_
_
_
_
_
Reportaje:AMENAZA DE GUERRA | La situación en el norte de Irak

Viaje a la frontera entre árabes y kurdos

Bagdad mantiene una ambigua relación con la región semiautónoma kurda protegida por aviones aliados

Ángeles Espinosa

En la Estación del Norte de Mosul, el bullicio es el habitual en una mañana cualquiera. Los conductores esperan a los clientes para emprender viaje a Arbil, Dohuk o Zajo. Nada extraordinario si no fuera porque esas tres ciudades del Kurdistán iraquí se hallan fuera del control del Gobierno central desde 1991. "Sólo los kurdos pueden cruzar", dice Abdel Yabar, uno de los taxistas que cada día viene con pasajeros desde Arbil y regresa de nuevo cuando llena su coche. "Es una hora de viaje y cobramos 2.000 dinares [80 céntimos] por persona", explica. Ni él ni los compañeros dicen tener dificultades con los soldados iraquíes o kurdos que controlan esa frontera imaginaria entre el Irak árabe y el Irak kurdo. "Ya nos conocen, sólo controlan a los pasajeros", aseguran.

Más información
Blix prepara una lista de 30 preguntas que Irak todavía no ha respondido

De acuerdo con su relato, la mayoría de los viajeros vienen a cobrar su jubilación, al médico o a arreglar papeles. "Si han comprado un coche y son de aquí, aunque vivan en Arbil tienen que registrarlo aquí", afirman. Yaser, guía del Ministerio de Información, confirma ese extremo que pone de relieve un hecho, los lazos entre los dos lados nunca se han roto del todo.

La separación de Bagdad de tres de las cuatro provincias kurdas de Irak (Arbil, Dohuk y Suleimaniya) se produjo en octubre de 1991. Estados Unidos, Reino Unido y Francia impusieron una zona de exclusión aérea por encima del paralelo 36 para proteger a los kurdos que se habían sublevado tras la guerra del Golfo y el Gobierno central retiró sus soldados y su Administración. A falta de ésta, la ONU gestiona el 13% del Programa Petróleo por Alimentos que asigna a esas provincias, donde viven 3,6 millones de iraquíes, en su mayoría kurdos.

Desde entonces, Bagdad ha respetado el statu quo, salvo una breve incursión en apoyo de una facción kurda en el verano de 1996. "La situación es delicada", coinciden varios observadores extranjeros, "tratar de emplear la fuerza militar sería suicida bajo las patrullas aéreas angloamericanas". Por otra parte, si la Administración central optara por cortar los lazos con el norte, rubricaría una separación que ni desea ni puede admitir.

Hasta 1998, los periodistas también podían cruzar al otro lado. Incluso lo hacían con los mismos guías oficiales que les acompañaban desde Bagdad. Yaser estuvo allí en tres ocasiones. "Bueno, era igual que aquí, sin retratos del presidente y con muchas antenas parabólicas", admite. Los taxistas coinciden con el guía: "La situación es igual", y añaden: "No hemos visto soldados estadounidenses".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Todos dicen que no contrabandean mercancías del otro lado, que está prohibido y que los pasajeros sólo pueden llevar consigo sus pertenencias. Sin embargo, el zoco de Mosul está lleno de productos turcos que, como el petróleo iraquí que viaja a Turquía, pasan por el Kurdistán en un boyante comercio que el Gobierno central liquida en dólares con el autónomo.

La petición de viajar hasta el puesto de control, a 40 kilómetros al este de Mosul, choca con la negativa del representante del Ministerio de Información. "Es una zona militar; los soldados han sustituido a los policías", justifica, dando pábulo a las noticias que llegan del norte sobre la evacuación de algunas aldeas para reforzar lo que se teme será el principal frente terrestre de la guerra.

En la recepción del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) en Bagdad hay un gran retrato de Sadam Husein con el traje nacional kurdo: zarigüeyas, chaqueta corta, fajín y turbante. Pero su secretario general, Ahmed Mohamed Said Atruchi, viste a la occidental y apoya sin fisuras al gobernante Partido Baaz. Junto con el Partido Revolucionario de Kurdistán, el PDK de Atruchi está representado en el Parlamento iraquí.

"Son todos baazistas", asegura Carlos Kurdi, representante en España del PDK de Masud Barzani, que no reconoce a la rama proiraquí que usa sus mismas siglas. Sin embargo, resulta curioso que una parte de su discurso utilice las mismas palabras. "Todos somos iraquíes y no buscamos la independencia, sino la autonomía para el Kurdistán dentro de un Irak democrático", dicen unos y otros.

Las propias relaciones de los dirigentes kurdos con el poder central han estado siempre rodeadas de ambigüedad. Los enfrentamientos entre sus dos principales representantes, el citado Barzani, y Yalal Talabani, líder de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), se han traducido en coqueteos de uno y otro con Bagdad. En el verano de 1996, Barzani recurrió a Sadam para derrotar a los hombres de Talabani. Tres años más tarde, el líder de la UPK consideraba esa opción para salir del atolladero económico: el PDK controlaba la mayoría de los ingresos aduaneros en detrimento de la UPK.

Sobre los kurdos, una minoría étnica de cerca de cinco millones de personas (casi el 20% de la población iraquí), pesa la opresión baazista y las traiciones estadounidenses. Bagdad no ha dudado en gasearles (Halabadya, 1988). EE UU les abandonó en 1975, 1991 y 1995, cuando incumplió sus promesas de apoyo a su autodeterminación.

Una mujer iraquí pasa junto a un viejo Chevrolet, utilizado como taxi en la ciudad de Mosul.
Una mujer iraquí pasa junto a un viejo Chevrolet, utilizado como taxi en la ciudad de Mosul.ASSOCIATED PRESS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_