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Blair pide a los sindicatos que no frenen la modernización del Reino Unido

'El euro no es sólo un asunto económico, sino nuestro destino', advierte el primer ministro

Tony Blair cogió ayer el toro por los cuernos y transformó su discurso ante el congreso laborista en un alegato a favor de la reforma de los servicios públicos. 'Lo que empezamos con la renovación del Partido Laborista sólo acaba con la renovación de Gran Bretaña', proclamó el primer ministro y líder del partido. 'No es hora de abandonar nuestro viaje a la modernización, sino de seguir adelante', concluyó. Y lanzó una puya directa a la yugular de los sindicatos: 'El sector público tiene que dejar de ser el monolítico proveedor de los servicios'.

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El que tenía que haber sido el más difícil de los encuentros de Blair con sus bases se transformó en un aplaudido canto a la interdependencia global, un llamamiento a los británicos para que no se dejen arrastrar por el pesimismo, para que apoyen un Reino Unido abierto al mundo y capaz de influir en su transformación. Pero, sobre todo, fue una apasionada reivindicación del Nuevo Laborismo, un canto orgulloso al centro-izquierda político, una defensa tenaz de las reformas pendientes y un ataque al mismo tiempo sibilino y frontal a los sindicatos. 'A veces creo que la política se reduce a una batalla entre el pesimismo y la esperanza', dijo Blair, en una intervención en la que citó hasta siete veces la palabra pesimismo. 'A Gran Bretaña le falta confianza. El pesimismo acerca de Gran Bretaña es ahora la estrategia oficial de los tories'.

Dibujó su visión del mundo actual, que había empezado a trazar en su vibrante discurso de hace años. Un mundo en el que 'la influencia da poder y seguridad' y en el que 'EE UU es la única superpotencia' mientras Europa, aunque económicamente poderosa, 'todavía no es políticamente coherente'. 'La moneda única es un hecho, pero ¿tendrá Europa el coraje suficiente para afrontar las reformas económicas?', se preguntó antes de lanzar una afirmación de gran calado político que en otro momento quizá hubiera levantado una gran polvareda: 'El euro no es sólo un asunto económico, sino nuestro destino'.

Defendió con coraje los cinco años de gestión del laborismo y lo hizo desde la ideología, no desde el balance estadístico. Defendió, sobre todo, su visión de un mundo anclado al centro desde la izquierda, muy lejos del radicalismo. 'La alternativa es la autodestrucción, enfermedad perenne de los gobiernos de centro-izquierda. No caigáis en la eterna ilusión de la extrema izquierda: que la insatisfacción con un Gobierno de centro-izquierda siempre se puede manipular en apoyo de un Gobierno de extrema izquierda'.

Fresco aún el recuerdo de la moción aprobada la víspera por el congreso -de la mano de los sindicatos- rechazando un instrumento financiero que fomenta la participación de la empresa privada en los proyectos de inversión pública, Blair llamó al laborismo a aceptar las reformas propuestas por el Gobierno. La reforma de la sanidad, de la enseñanza, de los transportes. Reformas que a menudo pasan precisamente por un mayor papel de la empresa privada en el suministro de servicios públicos.

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'De la misma manera que la industria ya no se basa en la producción masiva, el sector público tiene que dejar de ser el monolítico proveedor de los servicios', advirtió a los sindicatos, sin citarles. 'La gente quiere un servicio individualizado. Quieren un Gobierno debajo de ellos, no encima de ellos. Quieren un Gobierno que les dé poder, no que les controle'. 'El Estado de bienestar del siglo XX trató a los ciudadanos como iguales. El del siglo XXI les tiene que tratar también como individuos'.

'Si creéis en justicia social, en solidaridad, en igualdad de oportunidades y en responsabilidad, entonces creed en las reformas necesarias para conseguirlo', clamó. 'Ahora es el momento. Lo que empezamos con la renovación del Partido Laborista sólo acaba con la renovación de Gran Bretaña. No es hora de abandonar nuestro viaje a la modernización, sino de seguir adelante'.

Antes, Blair había pasado de puntillas por la crisis de Irak, quizá porque el asunto ha quedado agotado por unos días tras la lluvia constante de informaciones de las últimas semanas y los debates y votaciones del lunes en el congreso laborista. Pero no se olvidó de recordar que 'el camino pasa por Naciones Unidas' y tampoco dejó de recordar el papel que juega la amenaza del uso de la fuerza para torcer la voluntad de los tiranos.

Blair se dirige a los compromisarios laboristas durante el congreso de Blackpool.
Blair se dirige a los compromisarios laboristas durante el congreso de Blackpool.AP

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