_
_
_
_
_
CIEN AÑOS DE SIMENON

El año Simenon

La noche del 12 al 13 de febrero, fecha del nacimiento de Georges Simenon (Lieja, 1903-Lausana, 1989), se inicia el año del centenario del último monstruo de la literatura del siglo XX: cuatrocientos títulos, traducidos a 87 lenguas, cientos de millones de ejemplares vendidos, innumerables adaptaciones cinematográficas y televisivas, en especial de las aventuras de su personaje más universalmente famoso: el comisario Jules Maigret.

¿Qué cabe esperar del año Simenon? En primer lugar una importante operación de marketing propiciada por los herederos del escritor y las principales editoriales de Europa y de Estados Unidos que comercializan sus obras. Operación que tiene su sede en Lieja, ciudad belga visceralmente vinculada a Francia, "la Marsella del norte", la primera ciudad no francesa en ser condecorada con la Legión de Honor. A lo largo de seis meses, la ciudad de los príncipes-obispos va a convertirse en un gran parque temático simenoniano en el que estarán presentes concursos de crímenes virtuales (los concursantes deberán, con la ayuda de un supuesto comisario Maigret, averiguar la identidad de los asesinos); la construcción de algunas pipas gigantescas (objeto emblemático tanto del comisario como de su creador), diseñadas por artistas locales y cuyas cazoletas serán utilizadas para depositar la basura (uno se pregunta si en vez de un homenaje a la pipa de Maigret/Simenon no se trata de una campaña antitabaquista); el estreno de una comedia musical evocando el París de los años locos y de los amores (una relación eminentemente sexual) entre Simenon y Josephine Baker, y, claro está, un buen número de debates y de convenciones literario-policiacas y gastronómicas, rociadas con innumerables jarras de excelente cerveza.

"Es el mayor, quizá, y el más auténtico novelista de cuantos tenemos hoy en la literatura francesa", André Gide
Más información
El antihéroe
Simenon o el exceso
Un nudo de intrigas y atmósferas
Emoción de mirar

En Francia, y concretamente en

París, capital de la edición francesa, el año Simenon viene marcado por un hecho de una indiscutible trascendencia literaria y que en cierta medida cierra una vieja polémica en torno a la naturaleza y calidad de la obra novelística del escritor belga: la publicación de una selección de sus novelas (tan sólo las calificadas por Simenon como "romans de la destinée", excluyendo por tanto las policiacas de la serie Maigret) en La Pléiade, la prestigiosa colección de la casa Gallimard, panteón oficial de la literatura francesa.

Al margen de la operación comercial (que podía, con justicia, haber incluido algún que otro título de la serie Maigret, en el caso de que Gallimard contase con los derechos de la misma), la panteonización de Simenon y sus novelas resulta la mar de lógica si se tiene en cuenta que, ya en 1938, un personaje de la talla de André Gide, gurú indiscutible de la N.R.F., había calificado al autor de La nieve estaba sucia como "el mayor, quizá, y el más auténtico novelista de cuantos tenemos hoy en la literatura francesa". Afirmación un tanto sorprendente que contrastaba con el desprecio que Brasillach y otros escritores -"Simenon es siempre la misma cosa: la estufa no tira y la mujer huele a col hervida", decía Giono- sentían hacia su obra. A lo sumo se le reconocía una notable capacidad para inventarse historias, aventis, como diría Juan Marsé, pero se le negaba una verdadera condición de écrivain: su léxico era pobre, la frase poco trabajada, el estilo plano, gris. Se le consideraba un hábil periodista, un autor de "romans de gare" (de estación ferroviaria) que pugnaba por hacerse un sitio en la verdadera, en la buena literatura (aunque, todo hay que decirlo, también tenía sus partidarios, como Mauriac y Cocteau, entre otros).

Una gran parte de los cronistas y críticos literarios insistían en que le faltaba algo, un no sé qué -¿trascendencia?- para ser un escritor completo, los manuales literarios lo ignoraban, sus novelas no entraban en las aulas de secundaria -y siguen sin entrar- y, además, tenía el vicio imperdonable de escribir demasiado, cuatro o seis novelas al año. Esa monstruosidad creadora unida al elevado tiraje de sus libros y a su inmensa popularidad hicieron que nunca ganase el Goncourt (cuando La viuda Couderc y Los anillos de la memoria, por no citar La cabeza de un hombre o El loco de Bergerac, de la serie Maigret, son infinitamente superiores a tal o cual olvidada novela ganadora del célebre premio), que no entrase en la Academia Francesa y, si me apuran, que no se hiciese con el Nobel, que tal vez se lo merecía más que Mauriac y que el novelista y autor teatral Jean Paul Sartre.

En cuanto a la bibliografía en torno al personaje y a su obra, el año Simenon se muestra rico en novedades, si bien lo fundamental en cuanto a la biografía del escritor ya se publicó poco después de su muerte (la monumental biografía de Pierre Assouline, en 1992, ampliada en 1996, y que este año se reedita con nuevas aportaciones, así como las de Patrick Marham -Londres, 1992- y de Fenton Bresler, The Naked Man. The Mystery of Georges Simenon -Nueva York, 1983-, anterior, pues, a la muerte de Simenon). En todo caso, llama la atención el libro de Michel Carly, Sur les routes américaines de Simenon (Carnets Ómnibus, 2003), un recorrido por las ciudades de Estados Unidos donde vivió Simenon desde 1945 hasta 1955, realizado por el autor en compañía de John Simenon, uno de los hijos del escritor, nacido en Tucson (Arizona).

Se reeditan interesantes ensayos sobre la obra simenoniana de Denis Tillinac, de Roger Stéphane, de Francis Lacassin, el espléndido Le cas Simenon, de Thomas Narcejac (Le Castor Austral), y un buen número de trabajos debidos a los innumerables simenonianos del fin de semana, investigadores no profesionales pero que lo saben todo sobre su autor preferido (como es el caso de los autores de Simenon au fil des livres et de saisons, de un gran interés, en especial por su bibliografía).

Se esperan también números especiales de la revista Traces, publicación anual, desde 1989, del Centro de Estudios Georges Simenon de la Universidad de Lieja (que alberga el fondo Simenon, cedido por el autor), y de los Cahiers Simenon, publicación también anual, desde 1987, de la sociedad de Amigos de George Simenon, con sede en Bruselas.

En España, la obra de Simenon

la publica Tusquets Editores: los "romans de la destinée", en la colección Andanzas, así como la serie Maigret, la cual se vende mucho mejor que los "romans" (como ocurre en Italia con la editorial Adelphi). Las traducciones son de una calidad muy estimable -Simenon resulta fácil de traducir, pasa muy bien de un idioma a otro-, si bien su presencia en las librerías y en las grandes superficies -y en las estaciones ferroviarias- deja bastante que desear. El año del centenario es, pues, una espléndida ocasión para realizar una campaña promocional. Desgraciadamente, no contamos, a diferencia de franceses, ingleses, italianos, alemanes..., de una serie televisiva española dedicada al comisario Maigret y tampoco puede decirse que los filmes de Duvivier, de Renoir, de Decoin, de Carné, de Delannoy, de Melville, de Tavernier, de Chabrol... sobre los "romans" de Simenon proliferen en las cadenas de televisión españolas. Tusquets Editores, conjuntamente con las cinematecas y los institutos franceses en España, haría bien organizando ciclos para mostrar algunas de esas más que estimables realizaciones. Entre ellas, Barrio, tal vez la única película española (en realidad se trata de una coproducción hispano-portuguesa) realizada sobre una novela de Simenon (La prometida de M. Hire, 1933). Fue dirigida por Ladislao Vajda, "el húngaro errante", en 1947, y entre sus intérpretes figuran Guillermo Marín, Manolo Morán, Tony Leblanc, Antonio Riquelme y las hermanas Julia e Irene Gutiérrez Caba.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_