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La posición de EE UU | EL CONFLICTO DE IRAK

EE UU aceptará dar más tiempo a los inspectores si Francia apoya la guerra

Washington presentará la semana próxima una oferta de acuerdo para contentar a París

Enric González

Colin Powell quiere que Francia se integre de nuevo en la coalición militar encabezada por Estados Unidos y presentará la semana próxima una oferta de pacto: el gobierno de Washington estaría dispuesto a permitir que los inspectores de la ONU siguieran trabajando en Irak durante todo el mes de febrero, por lo menos, si Jacques Chirac aceptara que con esas semanas adicionales podían darse por agotadas todas las vías diplomáticas y diera, por tanto, el a la guerra, según fuentes del departamento de Estado. Mientras tanto, la Casa Blanca mantuvo ayer la escalada verbal contra Sadam Husein e insistió en que las inspecciones eran ya inútiles por la falta de cooperación del Gobierno iraquí.

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El giro antibélico del presidente francés, Jacques Chirac, ha colocado a Powell en una situación muy comprometida. El secretario de Estado convenció al presidente George W. Bush de que era necesario contar con el respaldo de Naciones Unidas antes de invadir Irak y negoció directamente con Francia -uno de los cinco miembros permanentes y con derecho a veto del Consejo de Seguridad- la resolución 1441. "Francia exigió que se suprimiera del texto la amenaza de guerra si Irak no cumplía inmediatamente la exigencia de desarme, y lo aceptamos, ya que todos los miembros del Consejo entendían que era la última oportunidad concedida a Sadam Husein antes de que la comunidad internacional recurriera a la fuerza; es incomprensible que los franceses se desvinculen ahora de ese acuerdo", dijo un alto cargo del Departamento de Estado. Powell está personalmente furioso con Chirac porque no esperaba la maniobra francesa y cree que su posición dentro del gabinete de Bush ha quedado debilitada.

La verbosidad del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ha creado un problema adicional para Colin Powell. La tormenta desatada por la despectiva alusión de Rumsfeld a la "vieja Europa", en comparación con una "nueva Europa" que englobaría, supuestamente, a países como República Checa, Rumanía y España, dificulta los esfuerzos diplomáticos para reconstruir la coalición militar y para conseguir que la ONU respalde la guerra. Rumsfeld y su principal colaborador, el subsecretario Paul Wolfowitz, principales artífices de la estrategia bélica para Oriente Próximo, parecen hacer lo posible para acelerar el inicio de las operaciones militares y para que Estados Unidos las desempeñe casi en solitario.

Alemania, descartada

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Ni Powell ni Bush consideran, sin embargo, que Francia esté aún definitivamente descartada. "De Alemania se sabe claramente lo que piensa; de Francia, aún no", afirmó el portavoz presidencial, Ari Fleischer. Mucho dependerá del tono del informe que deben presentar los inspectores de la ONU al Consejo de Seguridad el próximo lunes. El director del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, encargado de verificar el desarme nuclear iraquí, elogiará la cooperación del Gobierno de Bagdad y pedirá "varios meses más" para desempeñar su trabajo, según adelantó en Viena su portavoz, Mark Gwozdecky. El otro jefe de los inspectores, Hans Blix, que se ocupa de armamento químico y biológico y, por tanto, cubre un área mucho más sensible que la de Al Baradei (según Estados Unidos, Irak no tiene armas atómicas, pero sí químicas y biológicas), es más cauto y se reserva sus cartas. Pero en los últimos días ha señalado varias veces que la cooperación iraquí es "insuficiente".

El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, calificó ayer de "inaceptable" el hecho de que los científicos militares iraquíes no estuvieran a disposición de los inspectores para ser interrogados en privado y añadió que eso situaba "el desenlace aún más cerca". "Es una nueva prueba de que Irak tiene algo que esconder", manifestó.

El debate del Consejo de Seguridad sobre el informe de los inspectores permitirá ver, de forma casi definitiva, con qué aliados podrá contar Estados Unidos para lanzar una invasión y quiénes quedarán al margen. Muchos factores se combinarán la semana próxima. Uno de ellos, crucial, será el discurso de Bush ante las dos cámaras del Congreso reunidas en sesión conjunta, el próximo martes por la noche. El discurso sobre el estado de la Nación marca tradicionalmente el año político en Washington y en esta ocasión el presidente se juega muchísimo.

La parte del texto dedicada a Irak aún no está redactada (se escribirá en el último momento, cuando se conozca lo ocurrido el lunes en la sede neoyorquina de la ONU) y de su impacto en la opinión pública estadounidense dependerá el equilibrio de poder entre los sectores más belicistas de la administración de Bush (Rumsfeld, Cheney, Wolfowitz, el propio presidente) y los moderados, representados casi exclusivamente por Colin Powell. Todos los sondeos indican que los ciudadanos de Estados Unidos están cada vez menos convencidos de que sea oportuna una guerra en estos momentos y se inquietan cada vez más por el deterioro de la economía, que consideran mucho más importante que la permanencia de Sadam Husein en el poder. La popularidad del presidente también decae, aunque se mantiene relativamente alta (59%), y sólo una argumentación convincente sobre la necesidad de invadir Irak permitiría a Bush retomar la iniciativa en su plan para acabar con el régimen de Husein y ocupar militarmente durante un largo periodo una de las principales potencias de Oriente Próximo.

Desde Tokio, el subsecretario de Estado norteamericano, John Bolton, afirmó ayer que Washington tiene pruebas "muy convincentes" de que Irak mantiene un extenso programa para fabricar armas de destrucción masiva.

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