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La justicia de Alemania no sabe cómo juzgar al caníbal de Rotemburgo

Comienza el juicio contra el hombre que asesinó y se comió a un ingeniero de Berlín

La justicia alemana afronta un difícil problema: ¿Qué hacer con Armin Meiwes, el caníbal de Rotemburgo? Ante la Audiencia provincial de Kassel comenzó ayer el juicio oral contra Meiwes, un técnico en ordenadores de 43 años, que en la noche del 10 de marzo de 2001, de mutuo acuerdo, mató y comió partes del cuerpo del ingeniero berlinés de 43 años Bernd Jürgen B. Los restos de la víctima los troceó y congeló Meiwes para ingerirlos poco a poco en sesiones sucesivas de canibalismo. La cita entre la víctima y el caníbal se realizó a través de Internet.

El fiscal de Kassel, Marcus Köhler, acusa a Meiwes de asesinato para satisfacer los instintos sexuales con el añadido de un delito por alterar el descanso de los muertos. El Código Penal alemán castiga hasta con cadena perpetua el asesinato. El abogado defensor, Harald Ermel, alega que sólo se trata de un homicidio consentido, a petición de la víctima, casi un caso de eutanasia, que acarrea una pena de seis meses a cinco años.

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La fiscalía, la defensa y los jueces se mueven en un barbecho legal. Ni el más imaginativo de los legisladores parece haber concebido la posibilidad de tamaña perversidad. La ley penal alemana no castiga el canibalismo. La sentencia se prevé para el próximo 30 de enero. Psiquiatras forenses ya han dictaminado que Meiwes está en sus cabales, lo que excluye la posibilidad de internarlo en un centro para enfermos mentales.

Ante el tribunal de Kassel, Meiwes ha reconfirmado su confesión y reconocido los hechos que se le imputan. Relató el informático caníbal que desde su niñez soñaba con la posibilidad de devorar a alguno de sus amigos. Para que no falte nada, se halla de por medio una madre dominante que se muere y deja solo al caníbal en el escenario del crimen: un caserón gigantesco en las afueras de Rotemburgo del Fulda, un pueblo de 15.000 habitantes en el Estado federado de Hesse. En la noche de los hechos, Meiwes y la víctima se dirigieron a la casa. Allí, todo ello grabado en un vídeo, el siniestro ritual empezó con una amputación del pene de la víctima seguida de flambeado e intento de tomar como entremés por ambos. La dureza del manjar les hizo desistir. Meiwes dio la puntilla al ingeniero y, tras decapitarlo, procedió a trocearlo e introducir las porciones en el congelador con el ánimo de consumirlas más adelante.

Un estudiante austriaco encontró en Internet un anuncio de Meiwes que pedía un nuevo voluntario para dejarse matar y comer. Tras la denuncia, la policía encontró en el caserón de Meiwes restos del ingeniero, los trozos congelados todavía no consumidos y el vídeo que registró todo el crimen y que servía al autor para sus sesiones de onanismo y dar rienda suelta a sus fantasías.

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Armin Meiwes.
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