_
_
_
_
_
Reportaje:EXCURSIONES | Castaño del Robledo-Alájar

Bosques pata negra

Una ruta alfombrada por hojas de castaños y robles une dos pueblos de la sierra de Aracena

Tereixa Constenla

Las sierras son cada vez menos inhóspitas. Sobre todo en fin de semana, cuando parte de quienes llenan las oficinas, los centros comerciales y los cajeros de lunes a viernes se echan al monte. La de Aracena, una prolongación de Sierra Morena hacia el mar, atrae múltiples almas que buscan sacudirse las rigideces urbanas con bocanadas de aire limpio y bocados de otras cosas. Por Aracena hay decenas de senderos entre dehesas y bosques atlánticos, pero lo que reina sin pudor en el ánimo de la mayoría de los visitantes es la ruta del jamón, que lleva a los excursionistas de fin de semana de tapita en tapita, de un restaurante a otro y del secadero a los almacenes donde cuelgan miles de paletas y jamones. Un recorrido sin fin. Y sin palabras.

Como quiera que salir al monte con la única finalidad inconfesable de zamparse delicias rurales suena pelín brutote e insano, los más se apuntan al garbeo por el pueblo o a una inmersión cortita y rápida por el campo para abrir boca. Pero no todo es molicie, hay gente intrépida que camina varios kilómetros sin estar segura del rumbo que lleva. Sobre el papel y los planos todo parece muy bien señalizado, pero lo cierto es que los no iniciados se las ven y se las desean para ajustarse a un trazado establecido en los alrededores de Castaño del Robledo, una pequeña localidad del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en Huelva, que sería un oasis-espejismo si estuviera rodeada de desierto en vez de manadas de árboles.

A Castaño del Robledo se llega después de dejar a la derecha el desvío a Fuenteheridos. Es uno de los pueblos más pequeños de la provincia de Huelva (1.293 hectáreas) y también uno de los menos transformados por el turismo, para bien y para mal, claro. Nació como una aldea de Aracena, fundada por cinco vecinos que levantaron allí sus casas en el año 1554. Casi medio milenio después ofrece una estampa insólita gracias a una iglesia inacabada, construida en el siglo XVIII y que luego se convirtió en cementerio y garaje de carretas peregrinas. Para entonces el pueblo ya se había independizado de Aracena (1700) y ya explotaban castaños a tutiplén. Una especie polifacética, que lo mismo mataba el hambre campesina con su fruto que suministraba madera.

De aquel pasado puede disfrutarse hoy con un paseo entre bosques de castaños y algunos robles, que en este tiempo ofrecen el esqueleto desnudo y el suelo alfombrado de hojas amarillas y pardas. Hay varias rutas que parten del Castaño del Robledo como la que rodea el cerro del Castañar, que tiene la ventaja añadida de que es un recorrido circular de cerca de seis kilómetros y permite regresar al pueblo.

Aprovechando el itinerario inicial de este sendero se puede seguir hacia Alájar. Ni uno ni otro están bien señalizados, así que puede ocurrir que uno pretenda darle la vuelta al cerro y, sin embargo, acabe cruzando la carretera hacia Alájar. Para llegar a este pueblo sólo tiene que guiarse por las marcas amarillas: a veces son lunares redondos recién pintados y a veces son rastros exangües sobre piedras lavadas por las lluvias que sólo se observan por chiripa o gracias a una observación tenaz. Sirva de ayuda que hacia Alájar todo es bajar, incluso por tramos incómodos por el arrastre de piedras y el desplome de tierra originado por las últimas lluvias. Así que la ruta, que dura una hora o así, discurre a veces por senderos estrechos flanqueados por muros de piedra vestida de verde por el musgo y otras en espacios abiertos salpicados de castaños. Una estampa atlántica a más no poder. Líquenes, tapices de musgo y especies como castaños y robles entroncan con la imagen del bosque norteño, lo que corrobora una vez más la diversidad paisajística que tiene Andalucía, donde un extremo es desierto y otro arboleda atlántica.

Antes de alcanzar Alájar el sendero pasa junto a la aldea del Calabacino, un pequeño núcleo de casas abandonadas que se ha reconvertido en un islote hippie. Ubicado en una ladera ofrece unas magníficas vistas hacia un valle rodeado de cerros. Los carteles del Calabacino recuerdan que es un espacio libre de tubos de escape: piden que los motores no suban hasta la aldea, aunque de todas formas uno se pregunta por dónde lo harían. Desde allí una pista lleva hacia la peña de Arias Montano y el sendero baja hasta Alájar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En la peña se encuentra la ermita de la Virgen de los Ángeles. Es uno de los miradores más espectaculares de la sierra: salva una pendiente media de más de 30 grados y permite comprobar toda la gama de verdes de esta sierra onubense que, en cualquier concurso, pasaría por bosque leonés o galaico.

En lo alto de Huelva

- Cómo llegar. Desde Sevilla se puede acceder a través de la ruta de la Plata (N-630) hasta la venta del Alto, donde se toma el desvío a la izquierda por la N-433 que lleva a Portugal y Aracena. Luego se coge la carretera en dirección a Fuenteheridos, que queda a la derecha, hasta llegar a Castaño del Robledo. Desde Huelva se puede acceder por la N-435 (Huelva-Badajoz), que atraviesa la Sierra de Aracena transversalmente pasando por La Corte (Santa Ana la Real), Aguafría (Almonaster), Jabugo y La Nava.

- Qué ver. En el pueblo está la iglesia dedicada a Santiago el Mayor, que fue edificada por el párroco humanista Benito Arias Montano a mediados del siglo XVI, aparte de la obra inacabada que sobresale entre el resto de edificios. El paseo por la localidad de casitas blancas merece también la pena: el conjunto de edificios barrocos, neoclásicos y góticos fueron declarados conjunto histórico-artístico en 1982. El 50% del territorio está cubierto por la sierra o castañar y, en él, se encuentran dos de los puntos más altos de Huelva: la peña de Arias Montano y el Castaño.

- Senderos alternativos. En época de lluvia merece la pena adentrarse en la ruta que lleva desde el Castaño del Robledo hasta el puente de los Casares, de una hora y media de duración de y de escasa dificultad, porque en las cercanías se encuentra el espectacular salto de agua de Los Chorros de Ollarancos. El sendero que rodea al cerro del Castaño se prolonga cerca de dos horas y medias que permiten circunvalar el punto más alto de la provincia de Huelva (962 metros). Discurre entre masas de antiguos castaños que mudan sensiblemente el aspecto del paisaje según la estación. Desde Alájar también se puede realizar una caminata en paralelo a la rivera de Alájar, que permite descubrir siete molinos en distinto estado de conservación que se utilizaban para moler el grano a lo largo de unos cuatro kilómetros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera en Andalucía. Es autora del libro 'Cuaderno de urgencias'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_