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VISTO / OÍDO
Columna
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Filología, semántica

No está en la Academia esa palabra: "dolina". Nadie es fanático de la Academia, ni los académicos: cuando regresa (¡enhorabuena!) a estas páginas nuestro (mío) Fernando Lázaro Carreter se advierte que no es un dogmático: sólo pretende que sigamos entendiéndonos unos a otros aunque hablemos de fútbol.

Destrozar el idioma es destrozar el pensamiento, y hay quien lo hace deliberadamente.

Cuando dicen (ellos) que hay dolinas bajo el AVE a Lleida es que no quieren decir que hay socavones, agujeros, desmoronamientos. Fallas: deformación tectónica identificada como una fractura de la corteza terrestre con desplazamientos de los bloques afectados, dicen los geólogos, y lo tomo de un diccionario aragonés, de donde esto se produce. Dice el Instituto Ecológico y Minero que el riesgo de catástrofe en la vida útil de ese AVE -alrededor de cincuenta años- supondría "entre 3.000 y 4.000 veces el admisible".

Reducir esto a la palabra "dolina", que nadie sabe lo que es, y que no está en los grandes diccionarios, es escapar de la realidad por el idioma.

Estamos en eso. Es una norma general: la utilización de la semántica como deriva para decir lo contrario de lo que parece, o para disfrazar las realidades.

No son sólo eufemismos, o corrección política; son cambios básicos. Los primeros ejemplos son "democracia" -hasta Franco la usó: "democracia orgánica"- o "libertad" (la usa todo el mundo para reducirnos a sus principios); pero de ahí a un uso continuo hay un largo campo semántico que puede hacer que el ciudadano no se entere de lo que se dice: es lo que se pretende.

No me extraña que el cincuenta por ciento de los ciudadanos no hayan leído un periódico en su vida: no los entienden. No suelen entender los discursos políticos, ni los informativos de la televisión.

En gran parte se debe a que la educación que reciben desde que nacen hasta que se doctoran no tiene previsto ese lenguaje, ese mandarín. En gran parte, a que los medios no lo suelen traducir.

Antes, la distinción de clases según su idioma era más sencilla: lo que no debía entenderse se decía en latín, y se prohibían en castellano los textos considerados peligrosos: a la cárcel fue por ello Fray Luis de León, y a otros menos dominantes se les quemó.

Se trata, simplemente, de que gran parte del terreno sobre el que pasan las vías del AVE éste tiene fallas: que uno ha elegido esos terrenos, otro los ha aprobado, y los riesgos recaerán sobre ellos. Moralmente, se entiende.

O sea, nada. Sin ningún problema para ellos. Después de todo, sólo son dolinas.

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