_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Inútiles artículos vascos

Critica el autor la 'parcialidad' de las preocupaciones expresadas en un artículo por nueve escritores vascos

No sé desde el filo de qué navaja escriben los nueve firmantes de Otro artículo inútil (EL PAÍS, 27-9-2002), pero me parece sugestiva su sospecha sobre la inutilidad de tanta palabrería mediática sobre los vascos. Por destructivas que resulten las acciones de ETA o por amenazante que parezca la deriva del PNV, el protagonismo del tema vasco en los medios de comunicación, más que inútil me parece nocivo, porque acentúa las incomprensiones, suplanta temas más importantes y, sobre todo, porque hace efectivo el egocentrismo nacionalista al conseguir que toda España polemice sobre nuestro ombligo.

Ahora bien, no puedo ocultar mi decepción al ver como comparten argumentos el lehendakari y los escritores concernidos por 'la instalación de un Estado absoluto de excepción en la política del País Vasco': la culpa siempre es de España y la sensibilidad hacia el silenciamiento legal de Batasuna no se atisba respecto al silenciamiento que están tramando para quienes no compartimos su esencialismo étnico. En mi opinión, es irrelevante si se utilizan argumentos más biologistas o más historicistas para alimentar la leyenda de un conflicto secular, lo relevante es que los nacionalistas viven anhelando un mañana que nunca llega ni llegará, porque se les acabaría el espléndido modus vivendi que tienen montado a cuenta del futuro. Por eso no merece la pena hacerles demasiado caso. Más que la prevaricación, el tema es la malversación de fondos.

No pretendo cuestionar la gestión del Gobierno vasco, al revés, soy consciente de que en muchas áreas es puntera y ejemplar. Me refiero, en general, al tiempo, dinero y esfuerzo que nuestros gestores dedican a los temas filosóficos y especulativos, cuando los ciudadanos les pagamos para que organicen mejor la sociedad, no para que defiendan sus intereses particulares. Que yo sepa, sólo a los profesores de Filosofía se nos paga para que demos vueltas al ser, la identidad y otras zarandajas. Si ellos se empeñan en hablar de entelequias, al menos no les sigamos la corriente. El tema de conversación social deben marcarlo las preocupaciones de los ciudadanos y, para bien o para mal, los temas políticos sólo ocupan el interés prioritario de un porcentaje ínfimo de la ciudadanía (creo que en torno al 18%, tengo leído por algún lado), por lo que nuestros políticos dilapidan el erario cuando dedican sus jornadas laborales a sus obsesiones metafísicas. Es como si todos tuviéramos que hablar de jardinería porque Fraga se empeña, o de paracaidismo porque así lo quiere Pujol.

Por eso he sentido vergüenza ajena cuando gente como Atxaga, Lertxundi o Zaldua -cuya palabra aprecio, utilidades al margen- señala la paja en el ojo del PP, sus innobles intereses electorales, sin reparar en la viga del supercoñazo que los vascos estamos dando al país. Que el peso de sus sensibilidad literaria recaiga sobre la ilegalización de Batasuna es coincidente con el desamparo que el Gobierno vasco promete a los no nacionalistas, algo bien duro y triste de aceptar para quienes, en mi opinión, sí que viven en el filo de la navaja: las víctimas del terrorismo, los que se van desempadronando, los que para seguir en Euskadi callan o disimulan, amén de todos los que vamos quedando excluidos de esa élite burocrática que llevan tejiendo los nacionalistas en el poder desde hace más de veinte años. Buena parte de los escritores firmantes, por cierto, pueden proclamarse tales porque al arrimo de la recuperación del euskera ven sus obras publicadas, subvencionadas, promocionadas en el sistema educativo, beneficiados en suma, por esa especie de clave de acceso para vivir fenomenal en que están convirtiendo al euskera. Sonroja entender las barbaridades que se dicen en las tertulias de Euskadi Irratia, los panegíricos a los terroristas muertos convertidos en estrellitas que iluminan el camino, y todo el mundo sabe qué difícil es encontrar trabajo y acomodo en esta tierra si las limitaciones lingüísticas no se intentan reparar mostrándose más radicalmente vasco que nadie, entre pintxo y pintxo. Clientelismo y corruptelas universales, nada nuevo para el PP ni el PSOE, pues son moneda común en las democracias y aún más en otros regímenes, pero que los del PNV tienen la desfachatez de disimular jugando a pobres cuando son ricos, jugando a víctimas cuando son cómplices, jugando a oposición cuando tienes responsabilidades de gobierno.

Y por lo visto, hasta los nueve escritores vascos firmantes del artículo aludido salpica la inmoralidad de no reparar en que mientras unos hablan de que el próximo año hablaremos de lo que haremos en los años siguientes para ser más nosotros mismos que el copón, hay otros que esperan angustiados una llamada, viven eternidades en un minuto de retraso o temen las horas de insomnio, porque hay quien quiere echarles de su tierra por el tremendo delito de no ser nacionalista. Ojalá me equivoque, pero el mero hecho de alimentar equívocos sobre el apoyo imprescindible que merece una población no sólo amenazada por ETA sino también por las crecientes coacciones lingüísticas, laborales y educativas del nacionalismo, me parece un desvergüenza. Aunque no sea inútil saberlo.

Vicente Carrión Arregui es profesor de Filosofía en Vitoria.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_