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Sabando reivindica las ideas socialistas

El portavoz del PSOE interviene en su último debate, ya que Simancas será 'número uno' en las listas electorales

Otra cosa no. Pero nadie puede negar a Pedro Sabando, portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, dos cosas: su acendrado socialismo y su profunda convicción. Ambas, muy unidas. Así que este asturiano, reconocido traumatólogo y hombre afable, dejará constancia en el debate del estado de la región de su socialismo y de sus convicciones.

No hará, posiblemente, lo que se entiende por un discurso brillante. Sabando, cuando le atan los papeles, resulta frío, un punto plano. Gana luego en las réplicas, en las que -él que tiene fama de serio- recurre a un humor nada ofensivo, con un toque de finura, y se convierte en un parlamentario hábil y rápido en sus respuestas. El presidente de los socialistas madrileños, con la minuciosidad que seguramente le ha dado su profesión, planteará a Alberto Ruiz-Gallardón una batería de deficiencias implacable.

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Una sesión parlamentaria única y muy particular

Cuando algunos de sus compañeros de filas andan tan contentos en el liberalismo, Sabando hablará de los principios socialistas, del estado de bienestar, del ciudadano de Madrid, de sus esperanzas y de sus frustraciones. Y pedirá cuenta y razón del abandono de los ancianos de la región, de la educación pública, de la falta de viviendas y de las expectativas de los jóvenes. Y hurgará -serio y dolido- en las frustración de los madrileños, en su derecho a la felicidad, a la educación, a una sanidad pública y eficiente.

Él, que cree en el rigor de las promesas electorales, preguntará a un Ruiz-Gallardón, al que respeta y quiere, por los incumplimientos del programa popular, recordará promesas olvidadas y pedirá a don Alberto -nunca apea el tratamiento- que cumpla, que se preocupe de la Comunidad y de sus habitantes.

Y le hablará del paro, de los pobres, de la seguridad ciudadana. Y le pedirá que tenga menos en cuenta los intereses de las grandes corporaciones y más los del hombre de la calle.

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Porque Sabando -'qué le vamos a hacer, creo en el socialismo'- es un humanista convencido de que las políticas no pueden ser iguales. Que el PSOE nunca puede hacer la misma que el PP. Cree firmemente que tiene que haber algo que distinga si detrás del Boletín Oficial está la izquierda o la derecha.

Disciplinado y fiel a su partido, ha cedido su puesto para que Rafael Simancas sea candidato a la presidencia -el secretario general de los socialistas madrileños acude incluso a las ruedas de prensa de la Asamblea-. Es la segunda vez que acepta las decisiones de su partido en este sentido. En las anteriores asumió que fuera Cristina Almeida quien encabezara la lista electoral en la Comunidad de Madrid.

Será, previsiblemente, su última intervención en el debate del estado de la región. Pero no caerá en la tentación de mencionarlo. Alguien le preguntaba hace unos días si esa sensación de interinidad no le iba a condicionar el discurso. Sabando contestó que no. Para él es un debate de la importancia del de 2001.

Sus compañeros le han aconsejado que aproveche su discurso para reprochar a Ruiz-Gallardón su marcha y el riesgo de abandono de la institución. Se ha negado. No quiere convertir un debate que ha de ser examen de gestión y exigencia para el futuro en una pelea política de taberna.

Tal vez sea cierto que la política es una actividad noble. Pero son los hombres quienes le dan nobleza con sus actos.

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