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Crítica:SHAKIRA | POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Otra ambición rubia?

Sonó una canción del grupo Guns n'Roses. Luego, sobre un telón que lucía la imagen de una cobra y de una mangosta, se proyectaron las siluetas rockeras de un guitarra y de un bajista retorciéndose sobre sus instrumentos, como mandan los cánones. Entonces se abrió el telón y bajo una cobra inmensa que se elevaba apareció ella, la más bella. Top de lentejuelas, pantalones tan ceñidos que parecían yugular la circulación de la femoral y una larga melena rubia que se asemejaba a las que vemos en los anuncios de suavizante para el pelo.

Comenzó Shakira a mover el vientre como esas bailarinas de los restaurantes libaneses y con una voz que por momentos recordaba a la de una María del Mar Bonet pasada de vueltas atacó las estrofas iniciales de Ojos así. Griterío, desmán y bosque de brazos en alto. El público respondía entregado a las primeras muestras de poderío de Shakira. Su nombre significa en árabe "llena de gracia" y la muchacha es realmente graciosa. En el guión del repertorio de la noche aparecía escrito incluso el momento en el que ella hablaría con el público, muestra de la milimétrica precisión con la que la artista colombiana administra su gracia. Otra gracia: mientras que sus competidoras por el cetro de reina de la latinidad mundial para el siglo XXI se decantan por producciones R&B o de seudosalsa para carpa, Shakira ha descubierto que vuelve el rock. Quizá por ello, la música de Guns n'Roses como sintonía, guitarrazos a troche y moche durante todo el concierto y las dos hilarantes versiones de la noche (Dude looks like a lady, de Aerosmith, y Back In Black, de AC/DC).

Shakira

Palau Sant Jordi. Barcelona 10 de diciembre.

Lo que se entendió

Sí, es cierto que su público, atónito y con cara de no tener el disco de Strokes, se quedó inmóvil esperando que acabasen esas canciones que no conocía y en las que Shakira se comportaba tan raro, pero todo se andará. Y si no siempre queda pensar que hasta el propio Van Gogh fue un genio incomprendido en su época.

Cosas que sí se entendieron en el concierto que Shakira ofreció en Barcelona, el único en España de su gira: a) El barbie-pop sigue ahí; b) el barbie-pop del siglo XXI tiene conciencia, tal y como lo demostró Shakira al proyectar unas imágenes de George Bush y Sadam Husein convertidos en marionetas manejadas por la muerte; c) para hacer barbie-pop se precisan un mínimo de tres cambios de vestuario que dejen siempre al descubierto la misma parte de la anatomía, y d) para que no te incluyan en el barbie-pop has de tocar la batería, la armónica y la guitarra -como Shakira hizo-, debe gustarte el rock, no le has de hacer ascos a la electrónica de baile -véase la versión que ofreció de Ready for the good times- y han de respetarse los orígenes -Shakira es hija de padre libanés y bailó la danza del vientre, aunque también es verdad que tiene ancestros catalanes y no hizo ninguna demostración que recordara esa ascendencia.

Conclusión: Shakira puede comerse el mundo porque igual cuela su intento de dignificar lo trivial quitándole sentido semántico incluso a términos como "paz" y "rock and roll". Más conclusiones: Shakira es un pelín vulgar, aunque esto no sea problema en un mundo de zafias obviedades en el que Christina Aguilera ha rozado el cenit. Otra conclusión: todo esto no bastó para llenar del todo el Palau Sant Jordi -aunque casi 18.000 personas acudieron la noche del pasado martes a la cita con la colombiana-, pero todo llegará. Por cierto, ¿cuándo volverá Madonna a España?

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