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LA POSGUERRA DE IRAK | Los horrores del régimen

El Partido Comunista Iraquí renace tras 40 años de represión

Guillermo Altares

Un viejo edificio militar del centro de Bagdad ha sido ocupado y está lleno de banderas rojas. En su fachada pueden leerse lemas como: "Patria libre y próspera nación", "Viva el Primero de Mayo, la fiesta de los trabajadores del mundo". La actividad en la sede del Partido Comunista Iraquí (PCI) aumenta día a día. Han impreso pegatinas y pósteres, tienen su propio diario, El camino del pueblo, y hasta su página web, www.iraqcp.org. Hace 10 días el edificio era un caos; ahora, nada más entrar hay una serie de mesas con personas que apuntan a todos aquellos que quieren sumarse. "Me llamo Alí, sin apellidos. Aquí, mientras el dictador esté vivo, sólo utilizamos nuestros nombres", dice un responsable.

Han organizado un comité central, tienen delegados regionales y locales y, sobre todo, una larga tradición de resistencia. Su lema es "Una lucha de 69 años". Sus imágenes, un puño en alto o un cuadro naïf con figuras que representan a todos los sectores de la sociedad iraquí, tienen sabor más antiguo que su discurso. "Hemos luchado por la libertad durante 70 años y por eso creemos que llegará por fin la democracia a Irak", dice Shaker, el secretario general. Su discurso es claro: el PCI abolió el leninismo en 1993, creen en la diversidad étnica de Irak, respetan todos los credos y les gustaría asociarse con los partidos socialdemócratas europeos y árabes. "Nuestra apuesta es por un Irak federal y democrático", dice Shaker.

Como muchos de los miembros del partido, Shaker conoce la clandestinidad y la cárcel. Dice que tuvo que vivir escondido durante años. Samura, una elegante mujer de 40 años vestida de forma occidental, cuenta que fue detenida en 1981 y liberada tres días más tarde gracias a contactos familiares. Salió de Irak para regresar hace menos de tres semanas, cuando se derrumbó el régimen.

Ninguno de ellos quiere hablar del papel del PCI en el futuro de Irak, pero no han querido trabajar con los estadounidenses porque están contra la guerra. "La libertad no puede traerse con tanques", dice Shaker. "No queremos estar en un Gobierno presidido por los estadounidenses", dice Samura.

Otros iraquíes desconfían del partido comunista por motivos religiosos. "No creen en Dios", dice Alí, de 43 años. "Aunque no tienen armas y eso es bueno", relata este funcionario, quien recuerda que un ayatolá de Nayaf ya emitió un edicto en 1970 diciendo que ningún musulmán podía ser miembro del PCI. Su enorme capacidad de resistencia juega a su favor: fundado en 1934, creó su primer comité central en mayo de 1935. El camarada Fahd, Yusuf Salman Yusuf, impulsó su base social en los años cuarenta. Durante la dictadura de Abs al Karim Qasim la represión contra los comunistas fue salvaje: sólo en el año 1963 fueron asesinados 3.000 miembros. En los setenta, la cooperación entre la URSS e Irak era estrecha. En 1978, Sadam lanzó una campaña de represión contra los comunistas.

En la sede los saludos son con el puño en alto, muchos llevan chapas en la solapa. El jueves 1 de mayo organizaron una pequeña manifestación con banderas rojas en la plaza del Paraíso, ante los hoteles Palestina y Sheraton. Mafi Abú, uno de los responsables, asegura orgulloso: "Viene gente de todas las clases y religiones. También muchas mujeres, porque uno de nuestros objetivos es que formen parte de la vida pública", dice, como si ya estuviese en campaña.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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