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Entrevista:RAMIRO REIG | Profesor de Historia de las Instituciones Económicas y jesuita

'El mundo se transforma desde abajo'

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Qué atractivo tiene Blasco Ibáñez, que es el paradigma del anticlericalismo, para una jesuita como usted?

Respuesta. Empezó interesándome el aspecto político por su influencia sobre la sociedad. Fue un autor anticlerical, pero eso, siendo muy exagerado en él, era común en el republicanismo y en el obrerismo. Pero, ¿por qué un jesuita se puede preocupar no sólo del anticlericalismo sino también de la política? La buena tradición jesuítica es muy de compromiso con el mundo secular.

P. ¿Sólo la tradición?

R. A lo largo del siglo XIX, la Compañía cierra filas con el Papado, en una línea superintegrista. Blasco, a pesar de la ridícula truculencia con que pinta a los jesuitas en La araña negra, no andaba muy desencaminado. Pero eso cambió con el Concilio. Los jesuitas tuvimos la suerte añadida de que eligieran, por estas mismas fechas, a Pedro Arrupe como superior general. Puso a la Compañía en la vanguardia de la renovación y recuperó el talante original, personificado en Thaillard de Chardin, añadiéndole el toque social. El mundo se transforma desde abajo, en la lucha por la justicia.

P. ¿Blasco fue un dios, como relató Max Aub, o un Dantón de pacotilla, como decían los enemigos?

P. Es un fenómeno de veneración. Yo creo que Blasco fue un dios. La emoción del texto de Aub está presente en el testimonio de mucha gente. Cuando regresa del viaje triunfal por los Estados Unidos hay una semana de actos en Valencia en su honor y se produce una auténtica comunión entre él y la ciudad. ¿Un Dantón de pacotilla? Creo que no. Era un político sin ambición de Estado, pero fue de algún modo el creador del partido de masas frente a los partidos de notables de la Restauración.

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P. ¿Hay un solo Blasco o muchos?

R. Hay uno solo, aunque muy polifacético: 'novelista extraordinario, soldado de fortuna, cowboy, marino, comendador de la Legión de Honor, revolucionario y fundador de ciudades', por decirlo con las palabras de The Tribune. Fue polifacético, pero no contradictorio.

P. ¿Por qué el gremio literario lo odiaba tanto?

R. Es el triunfador. No es un escritor sutil, pero eso también le pasa a Pérez Galdós. Decía Josep Pla que a Blasco le pedían cuentas de todas las faltas de ortografía cuando otros hacían muchas más que él.

P. ¿Usted es un cura comunista?

R. Bueno, continúo afiliado a CC OO. Estuve en su fundación y me siento muy vinculado, aunque no sea un militante de fábrica. También sigo en el Partido Comunista, quizás porque tiene que haber una izquierda a la izquierda del PSOE y porque, como decía Hobswaum, sería una traición abandonar un barco donde ha habido tanta gente generosa que ha luchado por los demás. Me consideraría un eurocomunista, es decir un socialdemócrata tradicional, no de la tercera vía.

P. ¿Por qué siendo sacerdote y profesor optó por trabajar en fábricas?

R. Tomé la decisión de dejar la enseñanza tras pasar tres meses de prisión preventiva con motivo del juicio de Burgos en 1970. Durante cinco años trabajé en fábricas del sector de la madera y eso acercó a CC OO. Nuestro planteamiento [el de los jesuitas] era totalmente secular. Para mí el seguimiento de Jesús de Nazaret y del evangelio es básico, es el eje fundamental de mi vida, pero esto debe concretarse en el compromiso temporal. Si hay que hacer un mundo más justo, hay que hacerlo al lado de los hombres y mujeres que tratan de conseguirlo.

EN DOS TRAZOS

Ramiro Reig (Xàtiva, 1936) creció entre las tabletas de chocolate Chiquilín, que su padre fabricaba, y la memoria casi santa de Luis Lucia. Estudió en los jesuitas con la gente guapa y los domingos enseñaba catecismo a los niños pobres y les daba los bocadillos que otros se dejaban. En Insbruck (Austria), donde estudió Teología, descubrió que ese paisaje dominical se llamaba injusticia y tras ordenarse sacerdote se puso a cambiar el mundo desde el fondo con todos sus inconvenientes. Es autor de varios libros y acaba de publicar una sugestiva biografía de Blasco Ibáñez.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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