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Reportaje:

Palabras a todo color

La Universidad de Granada se convierte en centro avanzado para el estudio de la sinestesia

Javier Arroyo

Un sinestésico, por algún motivo genético aún por descifrar, a cada letra, palabra, número o secuencia de éstos les asigna un color, independientemente de la tinta original de la impresión. Esta peculiaridad afecta a pocas personas, apenas dos de cada mil (en Andalucía podrían tener esta peculiaridad alrededor de 14.000 personas). Los departamentos de Psicología Experimental y del Comportamiento de la Universidad de Granada se han convertido en un referente en el estudio de la sinestesia.

Juan Lupiáñez, el director del grupo que estudia este hecho perceptivo, reconoce que no tenían este fenómeno (don o particularidad, como le gusta decir a Lupiáñez) entre sus prioridades científicas, pero el azar les cruzó con M. A., una de sus estudiantes que prefiere mantener su anonimato y que es sinestésica. Durante una clase de Psicobiología del Desarrollo, mientras la profesora explicaba diferentes alteraciones genéticas, y entre ellas la sinestesia, explica M. A., se dio cuenta de que lo que ella llevaba percibiendo toda su vida creyendo que era algo normal era un fenómeno raro y digno de estudio. "Nunca lo había comentado con nadie", cuenta, "porque yo creía que todo el mundo veía las palabras en colores".

La razón para que dos de cada mil personas tengan esta sensación tan peculiar mientras leen radica en la genética. Eso, y poco más, explica Lupiáñez, es lo que se conoce sobre su origen. Lo que sí se sabe es que la sinestesia no crea ningún problema especial a quienes la tienen. De hecho, la mayoría cree que su modo de percibir es el mismo que la del resto de los mortales y sólo hechos casuales les llevan a descubrir que ellos son diferentes. Como el caso de una señora que estaba ayudando a restar a su hija. En un error, le señaló a su hija que se fijara en el número rojo. La niña no acababa de comprender de qué número se trataba porque aquello estaba impreso en negro. Eso puso a la señora sobre la pista de que algo pasaba.

M. A. recuerda, sin embargo, algunas molestias que le producían, y le producen aún, ciertas lecturas. Según cuenta, de pequeña le irritaba leer los paneles y trabajos del colegio que tenían los títulos en grandes letras de colores; aún hoy, algunos luminosos y carteles con el nombre de los comercios le producen desasosiego. Lupiáñez ha sido capaz de darle una explicación. Aquellos carteles en colores estaban escritos, probablemente, en colores diversos y, a veces, en el color complementario al que M. A. percibía la palabra. Hoy día, M. A. reconoce que algunos carteles de tiendas la irritan y recuerda uno concreto que está en letras naranjas que no puede soportar.

El caso de la sinestesia letra-color, explica Alicia Calleja, otra de los miembros del grupo de investigación, es el más frecuente pero también se dan otros: hay ocasiones en las que un sonido provoca una experiencia visual. También hay variaciones en las que el dolor provoca la percepción de distintos colores, según la intensidad de aquel. Una de las dificultades para estudiar la sinestesia es, precisamente, la de encontrar sujetos que la padezcan y lo sepan. Juan Lupiáñez hace un llamamiento porque necesita sujetos de estudio, algo muy difícil de encontrar: "Si usted percibe este texto en color y quiere colaborar con la ciencia, póngase en contacto con nosotros en la Facultad de Psicología".

Emoción y percepción

Uno de los principales avances realizados por el grupo de la Facultad de Psicología granadino que estudia la sinestesia es haber conseguido dar una explicación a la intranquilidad que sufre un sinestésico cuando se enfrenta a palabras impresas en colores que ellos denominan "incongruentes", es decir, a colores distintos de los que ellos la ven. Si M. A., la estudiante que vive con este fenómeno desde siempre y que prefiere mantenerse en el anonimato, percibe el número ocho en verde; no tendrá ningún problema cuando lo lea escrito en negro (un color que ella denomina "neutro") o en el mismo verde. Sin embargo, su propia experiencia y las pruebas de conducción electrodermal (básicamente, pruebas de sudoración de las manos que muestra la situación afectiva de la paciente) a las que le han sometido durante los meses de estudio de su caso, demuestran que enfrentarse al número ocho impreso en cualquier color distinto del verde o el negro produce en M. A. situaciones de molestia o nerviosismo que ella nunca supo explicar.

El grupo granadino, explica Alicia Calleja, actualmente estudiando en Estados Unidos con uno de los máximos científicos en esta materia, el profesor Vilayanur Ramachandran, ha demostrado la interferencia que el color puede tener sobre el significado en estas personas. A M. A. se le pidió que categorizara las palabras amor y odio como positivas o negativas de acuerdo a una escala de valores. En su color congruente, amor recibió el máximo valor positivo y odio el máximo valor negativo. Cuando se cambió el color de impresión, cuenta Calleja, "los resultados fueron fascinantes". Según explica Calleja, M. A. tardaba mucho más en valorar el carácter de la palabra, como si las interferencias no le dejaran ponderar el significado con claridad. Y, para colmo, ambas cambiaban su valor: amor escrito en el color equivocado ya no recibía la máxima puntuación positiva y se acercaba a una puntuación intermedia, casi ni buena ni mala. Igual sucedió con odio.

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