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Reportaje:

Un museo para Armstrong

Nueva York abre al público la casa en que vivió el mítico trompetista

Casi nada ha cambiado en estas últimas décadas: ni la cocina de intensos muebles azules, ni las paredes metalizadas del cuarto de baño, ni los grifos dorados, ni el omnipresente papel de floripondios anaranjados, ni siquiera la cama de matrimonio de dimensiones olímpicas. Y ahora todo está a la vista. La casa de Louis Armstrong, el músico más popular en la historia del jazz, situada en el distrito neoyorquino de Queens, ha sido convertida en museo y abrirá sus puertas por primera vez al público el próximo día 16, tras una restauración que ha costado 1,6 millones de dólares.

Sólo falta una cosa: la marihuana que el mítico trompetista guardaba en el sótano y que su mujer tiró después de su muerte, en 1971. "Siempre solía tener de la mejor calidad", todavía recuerda su asistente, Phoebe Jacobs.

La casa se ha conservado intacta tras declararla la alcaldía monumento histórico

Lucille y Louis Armstrong compraron la residencia de ladrillos rojos, en el número 34-56 de la Calle 107, en el barrio de Corona, en 1943. Fue su primera y única casa, el refugio de intensas giras y conciertos agotadores. El trompetista disfrutaba de sus vecinos, sobre todo cuando los niños del barrio venían a felicitarle por su cumpleaños. "Antes me pasaba la vida en los autobuses, los aeropuertos, los aviones, para llegar a los conciertos sin tener tiempo de comer o cenar, o nada", dijo en una entrevista a The New York Times en 1969.

Decorada minuciosamente por Lucille con una mezcla de estilos variopintos, la modesta residencia (que se puede ver en Internet en www.satchmo.net), se preservó durante todos estos años después de que la alcaldía de Nueva York la declarara monumento histórico. "A mí no me van las grandes mansiones o los yates", dijo Armstrong en una de sus biografías, Louis, "allí no hay forma de tocar la trompeta porque cuando has dado la vuelta a tu propiedad ya no te queda aliento".

"Creo que no hay ni un centímetro de pintura en la casa. Incluso los techos de los armarios tienen papel pintado", comenta Michael Cogswell, director de los Archivos Louis Armstrong; "la mayoría de nuestros visitantes vendrán porque era su casa, pero otros tendrán interés sólo por el aspecto histórico y estético de una decoración muy sui generis". Retratos del matrimonio, uno de ellos pintado por el cantante Tony Bennett, adornan las paredes.

Armstrong nació en 1901 en un barrio pobre de Nueva Orleans, que se conocía como el campo de batalla. Empezó a tocar la trompeta a los seis años y a cantar en las esquinas hasta que pasó a formar parte de la banda Joe King Oliver, su primer paso profesional.

Conoció a Lucille en 1938, en el mítico Cotton Club, donde era bailarina. El trompetista ya era muy famoso. Había tocado en Broadway por primera vez en 1929 en la obra Ain't Misbehavin, recorría todas las ciudades de EE UU, e incluso Europa (pasó la mayor parte de 1934 en Francia), y acababa de casarse con su tercera esposa, Alpha Smith (después de la prostituta Daisy Parker y la pianista Lil Hardin). Aquel matrimonio no duró mucho y Lucille y Louis contrajeron matrimonio en 1942.

Un año más tarde se asentaron en Queens. "Cuando llegué a la casa por primera vez le pregunté al taxista si no estaba bromeando -contó Armstrong mucho después-, me armé de coraje, salí del taxi y llamé a la puerta. Allí estaba Lucille, con un camisón de seda muy, muy fino. Se parecía mucho a mi flor preferida, la rosa roja. Cuanto más me enseñaba la casa, más me iba gustando".

Armstrong era un hombre curioso y siempre de buen humor. Viajaba con una máquina de escribir con la que plasmaba sus experiencias e impresiones. Escribió dos autobiografías, numerosos artículos y ensayos para la prensa que nunca llegaron a publicarse.

Pero sobre todo le gustaba grabar, y no sólo música. Tras la muerte de Lucille en 1983, se encontraron en el sótano, su estudio, 650 cintas que incluían desde conciertos de los años cuarenta hasta conversaciones mundanas con algunos de sus invitados, que grababa en secreto. Algunas de las cintas, que han permanecido en los Archivos Louis Armstrong del Queens College, se podrán escuchar en la casa. Armstrong llegó incluso a conservar para la posteridad diálogos íntimos con su mujer, chistes verdes y comentarios sobre el transcurso de un día o la música que tocaba, testimonio de un hombre que disfrutaba de la vida y de todos sus placeres.

Armstrong, en 1970, durante un ensayo para un espacio televisivo.
Armstrong, en 1970, durante un ensayo para un espacio televisivo.AP

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