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Reportaje:

La patrulla antivicio de Salt

Los vecinos de un inmueble luchan contra un prostíbulo avergonzando a los clientes

La mayoría de los clientes que, seducidos por las sugerentes imágenes publicitarias de Sami, 'la diosa del sexo', pretenden acceder al prostíbulo Dalia Negra, en el primer piso de una escalera de 40 vecinos de la calle de los Països Catalans de Salt (Gironès), vuelven sobre sus pasos con el rabo entre las piernas. En el vestíbulo de la escalera se encuentran, entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada, con un jarro de agua fría: una peculiar patrulla antivicio de la comunidad de vecinos, provista de sillas de cámping y de una paciencia sin límite, que tiene como objetivo avergonzar a los posibles clientes.

La radical estrategia de los vecinos, decidida después de un sinfín de infructuosas quejas elevadas a todas las instancias posibles, está dando los resultados esperados. La discreción que demandan la mayoría de los clientes de estos locales topa con los comentarios de la patrulla de vecinos: '¿Adónde va usted?', '¿ya lo sabe su familia?', '¡ya nos encargaremos de avisar a alguien!'.

Incluso en algún caso se les ruega que se identifiquen para poder denunciarlos en caso de que rompan alguna cosa de la escalera. Y es que la principal queja de los vecinos se centra en el escaso civismo de los clientes de la casa de citas. 'Vomitan, escupen, orinan y se pinchan en la escalera', asegura uno de los vecinos. También lamentan el ejemplo que para los niños representa este tipo de negocio.

Para ahuyentar a los clientes, los vecinos les aseguran que hay una cámara oculta que graba su entrada al edificio. El reciente cambio de cerradura del inmueble, que ahora debe abrirse obligatoriamente con llave durante la noche, complementa su peculiar modo de presión. De momento no han tenido conflictos con los clientes ni con las prostitutas. Ni tan siquiera cuando Felisa Sánchez se las encuentra en el rellano y les espeta: '¡Marranas!, ¿por qué no os vais de aquí?'. Ellas se limitan a bajar la cabeza. No ocurre lo mismo con los supuestos macarras del prostíbulo, con quienes algunos de los vecinos han mantenido discusiones bastante subidas de tono.

El secretario de la comunidad de vecinos, a quien todos conocen por el señor Corral, asegura que en ningún caso se impide la entrada por la fuerza a los clientes, aunque los hay que son 'lo más chulo que te puedas encontrar en la vida'.

Manuel Búrdalo, vecino de rellano del prostíbulo, recuerda que cuando este mismo año se vendieron los dos pisos, les dijeron que montarían allí una residencia de ancianos. Desde que descubrieron la verdad a través de los anuncios en la prensa local, que incluían la dirección de su escalera acompañada de la inscripción: 'VISA, 24 horas', no han cejado en su empeño de cerrarlo. 'De la policía municipal me mandaron a los Mossos d'Esquadra, de ahí al Ayuntamiento y luego a la delegación de la Generalitat. Y al final me volvieron a mandar al Ayuntamiento', explica Búrdalo.

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Los vecinos se sienten impotentes ante la burocracia y lamentan el escaso interés del consistorio por ponerse al frente de su demanda. 'Dicen que el puticlub tiene los papeles en regla, pero ¿qué papeles necesita un prostíbulo? ¿Qué impuestos pagan al año?', se pregunta el secretario de la comunidad de vecinos, quien añade que no tiene nada contra 'el oficio más viejo del mundo', pero considera que 'no debe ejercerse en edificios de viviendas familiares'.

Desde el pasado lunes, cuando se organizó la última patrulla, no se observa movimiento alguno en el local, aunque los vecinos se mantienen en guardia dispuestos a una nueva movilización. Un joven de unos 17 años consiguió el martes colarse en el edificio haciéndose pasar por cartero. Acababa de pulsar el timbre del prostíbulo cuando una atenta vecina salió al rellano como una exhalación y le dijo: 'Ahí se te ha perdido a ti muy poco'. El frustrado cliente se marchó sin esperar respuesta.

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