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Columna
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Elogio de la normalidad

De repente, hemos caído en la cuenta de que no hay nada más deseable en estos tiempos que la normalidad. Los chinos emplean una extrema maldición que dice: "¡Qué tengas años interesantes!". Ahora atemorizan los posibles años interesantes, los nuevos inventos interesantes, las leyes de interés general, el tipo de interés y todo aquello que trate de perturbarnos. El cáncer es la maldita expresión de una vida superabundante, la aterradora metáfora del excesivo interés por vivir.

También los chinos, chinos precapitalistas, pensaban que de cualquier cosa sólo debe poseerse algo. Ni mucho ni poco, algo. El objetivo de la buena filosofía oriental no es nunca el máximo de una experiencia o una ganancia, sino la porción idónea. Los cristianos tienden hacia el cielo como aspiración culminante. Cuanto más alto, mejor; cuanto más profundo, más interesante o valioso. Los confucianos, en cambio, no aspiran a maximizar las conquistas, sino a optimizarlas. El punto de la felicidad no se halla en la cima, sino acaso en el equilibrio del talle. La normalidad es ahora, tras una guerra y en el vientre de una crisis económica, en la tesitura del terrorismo omnipresente o en la amenaza del accidente sin cesar, el ámbito donde se hallaría la recompensa.

En general, la sociedad va ofreciendo signos formales y morales del cambio en la tendencia. Las películas de efectos especiales, el arte de la provocación, las performances sensacionalistas, están pasadas de moda. Hasta el piercing o el tatuaje, que fueron un signo de tiempos rebeldes, han decaído enseguida. ¿Quién acierta a decir algo con un clavo o un tatuaje adicional? ¿Cómo hacerse oír en ese agotado lenguaje? Los intérpretes de rap introducen el nombre de grandes marcas en las letras de sus canciones, subvencionados por Chanel o Courvoisier, y Eminen, tras haber circulado en el cine, va dejando la energía de la marginalidad. La normalidad se extiende como la nueva opción, y Tommy Robredo, la gran revelación en el tenis español y de Roland Garros, ganador de los números uno y dos del mundo, no viste camisetas extravagantes ni bodies ajustados sin mangas. Más bien Robredo recuerda a un personaje de Cuéntame, que es hoy por hoy el programa de televisión más actual, más ajustado a una vida de una familia normal en un mundo de ambiciones normalizadas. Hasta ayer los peinados de Beckham causaban sensación, pero hoy aburren. Definitivamente, Beckham es un producto de una época que ha pasado a la historia una vez que se ha agotado el triunfo de la excepción.

Ser singular acaba con uno. Los productos personalizados, customizados, han ocupado el centro del discurso individualista al amanecer el capitalismo de ficción, pero ahora ser uno mismo requiere un rodeo por la normalidad; un descanso en la normalidad absoluta. No quiere decirse un descanso en la no-moda, en el no-logo, en el no-no, sino una inmersión en el cuerpo descaracterizado del montón donde el rostro desaparece y hace posible regresar desde el estómago de la especie.

¿Nueva cocina? ¿Cocina de fusión? ¿Productos orgánicos? ¿Muebles de diseño? Todo parece caduco ante la propuesta de la máxima normalidad. El manifiesto a favor de la normalidad es tan extraordinario y subversivo que precisamente nadie puede redactarlo. El mundo ha escogido con tanta fuerza la excepcionalidad, el presente discontinuo, la exaltación de la aventura, la importancia de la fama, que no comprendería la insólita lógica de la normalidad. Sin embargo, la normalidad nos salva. En ella se extiende la vida como una sustancia primordial y confundida con la realidad elemental del tiempo y el espacio. La normalidad ahora nos preserva, porque la patología del nuevo estilo del mundo consiste, con hacernos enloquecer, hacer enloquecer los supuestos mediante guerras, crisis y previsiones ficticias, de manera que sólo parece posible residir en la falacia sin cesar. Allí donde el corazón se desorienta y la voluntad vacila; allí, en definitiva, donde no hay habitación estable y la lucidez se aturde enajenada por el miedo y la indeterminación.

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