Columna

El puente sobre CiU

Que las breves vacaciones iniciadas en el 25 aniversario de la Constitución hayan alumbrado un gobierno de izquierdas para Cataluña, gracias al llavín de oro de ERC, es todo un espectáculo esplendoroso, aun en medio de ventiscas y tormentas. La meteorología es poca cosa comparada con los calambrazos de impotencia que sueltan los conservadores y beneficiarios de un patriotero centralismo, tan interesado como intolerante y de una ranciedad nauseabunda. El presunto desenlace de las negociaciones de Joan Puigcercós, vicesecretario general de los republicanos catalanes, es una obra de ingeniería po...

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Que las breves vacaciones iniciadas en el 25 aniversario de la Constitución hayan alumbrado un gobierno de izquierdas para Cataluña, gracias al llavín de oro de ERC, es todo un espectáculo esplendoroso, aun en medio de ventiscas y tormentas. La meteorología es poca cosa comparada con los calambrazos de impotencia que sueltan los conservadores y beneficiarios de un patriotero centralismo, tan interesado como intolerante y de una ranciedad nauseabunda. El presunto desenlace de las negociaciones de Joan Puigcercós, vicesecretario general de los republicanos catalanes, es una obra de ingeniería política impecable. Por debajo de ese puente de tres ojos, que escrutan un futuro más determinado y esperanzador, discurrirá el barullo de una derecha desbaratada por su incapacidad de diálogo y de actitudes que impulsan hacia atrás una locomotora blindada de fanatismo e insensibilidad. El PP se ha estrellado. Un indicio que no puede pasar inadvertido. Se ha estrellado también CiU y pasta ya a extramuros de la Generalitat. CiU a pesar de su proverbial sentido del progreso, perdió papeles y equilibrio, por su persistente complacencia con Aznar. Una amistad engorrosa, que no podía ni puede ir más allá de los paroxismos imperiales. Eso lo debía haber calibrado un zorro tan astuto como Pujol. Pero el devaneo fue tan intenso que lo encegueció. Ahora, casi con toda probabilidad, Pasqual Maragall y Carod Rovira tendrán que enmendar cuantas pifias se han cometido a lo largo de tantos años. El gobierno tripartito de Cataluña, con el nacionalismo de izquierdas de ERC, los socialistas e ICV puede y debe ser una máquina que haga prosperar esa "impronta de cambio, de renovación, de catalanismo y modernidad" que abandera el líder de ERC. En cualquier caso, es un apuesta y puede ser un modelo válido para otras autonomías, ahogadas por la mezquindad, el miedo y el óxido que desprende el Gobierno del PP. Ha sido éste un puente por el que tal vez se pueda cruzar al otro lado de una orilla, en la que solo prosperan el autoritarismo, la corrupción y el engaño.

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