada de optimismo, hasta el punto de convencer a los técnicos de la ACB que en una encuesta le dieron como máximo favorito. Una vez allí hizo de selección española de fútbol y los cuartos fueron su tumba. Perdieron el partido ante el Barça, sepultaron ilusiones y por lo visto después, dejaron buena parte de la confianza adquirida en unas cuantas jornadas bondadosas. La Copa nos ha devuelto al Madrid inestable, lo que complica su futuro al haber perdido parte del respeto ganado.

La explosión Rudy Fernández ha tenido su segundo episodio, éste fuera de las canchas. Una vez saludado con estruendo su subida a los altares de la popularidad y reconocido por todos su gran talento, ha llegado el inevitable momento de empezar a elucubrar sobre el cómo y sobre todo con el cuándo más idóneo para su factible salto a la NBA. Debate probablemente estéril, pues por lo demostrado por Gasol y Raúl López, este tipo de jugador suele llegar a la alta competición con un plan establecido. No hay fórmulas perfectas y las variables son demasiadas como para limitarlas al necesario proceso de maduración. Gasol fue verde y triunfó. Raúl cruzó el charco lesionado de gravedad y tiene su sitio en Utah. Guste o no, Europa presenta objetivos limitados, más si tenemos en cuenta que se trata de jugadores con amplias miras y ambiciones a lo grande. Hablamos de jugadores muy especiales que desarrollan planteamientos y trayectorias especiales. Intentar proteger nuestros territorios y nuestras competiciones más allá de lo razonable resulta tan peregrino como pretender que Fernando Alonso corra con un coche español.

La Copa sirve también a algunos jugadores para reflexionar. Bodiroga no fue Bodiroga y su equipo lo sufrió. Cuatro días después, el serbio tomó conciencia y lideró como acostumbra al Barça para una victoria en Italia que seguramente resultará trascendental en su camino hacia la Final a Cuatro. Los grandes no se ven sólo en las victorias, sino en su reacciones ante las derrotas. Son algunos de los coletazos de la Copa, una competición que no sólo sirve para coronar a un campeón.

Rudy Fernández.

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