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EL 'CASO WILSON'

La Casa Blanca cierra filas para proteger al asesor de Bush en el caso de la espía

La oposición demócrata insiste en el nombramiento de un investigador especial independiente

Scott McClellan, que se estrenó como portavoz de la Casa Blanca el pasado 21 de junio, pasó ayer por uno de los momentos más apurados de su hasta ahora breve andadura. McClellan tuvo que sortear un huracán de preguntas -y tuvo éxito en el objetivo de no responder a lo que se le preguntaba- sobre todas las cuestiones abiertas tras la filtración del nombre de una agente de la CIA, Valerie Plame, aparentemente como represalia contra su marido, el diplomático Joseph Wilson, por haber desacreditado la teoría de que el régimen de Sadam Husein había intentado comprar uranio en Níger.

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McClellan se aferró a esta línea argumental: "El asunto aquí es saber si alguien filtró información reservada". Más de media docena de veces repitió el portavoz su respuesta ante las preguntas que le cercaban en la sala de prensa de la Casa Blanca: ¿habló de este asunto con alguien el asesor político de Bush, Karl Rove?, ¿dijo Rove que "todo vale contra Valerie Plame"? Una y otra vez, la misma respuesta: "Lo que Rove haya dicho o no haya dicho no tiene que ver con el asunto. Lo importante en este caso es saber si alguien filtró información confidencial; en caso afirmativo, conocer el nombre de la persona o personas y, por último, tomar las medidas adecuadas".

A medida que las preguntas giraban sobre lo mismo -el intento de ligar a Rove con el escándalo-, la impávida expresión del tejano McClellan se alteró mínimamente en alguna ocasión para decir: "Entiendo que así es como funcionan las cosas aquí en Washington, pero vuelvo a decirles que el asunto es saber si ha habido una filtración, que el presidente Bush cree que es un asunto muy grave y que nos ha pedido que no ahorremos esfuerzos para aclararlo". McClellan, incluso, no descartó la utilización de un detector de mentiras en el curso de la investigación.

En esta situación, los demócratas olfatean la posible pieza e insisten en pedir el nombramiento de un investigador independiente que se ocupe del escándalo. "¿Cómo es posible que el Congreso ponga cara de que aquí no pasa nada y permita que este asunto se resuelva así?", se preguntaba ayer el demócrata James McDermott. "Si alguna vez ha habido justificación para que se nombre un investigador especial es en este momento", aseguró Nancy Pelosi, jefa de filas de los demócratas en la Cámara, recordando, sin duda, que la responsable de Justicia del presidente Clinton, Janet Reno, se vio obligada a nombrar a Kenneth Starr, que se convirtió en un implacable sabueso de los enredos personales de Clinton.

En las filas republicanas, donde crece la preocupación por los fantasmas recientes de escándalos relacionados con Clinton, con Reagan y, por encima de todo, con Nixon, hay reacciones que son peor que los silencios, como la de Tom DeLay, líder de la mayoría en la Cámara: "¡Pero qué sorpresa, si están pidiendo un investigador especial! Dios mío, deben tenerlo apuntado en su manual político, en sus manuales de campaña electoral".

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En su atareada comparecencia ante los periodistas, el portavoz de la Casa Blanca no se pronunció sobre la petición demócrata y volvió a decir que es el propio Departamento de Justicia el que debe decidir si traspasa o no la investigación a un fiscal independiente. "Lo que estamos haciendo ahora es lo que se nos ha ordenado: cooperar por completo con la investigación y garantizar la integridad de los documentos", dijo McClellan.

Tres periodistas

Aunque el portavoz dijo que no había novedades en el proceso de revisión de los documentos, la noche anterior la Casa Blanca reveló que el Departamento de Justicia quiere averiguar los contactos mantenidos desde allí con tres periodistas: el columnista Robert Novak, que reveló la filtración en julio, y dos reporteros del periódico Newsday, Knut Royce y Timothy Phelps.

El riesgo del caso es tan elevado para Bush -en un momento relativamente bajo de popularidad, con incertidumbre en la economía y sin salidas fáciles en Irak- que el presidente no ha dudado en tomar el toro por los cuernos y ordenar con toda solemnidad "una investigación completa", de forma que, "si la filtración -y hay demasiadas en Washington- viene de mi Gobierno, quiero saber quién es y, si esa persona ha violado la ley, tendrá que asumir las consecuencias".

La propia Laura Bush, de visita en Moscú, apoyó el intento de contraofensiva y dijo a la CNN que su marido "quiere para la Casa Blanca los más altos niveles éticos". Toda declaración y toda prueba en este sentido será necesaria para una Administración que llegó al poder prometiendo devolver "el honor y la integridad" al cargo tras los avatares de la última época de Bill Clinton.

George Bush, seguido por Alberto Gonzales (izquierda), Andrew Card (centro) y John Gordon, ayer en la Casa Blanca.
George Bush, seguido por Alberto Gonzales (izquierda), Andrew Card (centro) y John Gordon, ayer en la Casa Blanca.AP
George W. Bush (derecha) saluda al presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ayer en la Casa Blanca.
George W. Bush (derecha) saluda al presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ayer en la Casa Blanca.ASSOCIATED PRESS

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