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Reportaje:

Atenas, el Ejército y los curas

'Vitoria y el siglo XIX' presenta una capital de provincias inquieta marcada por las fuerzas vivas

La Atenas del Norte y ciudad de curas y militares. Entre estos dos conceptos vivió durante todo el siglo XIX Vitoria, una población pequeña, que atendía sin problemas al concepto de capital de provincias, pero que al mismo tiempo era capaz de dar a luz a un personaje como Manuel de Iradier, que con sólo 14 años, en 1868, ya fundó La Exploradora, la sociedad con la que impulsaría sus viajes a África. La exposición Vitoria y el siglo XIX, que se inaugura hoy, muestra hasta el 24 de noviembre los matices de la capital alavesa en un siglo imprescindible para entender la evolución de la ciudad en el siglo posterior y en el ahora iniciado.

El recorrido comienza en el mismo vestíbulo del Centro Cultural Montehermoso, que ha preparado toda una planta para la exposición. Este inicio está dedicado a lo relacionado con su faceta de Atenas del Norte, especialmente su Academia de Bellas Artes, la única institución que recorre el siglo, fundada en el XVIII y hoy todavía en activo como Escuela de Artes y Oficios. Cuadernos de los profesores, molduras y esculturas en yeso para las clases de dibujo, junto a obras de algunos de sus alumnos más célebres: Amárica, Díaz de Olano, Becerro de Bengoa...

Estos son, con otros muchos conocidos y anónimos, los artífices del ambiente cultural inquieto de aquella ciudad que comenzó la centuria con menos de 10.000 habitantes y que sólo tenía 15.569 en 1857. La realidad de Vitoria durante esos años está unida a los acontecimientos que se viven en el resto del país. Así, la guerra de la Independencia marca el comienzo de ese siglo, con la famosa batalla que tuvo lugar a las afueras de la ciudad, en 1813, contra las tropas napoleónicas.

Tres decenios más tarde, se instalaría en la ciudad la Capitanía General y en 1862, la Diócesis del País Vasco. Estos dos acontecimientos marcaron la vida cotidiana, recreada en la segunda parte de la muestra. Se levantan cuarteles para los militares, se amplía el seminario y se instalan en la ciudad varias congregaciones religiosas. Estos nuevos vecinos acabarán por marcar el carácter de la capital alavesa durante la segunda mitad de siglo XIX.

Y lo hicieron tanto que, en 1893, cuando se traslada la Capitanía General a Burgos, las quejas de los vitorianos son sonadas. Los cronistas recuerdan la fecha del 8 de agosto por la gran protesta popular contra la marcha de los militares. Quién lo iba a decir hoy en día, cuando Vitoria ha tenido un fin de siglo XX marcado por las procesiones ateas y las manifestaciones antimilitaristas.

El final de la exposición atiende los últimos años de siglo, cuando Vitoria comienza a despertar a la modernidad. Llega el ferrocarril, el alumbrado público y las primeras iniciativas industriales (Heraclio Fournier tenía 70 empleados en 1878, diez años después de su fundación). Son otros tiempos, imposibles de entender sin el recorrido por los años precedentes, que en la exposición aparecen recreados en distintas ambientaciones y escenografías.

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