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El Festival de Aviñón se suspenderá si se mantiene la huelga de los trabajadores

El sindicato CGT ha convocado paro general para mañana, día en que empieza el encuentro

El Festival de Aviñón corre peligro de suspenderse mañana por la huelga convocada por los trabajadores del espectáculo. Varios festivales franceses de verano ya han sido anulados o se han desarrollado parcialmente por ese motivo. Ahora todos los ojos se fijan en Aviñón, el más antiguo, representativo y el de mayor duración. Atacando Aviñón, los "intermitentes" (temporales) atacan un símbolo. Para Bernard Faivre d'Arcier, director del festival, "el tiempo de las negociaciones ha pasado. Ya no se trata de mejorar o corregir un aspecto del acuerdo del 27 de junio, sino de retirarlo".

En la ciudad de los Papas están en juego unos 600 montajes y 40 millones de euros
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El sindicato CGT ha declarado una huelga general reconducible a partir del 8 de julio. La elección de la fecha no es casual, pues se trata del día en que Aviñón debe comenzar sus representaciones. Los 100.000 espectadores del festival oficial y los 600.000 del off confían aún en que Jean Voirin, líder de la rama del espectáculo de la CGT, no tenga razón cuando asegura que "está muy claro que Aviñón y muchos otros festivales lo tienen negro".

En la ciudad de los papas están en juego unos 600 montajes distintos y alrededor de 40 millones de euros. De no celebrarse el certamen, el Ayuntamiento habrá tirado por la ventana 1.136.100 euros; el departamento, 489.700, y la región, 412.500. El festival perderá 2,5 millones que hubiera ingresado con la venta de entradas. El Estado habrá invertido para nada 2.869.000, pero lo más grave -y basta comparar las cifras de las subvenciones con las de montante global que mueve el festival- es lo que dejará de ganar toda la zona, la crisis que afectará a hoteles, restaurantes y comercios de todo tipo. Y mejor no incluir en el cálculo los 20 millones de euros en que se estima la publicidad gratuita que recibe la ciudad gracias a la atención que le prestan los medios de comunicación.

La alcaldesa de la ciudad, Maria José Roig, ha organizado incluso un referéndum de urgencia entre sus conciudadanos para que ratifiquen un llamamiento en el que se dice, entre otras cosas, que "nuestro festival (in y off) es hoy patrimonio de Francia y del mundo, y hoy ese patrimonio está amenazado". El texto insiste también en que "la cultura es diálogo y no violencia; el teatro, un lugar de intercambio y no de enfrentamiento", y da por descontado que "los artistas y los profesionales del espectáculo quieren trabajar y los espectadores escuchar la palabra de los artistas". Bonitas palabras. Lástima que, como recordaba a este periódico el director del festival, Bernard Faivre d'Arcier, hasta hace apenas una semana, Madame Roig y su equipo municipal nunca habían demostrado el menor interés por la cultura, raramente han acudido a ver espectáculos, han dejado pasar la oportunidad de convertir la ciudad en sede de un centro internacional permanente de enseñanza de técnicas y artes ligadas al teatro y la danza para preocuparse sólo por sacar el mayor dinero posible de cada visitante.

Si la CGT elige la fecha pensando lanzar su movimiento donde y cuando más duele, ¿qué decir del sorprendente acuerdo firmado por la patronal y tres sindicatos minoritarios? Firmarlo el 27 de junio, la vigilia de la temporada de los festivales de verano, instituciones frágiles -muchas de ellas dependen en un 70%, 80% o 100% de la taquilla- que se sirven de muchos "intermitentes" con plena pertinencia. Si la patronal deseaba liquidar por fin un régimen especial que califica de "ruinoso", no podía escoger mejor momento para provocar a los "intermitentes" y dividir la profesión.

Si los directores y actores del in hablan de "derecho a la palabra", "obligación de belleza", "libertad de expresión" y de "proteger la creación", los del off Festival son mucho más prosaicos: "El 95% de las compañías del off quieren que haya festival. Son grupos que han invertido tanto que no pueden pasarse de las representaciones", dice Paul Slive, director de teatro en dicha sección. "Se trata de un mercado. Si los profesionales, si los programadores no ven nuestros montajes, no habrá contratos el año que viene", constata Alexis Victor, actor que dice que "tendrán que impedirme físicamente el subir al escenario para que no presente mi montaje. He invertido 12.000 euros en ello. Quienes hacen llamamientos para anular el off no son conscientes de las realidades económicas".

En Lyón, en Montpellier, Marsella, Perpiñán, Aix-en-Provence, Albi, Pau, Rennes, La Rochelle o Montluçon ya han anulado o suspendido el festival parcial o totalmente. En otras muchas localidades, además de Aviñón, pueden verse obligados a hacer lo mismo. "Si se mantiene la convocatoria de huelga, pediré una reunión de urgencia del Consejo de Administración del festival", dice su director, "y el único punto del día será la anulación completa del certamen. En ningún caso aceptaré que las representaciones se celebren a base de recurrir a la violencia", ha añadido Faivre, que sin duda no quiere recordar la máxima brechtiana que pretende "sólo la violencia sirve allí donde la violencia reina".

Protesta de trabajadores en huelga en Aviñón.
Protesta de trabajadores en huelga en Aviñón.AFP

Un pilar de la excepción cultural

En Alemania, los países nórdicos y el Este de Europa, la tradición teatral privilegia los grupos, los teatros estables, ligados a la municipalidad; en el mundo anglosajón, autores, productores e intérpretes son los reyes, y su poder se asienta en el idioma, en el control de la industria audiovisual a escala mundial y en la vitalidad de una escena privada que no aparece como contrapuesta a los pocos teatros subvencionados; en la tradición latina, el director lleva consigo una pequeña infraestructura y coexisten como mundos paralelos el teatro público y el privado.

En Francia la piedra angular del sistema es la llamada intermitencia. Según el director Jérôme Savary, hoy al frente de la Opéra Comique de París, "fue Gérard Philipe el primero que obtuvo para los artistas independientes unas ayudas para que pudieran vivir entre dos espectáculos". El actual sistema se puso en pie en 1969, después de que la revuelta de Mayo del 68 obligase a alterar por primera y, de momento, única vez la programación del Festival de Avignon. Durante 10 o 12 años la intermitencia funcionó a plena satisfacción, convirtiéndose en un sistema de subvención encubierta a un sector de la industria cultural sin que eso le costase dinero al Estado. Empresarios y trabajadores cotizaban para, a cambio, tener derecho, tras trabajar un mínimo de 507 horas al año, a 12 meses de subsidio de paro. La documentación, los ensayos, el trabajo de reflexión previo a cualquier montaje pasaban a ser tiempo remunerado gracias al régimen especial. Hoy, mientras Avignon parece a punto de vivir su primera anulación pura y simple desde 1947, al mismo tiempo que el cine francés descubre que tiene que buscarse otros patrocinadores además de los canales de televisión y que el más sólido y olvidado de entre ellos es el público, mientras la CGT niega importancia a un déficit de 828 millones de euros, se diría que se dibuja el fin de la "excepción cultural francesa". O al menos, de uno de sus pilares.

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