Crítica:ENSAYO

Jardines filosóficos de Kioto

A diferencia de otros libros sobre lo religioso, que, reclamándose de la filosofía, ignoran, sin embargo, que tanto Dios como su concepto comienzan justamente después de todas sus respectivas formas, y reniegan de ambos, por ello, sin enterarse de mucho, sólo con la mirada puesta en traducciones suyas a moralinas interesadas de mundo, este libro sí supone una experiencia nada superficial, sino todo lo contrario, inteligente, respetuosa, sabia, literariamente hermosa, del no-concepto primordial de Dios: el imposible concepto de nada. De sus inevitables ambigüedades teóricas y de sus oscuros per...

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A diferencia de otros libros sobre lo religioso, que, reclamándose de la filosofía, ignoran, sin embargo, que tanto Dios como su concepto comienzan justamente después de todas sus respectivas formas, y reniegan de ambos, por ello, sin enterarse de mucho, sólo con la mirada puesta en traducciones suyas a moralinas interesadas de mundo, este libro sí supone una experiencia nada superficial, sino todo lo contrario, inteligente, respetuosa, sabia, literariamente hermosa, del no-concepto primordial de Dios: el imposible concepto de nada. De sus inevitables ambigüedades teóricas y de sus oscuros pero resplandecientes reflejos en la mística y en la estética.

Sí, porque es éste un libro

ZEN, MÍSTICA

Amador Vega Trotta. Madrid, 2002 140 páginas. 10,50 euros

de ensayo filosófico, no de divulgación pedestre ni de superferolítico esoterismo oriental. Un libro serio, agradable de leer. Su calidad literaria va más allá de la literatura: dice algo, algo distinto en cada una de sus frases, y lo dice claramente, sin golas. Sus proposiciones son como aforismos, posee la hermosa sencillez de lo auténtico. Desde su primer capítulo, En los jardines de Kioto, nos coloca en una geometría desértica de honestidad y belleza en el pensar, cautivados por la imagen de una vida teórica mucho más profunda que la usual en Occidente: vida teórica, en la que la experiencia mística, la especulación metafísica y la práctica religiosa y artística forman parte del todo del conocimiento; imagen de serenidad, que evoca, por ejemplo, la actitud del maestro Nishitani, un buen discípulo de Heidegger, cuando escribe: "Sentado sobre unas rocas, miro en la nada y aplasto pulgas".

Amador Vega intenta describir en este libro el nihilismo absoluto -la comprensión de la nada como principio de todo, no como ausencia de algo, insinuada muchas veces pero olvidada en Occidente- a través de un itinerario hermosísimo: la meditación Zen (como experiencia positiva del absoluto de la nada), la mística cristiana (como vivencia extática del desierto interior) y el arte abstracto moderno (como imagen desnuda de un Dios ritualmente desfigurado y desmembrado). Ello le permite realizar una lectura conjunta de las tradiciones espirituales de Oriente y Occidente, dialogando con los filósofos budistas actuales de la Escuela de Kioto y su tradición, a la vez que con los antiguos Padres del desierto cristianos, con místicos como Ramon Llull o el Meister Eckhart, con poetas como Paul Celan, pintores como Mark Rothko, etcétera. Y con esa lectura y desde ella, mostrar una posibilidad de contacto -en la nada de Dios-, no de guerra -en la forma de Dios-, de esas dos tradiciones que seguramente han de hacer su camino futuro en común.

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