_
_
_
_
_
LA POSGUERRA DE IRAK

Irak vive el día más sangriento de la posguerra

Casi 200 personas mueren en Bagdad y Kerbala en sendos atentados durante la jornada santa chií

Ángeles Espinosa

Irak vivió ayer la jornada más sangrienta desde el fin de la guerra. Una oleada de ataques sincronizados con bombas y fuego de mortero causó 182 muertos y más de 500 heridos en las ciudades de Kerbala y Bagdad. El objetivo eran los peregrinos chiíes que conmemoraban, por primera vez en libertad, la fiesta de la Achura, uno de los días sagrados de esta rama del islam, mayoritaria en Irak. Poco después, en Quetta (Pakistán), una procesión de chiíes que también recordaban la muerte del imam Husein, nieto de Mahoma, fue atacada y ametrallada. Al menos 42 personas murieron y 150 resultaron heridas.

La bola de fuego alcanzó los segundos pisos y varias personas volaron por los aires
Más información
Segundo ataque contra los santuarios chiíes
Irán denuncia que los ocupantes no garantizan la seguridad
El ayatolá Sistani acusa a EE UU de no hacer lo suficiente para proteger el país
Australia investiga el papel de sus espías en la crisis
"Irak necesita sus propios Pactos de La Moncloa"
Los inspectores de la ONU certifican que Sadam no tenía armas de destrucción masiva
Al menos 16 muertos al hundirse una mezquita de culto chií en Pakistán
El luto por los atentados de Bagdad y Kerbala retrasa la firma de la Constitución iraquí

"¡Oh, Husein! ¡Oh, Husein!", invocaban ayer cientos de chiíes mientras buscaban resguardo de las explosiones que parecían sucederse sin fin en las callejuelas adyacentes al mausoleo del imam Husein. Eran poco más de las diez de la mañana y centenares de miles de peregrinos abarrotaban el centro de Kerbala con motivo de la Achura. Al ritmo cadencioso de los golpes en el pecho le sucedió un breve silencio y, enseguida, las sirenas de las ambulancias y la policía. A la misma hora, en Bagdad, un atentado similar violaba el recinto sagrado de la Kadhumiya. En total, 182 muertos y más de 500 heridos, el día más sangriento de la posguerra iraquí. El Consejo de Gobierno declaró tres jornadas de luto y pospuso la firma de la Constitución, prevista para hoy.

Desde el amanecer, una marea humana se había ido sumando a los cientos de miles de peregrinos que ya se encontraban en Kerbala para el duelo. En la puerta principal del santuario, una fuente que manaba sangre pretendía ser un símbolo, no una premonición. La Achura conmemora la muerte violenta hace 14 siglos de Husein, tercer califa chií y uno de los hombres santos de esa comunidad. Algunos penitentes derramaban su propia sangre haciéndose cortes en la cabeza con una espada.

La mayoría observaba con respeto este gesto de expiación y se limitaba a golpearse el pecho. Algunos grababan un vídeo de recuerdo. Era la primera vez en tres décadas que los chiíes, un 60% de la población de Irak, celebraba con libertad esta festividad religiosa. También había chiíes de Afganistán, Pakistán, India, Líbano y, sobre todo, de Irán. Los grupos de romeros daban vueltas alrededor del mausoleo mientras coreaban eslóganes religiosos, alababan a Husein y ponían su vida a disposición del santo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Tal vez esa creencia en un destino sagrado evitó una tragedia de mayores consecuencias. Cuando a las diez de la mañana se oyó la primera explosión, hubo más estupor que pánico. "Macu shi, macu

shi" ("no pasa nada, no pasa nada"), repetían los encargados del servicio de orden tratando de evitar una avalancha humana. Pero enseguida, un segundo y un tercer estallido sonaron más próximos, como si una traca mortal avanzara por la calle del Mahdi, la que desemboca en la Puerta de Bagdad, justo al norte del mausoleo.

La bola de fuego alcanzó hasta los segundos pisos, al menos dos personas volaron por los aires y esta enviada cayó al suelo por la fuerza de la onda expansiva. Los voluntarios aún tuvieron la templanza de encauzar a la riada de peregrinos hacia las calles adyacentes, alejándoles del recinto del santuario. Todavía hubo cuatro explosiones más, tal vez seis, pero las invocaciones a Husein inundaban el ambiente. Los vecinos abrían las puertas de sus casas e invitaban a guarecerse a los viandantes sin saber muy bien qué ocurría.

Veinte largos minutos después, el ulular de las ambulancias y los coches de policía confirmaban sus peores sospechas. Con mantas y carretillas se improvisó la evacuación de los heridos. Mientras, el temor a que hubiera nuevos artefactos explosivos en la zona desató una búsqueda desesperada a manos desnudas. Sobre el asfalto, la sangre de los nuevos mártires había cubierto con creces la de los penitentes que les habían precedido. Los vecinos encontraron restos humanos en los tejados de varios edificios próximos.

En el sálvese quién pueda, muchos peregrinos se despistaron de sus grupos y preguntaban angustiados dónde estaban o qué había pasado. Los menos afortunados terminaron dándose cita en el hospital Al Husein, adonde fueron trasladadas las víctimas. Desbordados, sus responsables decidieron impedir el acceso a todo el personal no sanitario. Ni las lágrimas de una anciana iraní lograron conmover a los guardias armados, que sólo abrían la reja para dejar paso a las ambulancias. También rechazaron a dos jóvenes vestidos de negro. "Queríamos donar sangre", explicaron a esta enviada.

Mientras, en el jardín del centro empezaban a acumularse los cadáveres que ya no cabían en la morgue. Eran una treintena en menos de dos horas y las ambulancias seguían llegando. Los empleados los cubrían con bolsas de plástico azules. Muchos apenas eran unos cuantos pedazos sueltos. Al final del día, el juez instructor del caso, Ahmed al Hillali, cifró en 85 los muertos y en 240 los heridos. Horas más tarde las víctimas mortales ascendían a 112.

No fueron los únicos muertos del día. Casi a la misma hora, en Bagdad, otra tanda de explosiones dejó 70 cadáveres y 220 heridos en el principal santuario chií de la capital, el de la Kadhumiya, según informó el ministro iraquí de Salud, Jodair Abbás. Los guardias de seguridad del recinto dijeron que fueron obra de cuatro suicidas.

"Uno se hizo estallar a la entrada de la mezquita, otro en el patio interior y dos más en las entradas laterales, con unos pocos segundos de diferencia", explicó un vigilante a una agencia de prensa. Sin embargo, la policía informó de que uno de los presuntos suicidas había sido detenido, y el general Mark Kimmitt, director adjunto de operaciones militares de la coalición, dijo que fueron tres los hombres bomba que perpetraron el atentado de Bagdad. En cuanto a las explosiones de Kerbala, Kimmitt explicó que se emplearon tres medios: un kamikaze, explosivos camuflados y obuses de mortero.

A primera hora de la tarde, aún había peregrinos que seguían llegando al mausoleo del imam Husein bajo un sol que ya no es de invierno. Ajenos a lo ocurrido, se golpeaban el pecho y coreaban consignas religiosas. A esas horas, las fuerzas polacas de la coalición, bajo cuyo mando está la provincia de Kerbala, habían sellado las entradas de la ciudad para ayudar a la policía en la captura de sospechosos. Al final del día había nueve detenidos.

Civiles iraquíes retiran heridos y cadáveres de la zona donde ocurrió una de las explosiones de ayer en la ciudad de Kerbala.
Civiles iraquíes retiran heridos y cadáveres de la zona donde ocurrió una de las explosiones de ayer en la ciudad de Kerbala.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_