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ESTA SEMANA
Columna
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Doble lenguaje

En el Partido Popular han pasado de puntillas ante la decisión del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, de subirse el sueldo más de un 20% y, de camino, bajar las asignaciones destinadas a la oposición. El anterior alcalde, el socialista José Moratalla, no se ha cortado un pelo y ha tachado esta medida, simplemente, de un atraco. Para los populares no hay nada de que alarmarse. Torres Hurtado está en su derecho. Proponen, no obstante, que se regule de una vez por todas lo que han de cobrar los alcaldes y se lamentan de que, precisamente, las retribuciones que ya había fijadas en el Ayuntamiento granadino fueran muy escasas, algo que debería haber provocado, más que decepción, alegría por lo que supone de austeridad y ahorro para las arcas públicas.

No es de esperar otro estilo de gobernar y que se apliquen las correcciones debidas

Tampoco ven motivo alguno de escándalo por el derroche que se ha evidenciado en la celebración de las bodas de oro sacerdotales de Miguel Castillejo, el presidente de Cajasur. No encuentran motivo alguno para la alarma el que se destine la Catedral de Sevilla para concelebrar una misa con el objeto de resaltar este singular aniversario, a diferencia de lo que han denunciado significativos miembros del clero y, ni siquiera, observan anomalía alguna en ese ágape multitudinario en homenaje a su persona.

Es más, rechazan las críticas habidas, en este caso, por considerar que no tienen más que un afán intervencionista desaforado por parte de la Junta. Esta forma tan particular de ver las cosas, no resulta nueva en el PP, sobre todo cuando los afectados por los escándalos son de los suyos. Algo muy parecido ocurrió años atrás con el que fuera Delegado del Estado en la Zona Franca de Cádiz, Manuel Rodríguez de Castro. Niño mimado del ministro de Economía, Rodrigo Rato, y reconocido fontanero en la sede del Partido Popular en la calle Génova, se destacó durante su estancia en la capital gaditana, por su generosidad a la hora de administrar los recursos públicos que estaban a su disposición. Sus gastos en el capítulo de representación y protocolo fueron descomunales, hasta el punto de que no tuvo más remedio que quitarse de en medio una vez que la prensa desveló las extraordinarias partidas económicas que destinaba a regalos, viajes y hoteles de lujo.

Al estallar el caso, los populares no hicieron más que arroparle, y decir que las cuentas estaban bien y que el dinero distraído en esos gastos no tenían otro fin que el de promocionar ese organismo.

Ni pizca de dudas sobre su gestión, ni tampoco la más mínima autocrítica por la forma de actuar de un hombre que, por su proceder, generó, a pesar de todo, una notable inquietud entre los dirigentes populares de Cádiz. Tanto, que al poco tiempo, una vez que amainó el temporal, desapareció del mapa. Le destituyeron y, con el paso de los meses, se supo que, lejos de ser castigado por su trayectoria, fue promocionado a otras empresas mayores del departamento ministerial. Así que ahora se nos presenta como flamante consejero económico del Instituto de Comercio Exterior (ICEX) en Rumanía. Y como tal, aterriza, de nuevo en Andalucía esta semana. Participará en unas jornadas en Sevilla para promocionar el intercambio comercial entre España y ese país de Europa del Este.

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Con meridiana claridad, se dibuja el procedimiento a seguir. No debemos esperar ningún tipo de rectificación por los excesos que cometen sus alcaldes a la hora de subirse descaradamente sus sueldos, ni tampoco cuando nombran nada menos que a ocho vicepresidentes en la Diputación de Almería, con el exclusivo fin de resolver los problemas internos que tienen en esa provincia.

No es cosa de esperar un nuevo estilo de gobernar y que se apliquen las correcciones debidas. En todo caso, estamos ante la manía de los demás por entrometerse en temas que para nada le atañen. Un actitud complaciente, pues, que, sin duda diferiría notablemente, si estos comportamientos aquí apuntados hubiesen tenido a otros protagonistas, por ejemplo, integrantes del PSOE.

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