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Crítica:CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Relación nada peligrosa y algo idiota

Esta cosa titulada Una relación peligrosa parece ideada, calculada, escrita y hecha a la medida del lucimiento de su célebre pareja de protagonistas, Ben Affleck y Jennifer López, pero, de ser esto así, ambos divos del glamour de Hollywood deberían poner una querella criminal a los siniestros sastres de su rentable imagen, pues es difícil hacer a la medida de alguien algo que le caiga tan mal como les cae Una relación peligrosa a sus guapas perchas. Son López y Affleck gente muy mirable a la que, mientras están dentro de la insípida y algo idiota pantalla de este engendro, termina aburriendo mirar, hasta el punto de que resulta consolador, mientras se ve esta cosa, apartar de cuando en cuando los ojos de la pantalla y dirigirlos hacia el mudo y amistoso descanso del perfil de algún colega de tortura.

UNA RELACIÓN PELIGROSA

Dirección: Martin Brest. Guión: Martin Brest. Intérpretes: Jennifer López, Ben Affleck, Terry Camilleri, David Backus, Lenny Venito, Louis Robert Silver, Luis Alberto Martínez . Género: comedia. EE UU, 2003. Duración: 121 minutos.

La propaganda de la cosa resume su contenido en cuatro palabros que suenan a pedradas: Asesinato, Chantaje, Tentación, Perdón. Nada menos. Todos los géneros del cine y casi todos los modelos conocidos de películas, desde el thriller al melodrama, pasando por la comedia cínica y la sentimental, desfilan de puntillas a través de estos cuatro pretenciosos tacos propagandísticos. Y lo cierto es que no hay exageración en ellos: la película es -con algunas variantes que quieren ser leves gotitas de originalidad dentro del esparto dominante- una embarullada e informe sucesión de esos modelos genéricos, lo que desorienta patéticamente a los intérpretes.

Y es éste el primer, e insuperable, tapón que impide a los guapos protagonistas sacar a la luz sus gracias ocultas, teniendo que conformarse el espectador sólo con sus gracias evidentes, que ciertamente no son pocas, pero ya son tan conocidas que con ellas como mucho se puede llenar una peliculita de diez minutos, pero no una de los dos siglos y un minuto que dura Una relación peligrosa. Ni Jennifer López, ni Ben Affleck, ni su eterno muchacho acompañante Terry Camilleri saben en qué película se están moviendo, ni qué cara han de poner en cada esquina de su absurdo recorrido sin destino. No hay definición alguna del relato ni en la escritura ni en la filmación; no hay ideas en la recámara de la pantalla; no hay en realidad recámara, sólo hay una forma extrema de inanidad y vacío.

En Una relación peligrosa, la sosería y la tosquedad invaden la busca de gracias y de toques de finura. Una cursi música solemne, coral y sinfónica subraya con tonos celestiales las oquedades del idilio entre el guapo gánster bonachón y la hermosa lesbiana sentimental que comparten la custodia de un muchacho discapacitado, un bobito seráfico que no tiene más ilusión que las cachas de las bailarinas californianas de playa. Y todo esto en una película de acción sin acción, sin vibración emocional, sin sucesos, en la que casi todo es un puro parloteo, incluidas las guindas sexuales, que tienen como punto de clima una audaz pelea verbal entre López y Affleck en la que ella describe detalladamente la superioridad, la sutileza y la variedad estética y orgásmica de un beso a la entrepierna de una dama sobre la tosca, monográfica, unidimensional y carente de matices y variantes mamada a la entrepierna de un macho.

Pero, peor aún, los ilustres Christopher Walken y Al Pacino entran en pantalla sin que nadie ni nada los llame, salvo algún oculto y grueso pellizco de dólares. Y lo hacen con petulancia, pues están allí, jugando a comparsas de lujo, para elevar con su presencia el gancho del tinglado y lo cierto es que sólo alcanzan a echar un borrón de mala tinta en sus filmografías.

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