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Reportaje:¿QUÉ OCULTA SADAM?

La emancipación de Alemania

Quien está tan profundamente hundido en un hoyo no debería seguir escarbando". Risas generalizadas en la conferencia de prensa en Washington. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, acababa de hacer su enésimo chiste sobre Alemania. Controlada la hilaridad del público, Rumsfeld añadió sonriente, con ojos pícaros y buscando fáciles complicidades del público: "Sé que no debería haber dicho esto". Más risas. Rumsfeld tiene acostumbrados a los alemanes a sus exabruptos desde hace meses. Por eso, su descalificación de la proclamación de Francia y Alemania en contra de una intervención militar en Irak, más que sorprender, irritó en extremo por ser una suprema constatación no sólo del desprecio que gran parte de la Administración norteamericana siente y expresa hacia los dos mayores países de la Unión Europea y hacia cualquier manifestación de disenso político.

Las burlas de Rumsfeld ilustran el desprecio de gran parte de la Administración de EE UU hacia Francia y Alemania por sus críticas a la guerra
"Queremos el desarme de Sadam Husein", asegura el canciller Schröder, "pero tenemos que lograrlo por métodos diplomáticos"

También porque el comentario sobre Francia y Alemania como la Europa vieja en contraposición a la nueva y oriental fue inmediatamente interpretada como un caramelo envenenado para los candidatos a un próximo ingreso en la UE, especialmente Polonia, la República Checa y Hungría. El pasado jueves se demostraba que la estrategia norteamericana de aislar a la díscola vieja Europa franco-alemana ya había cosechado sus frutos. Los tres países candidatos se unían al Reino Unido, España, Italia, Portugal y Dinamarca para expresar, en una carta de sus jefes de Gobierno, su pleno apoyo a la política de la Administración norteamericana y provocaban así una grave fisura en la UE, cuyas ambiciones de lograr una sola voz en política internacional quedaban ya no en evidencia, sino rayanas al ridículo. Con amargura denunciaba un locutor de la televisión alemana NTV que "esos tres países, los polacos, los checos y los húngaros, que nos deben a los alemanes su ingreso en la UE, ahora se posicionan abiertamente contra la postura alemana".

Ingratitud sangrante

Muchos alemanes han interpretado esta iniciativa, a la que tan sugerentemente invitaba Rumsfeld, como una demostración de ingratitud sangrante, cuando no de abierta traición. Incluso los democristianos de la CDU y la CSU criticaron en su día a Rumsfeld, pese a su firme oposición a la postura de Schröder contra la guerra. La opinión pública alemana entendió, tras conocer la carta del pasado jueves, a qué se refería The New York Times la semana anterior al informar de que la Administración norteamericana preparaba una operación para marginar y denunciar a los Estados críticos con su política.

La crisis de Irak, o la forma de afrontarla por parte de EE UU no sólo ha causado daños quizá irreversibles a las relaciones transatlánticas que durante más de medio siglo han sido la garantía de la seguridad común bajo el paraguas de la OTAN, sino que amenaza con dinamitar las bases de confianza entre los miembros de la UE y su proyecto de política exterior y de seguridad común. Pase lo que pase el miércoles en el Consejo de Seguridad de la ONU, convocado por EE UU para estudiar pruebas de la culpabilidad de Irak y forzar una decisión urgente, los últimos meses han cambiado profundamente la relación entre los aliados en la OTAN. Es probable que Francia no utilice su derecho de veto si se llega a un acuerdo para una nueva resolución, incluso que vote a favor si logra negociar un texto con el que salvar la cara y no verse marginada en el nuevo orden a surgir en Oriente Próximo tras la caída de Sadam.

Alemania se sabe en situación más difícil. Su canciller se ha comprometido a hacer frente a una política de presiones y hechos consumados por parte de Washington. "Nos lleva a una lógica de la guerra a la que nos oponemos", reiteró el jueves. "Queremos el desarme de Sadam, pero tenemos que lograrlo por medios diplomáticos", dijo en la campaña electoral en Hesse, arrancando al público un aplauso ensordecedor. "El eje de los cobardes", llamaba New York Post a Francia y Alemania después de la insistencia de Schröder y Chirac de agotar los medios pacíficos y frenar lo que el propio general norteamericano Schwarzkopf, jefe de las tropas aliadas en la primera guerra del Golfo, ha calificado de "ansiedad por la guerra" de Rumsfeld.

El socio menor de los socialdemócratas en el Gobierno de Berlín, el partido de los Verdes, cuyo líder, Joschka Fischer, ha intentado salvar en lo posible unas relaciones germano-norteamericanas que considera imprescindibles, también parece haberse resignado a que EE UU haga imposible cualquier diálogo en términos de igualdad y respeto mutuo. El 13 de enero, los Verdes, que habían aceptado la intervención en Kosovo como mal menor, se declararon radicalmente contrarios a toda intervención militar en Irak.

La retórica norteamericana sobre el eje del mal y el con nosotros o contra nosotros y las continuas alusiones al compromiso divino y redentor de una campaña en la que el semanario Der Spiegel no ve más que Blut für Öl (sangre por petróleo) ha generado en la sociedad alemana una hostilidad hacia los planes de Washington que son hoy irreversibles. Como dice Alice Schwarzer, la gran dama del feminismo alemán, "el tono que usan es revelador. Esta potencia mundial ya no está acostumbrada a que se la contradiga. Estoy orgullosa del canciller. Es hoy líder de un intento en Europa de no olvidar del todo el derecho internacional y los derechos humanos".

Alemania puede finalmente quedarse sola, tras lo que muchos consideran deserción de sus vecinos orientales y un posible quiebro en la postura francesa. Sumida en una crisis económica grave y esperando reveses electorales Schröder sabe que en su postura de emancipación frente a EE UU tiene a una sociedad muy compacta guardándole las espaldas.

Jacques Chirac (izquierda) y Gerhard Schröder, el pasado 22 de enero en el castillo de Versalles.
Jacques Chirac (izquierda) y Gerhard Schröder, el pasado 22 de enero en el castillo de Versalles.AP

Augstein vence después de muerto

RUDOLF AUGSTEIN, el legendario fundador y editor del semanario Der Spiegel, muerto hace unas semanas, no ha llegado a ver cumplirse lo que durante décadas exigía a los Gobiernos alemanes y a sus compatriotas, que no era sino el levantamiento contra el dictado de Washington en el que, según él, se había transformado la llamada solidaridad transatlántica. Augstein era menos un europeísta que un alemán convencido desde hace mucho tiempo de que Europa sólo podría construirse con una decidida voluntad de emancipación frente a Washington. La declaración franco-alemana del 22 de enero pasado en Versalles, con la solemne proclamación de Gerhard Schröder y Jacques Chirac de rechazo abierto a la intervención militar en Irak, le habría llenado de gozo. Los aplausos entusiastas de los jóvenes franceses y alemanes que fueron testigos directos le habrían conmovido.

La historia propia, los errores y crímenes cometidos en su nombre en el pasado no obligan a la obediencia ciega hacia vencedores y después aliados, sino al permanente ejercicio de la conciencia crítica. Y desde luego, a un firme rechazo a todo entusiasmo militarista, conquistador y redentor como el que llevó al pueblo alemán a la miseria en el pasado siglo. Las tesis de Augstein arrasan hoy día en Alemania. Las nuevas generaciones que no vivieron, no ya la era nazi, la guerra y la derrota, sino tampoco el Plan Marshall y el bloqueo de Berlín y apenas las postrimerías de la guerra fría, no sienten complejo histórico alguno que les inhiba en sus críticas a la política de la Administración de Bush.

"En una guerra de la familia Bush contra Irak no puede derramarse una gota de sangre alemana", escribía Georg Lorenz en el semanario de Augstein. Desde hace semanas, casi un inamovible 80% de los alemanes se manifiesta contraria a cualquier implicación en la guerra. En este sentido, el enfrentamiento entre Berlín y Washington refleja perfectamente las profundas diferencias entre dos opiniones públicas que cada día son más extrañas.

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