Columna

La Palma y Moguer

En nuestra más tierna infancia, y por estas comarcas norteñas del País Valenciano tan secas, se nos mostraba, en el edificio de ladrillos rojos de la provincial Diputación de Castellón y en un panel mural, el diseño del futuro canal que permitiría el trasvase del agua del Ebro a las áridas tierras valencianas. El tema de las aguas del Ebro siempre estuvo latente o patente entre los castellonenses. Por eso seguimos algunos, con especial atención, la campaña electoral al Parlamento catalán, cuyos resultados conocerán ustedes, vecinos, cuando lean estas líneas. En entrevistas, mítines y declaraci...

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En nuestra más tierna infancia, y por estas comarcas norteñas del País Valenciano tan secas, se nos mostraba, en el edificio de ladrillos rojos de la provincial Diputación de Castellón y en un panel mural, el diseño del futuro canal que permitiría el trasvase del agua del Ebro a las áridas tierras valencianas. El tema de las aguas del Ebro siempre estuvo latente o patente entre los castellonenses. Por eso seguimos algunos, con especial atención, la campaña electoral al Parlamento catalán, cuyos resultados conocerán ustedes, vecinos, cuando lean estas líneas. En entrevistas, mítines y declaraciones varias se pronunciaron casi todas las formaciones políticas, y con meridiana claridad y nitidez, contra el trasvase del Ebro. A favor, aunque con reticencias, lo hicieron los convergentes de Jordi Pujol. Nos agrade o nos enoje, si los valencianos del norte tuviésemos la posibilidad de votar a los partidos catalanes, sabríamos a qué atenernos.

La decisión, a la hora de escoger la papeleta y con el tema del agua por horizonte, se presentaría dificultosa si de las elecciones a las Cortes valencianas se tratase. Aquí conocemos la firmeza con que el presidente Camps defiende el Plan Hidrológico Nacional, es decir, el trasvase, con el respaldo de todo el Partido Popular. Sabemos de su trazado y de los costes aproximados de las enormes obras de ingeniería hidráulica. Es también una postura clara y nítida que compartimos con reticencias, puesto que nos preocupa a muchos el uso que se vaya a hacer del agua, o el despilfarro y la indiferencia con que se desaprovecha la que tenemos. Respecto a ese desperdicio, cabe señalar la preocupación mostrada estos días por la Unió de Llauradors: el drenaje de las marjales de Castellón Benicàssim y Xilxes-Almenara supone la pérdida en el mar de 37 hectómetros cúbicos de agua, un cuarenta y pico por ciento del agua que las comarcas castellonenses recibirían del Ebro. También la Unió de Llauradors muestra una postura clara y nítida respecto al trasvase.

La claridad y la nitidez la echamos a faltar por donde las filas del primer partido de la oposición en el ámbito valenciano. El PSPV va en sus discursos de Pinto a Valdemoro con el tema del trasvase. Y desconocemos un proyecto alternativo y concreto de los socialdemócratas, en el que se detalle el aprovechamiento de los recursos propios y las aguas del Ebro en caso de necesidad. La falta de precisión o la indefinición -sí pero no, no pero sí-, difícilmente pueden llevar al partido de Joan I. Pla a puerto o meta electoral segura. Todo lo contrario a la postura mantenida por los partidos catalanes durante la campaña electoral.

Y lo peor del caso es que por donde el primer partido de la oposición hay demasiados indicadores de indefinición. No sabemos con claridad, por ejemplo, si se está a favor o en contra del manido aeropuerto que promociona Carlos Fabra; ni si se está en contra de la especulación urbanística, y al mismo tiempo no se ponen en tela de juicio las actuaciones concretas del PSPV en éste o aquel municipio costero: si son de Moguer donde la intromisión de los partidos en las entidades financieras es tanto como ninguna, o de La Palma donde el socialdemócrata Tirado o el conservador Olivas pasan de las alcaldías o presidencias de la Generalitat a las instituciones de ahorro sin más. Sones de La Parrala que dejan al votante sin saber de fijo dónde se encuentra el primer partido de nuestra leal oposición.

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