LA CRÓNICA

Este señor está cabreado

Un camarero llamado Josep Puértolas recibe una factura. Es de una empresa de telefonía con la que no tiene contratado ningún servicio. Piensa que será una equivocación, así que llama al número de atención al cliente que figura a pie de página. Oye esa voz grabada que dice: 'Nuestros operadores están ocupados' y que 'en breves momentos le atenderán'. De fondo suena una música de clavicémbalo mientras la voz animosa le invita a darse de alta en la línea ADSL. Se le hace la hora de cenar y los operadores siguen sin ponerse. Come con el auricular en la oreja y tararea la música del clavicémbalo co...

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Un camarero llamado Josep Puértolas recibe una factura. Es de una empresa de telefonía con la que no tiene contratado ningún servicio. Piensa que será una equivocación, así que llama al número de atención al cliente que figura a pie de página. Oye esa voz grabada que dice: 'Nuestros operadores están ocupados' y que 'en breves momentos le atenderán'. De fondo suena una música de clavicémbalo mientras la voz animosa le invita a darse de alta en la línea ADSL. Se le hace la hora de cenar y los operadores siguen sin ponerse. Come con el auricular en la oreja y tararea la música del clavicémbalo con creciente malestar. Un poco antes de ir a la cama, se pone una señorita. 'Yo no he contratado ningún servicio con ustedes, porque soy de la Telefónica', le explica el señor Puértolas. 'Pues a nosotros nos consta como que sí', replica la mujer. Y añade: '¿Y si se dio de alta y ahora no se acuerda?'. El señor Puértolas, muy agitado por esta respuesta, repasa otra vez la factura y comprueba que el número de cuenta que figura en ella es el suyo. La rúbrica, en cambio, es falsa. Pasa muy mala noche. Se levanta antes de su hora y corre al banco para pedirles que no paguen nada. Durante la mañana hace su tercero, cuarto y quinto intentos de llamada. Oye la misma voz que le invita a contratar la línea ADSL con el clavicémbalo de fondo. Consigue que le atienda una operadora que después de escuchar su caso le pone con una compañera. Ésta le pregunta en qué puede ayudarle y, una vez que el señor Puértolas lo ha repetido, le pasa con un subdepartamento. Allí, una nueva amable operadora le invita a explicar qué le sucede. Pero ésta, además, tiene la solución. Si quiere darse de baja, deberá escribir una carta exponiéndolo. '¡Si yo no me he dado de alta no pienso escribir para darme de baja!', se queja, ya muy molesto, el señor Puértolas.

Un camarero sufre una epopeya personal con una empresa de telefonía que le reclama el pago de servicios que nunca contrató

Durante los siguientes meses no deja de recibir facturas, así que llamar a la empresa se convierte en parte de su rutina. Se ducha, desayuna y llama. Va al bar, sirve patatas bravas y llama. Se aficiona a comer bocadillos para poder cenar con el auricular pegado a la oreja. Tararea a todas horas la música del clavicémbalo. A veces, por delante de sus ojos pasan unas diapositivas donde se ve a él mismo, anciano y en el lecho de muerte, llamando a la empresa por última vez para no irse a la tumba dado de alta. Pero cada carta que recibe es más apremiante y en la última le amenazan con colocar su nombre en un fichero automático de morosos de España. Corre al banco otra vez para que se lo expliquen. Se lo explican. Si se inscribe su nombre en esa lista, no podrá comprarse lavadoras a plazos ni nadie le va a conceder un crédito. También le explican el sistema por el cual ha llegado a ser un hombre dado de alta por error: los comerciales de estas empresas van a comisión. Algunos, roban facturas de los buzones para copiar el número de cuenta y luego falsifican la firma.

De manera que el señor Puértolas, muy cabreado, decide ir a la empresa en persona. Lo hace el lunes, que es su día de fiesta. 'Ya que insisten ustedes en que soy cliente suyo, he venido a que me atiendan', declara. Le hacen esperar dos horas, pero a esas alturas dos horas no son nada para él. Diría que hasta echa de menos el clavicémbalo. Consigue que le enseñen el contrato (que nunca ha firmado) y consigue demostrar que esa firma no es la suya. Parece que le creen. Le prometen que no van a enviarle ninguna factura más y que el martes ya estará todo arreglado. El martes le cortan el teléfono. Desesperado. baja a la cabina y llama a Telefónica. La operadora le dice que le han dejado sin línea porque les consta que ha contratado los servicios de otra compañía. Al señor Puértolas no le queda más remedio que pedirle a la empresa donde estaba dado de alta legalmente que le extienda un nuevo contrato. Después de colgar, ya muy tenso, se dirige a la comisaría. Allí le confirman que la falsificación de firma es un delito penal. La sugieren que vaya a la oficina del defensor del consumidor, recado que pospone hata el próximo lunes (su día de fiesta que ahora dedica a darse de baja). En unos días le restablecen la línea. Le envían una carta en la que le dan las gracias por volver a confiar en Telefónica. Esto le exaspera particularmente ya que nunca ha dejado de hacerlo. Semanas después le llama un abogado de la empresa de telefonía en la que nunca se dio de alta: 'Le pido disculpas por todos los problemas que ha tenido', le dice. Pero el señor Puértolas ya es un hombre desconfiado y en este punto de su vida sólo piensa aceptar las disculpas por escrito. Además, quiere que le paguen el dinero que le costó el aparcamiento durante las dos horas que estuvo reclamando en la oficina. Y quiere que le reembolsen el billete de metro (ida y vuelta) que utilizó para ir a la oficina del consumidor. El abogado le confirma que recibirá sus disculpas por escrito. (Lo del billete de metro y el dinero del aparcamiento, en cambio, es competencia de otro departamento). Semanas después, al señor Puértolas le llega una carta de la empresa en la que está dado de alta por error. Se supone que son las disculpas. Empieza así: 'Distinguido señor, le recordamos que no nos ha pagado una factura y que si no lo hace nos veremos obligados a....'

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