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Desde el Pacífico
Columna
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Las redes inalámbricas del vecindario

Una malla de conexiones inalámbricas se está generando en San Francisco. Nace un nuevo movimiento social.

En estos días lujoriosos de (casi) principios de verano, no hay nada más agradable que sentarse en la antigua base del Presidio, gozando del sol entre el Pacífico y la bahía con un ojo sobre el Golden Gate Bridge. Y nada impide, en este cuadro casi bucólico, llevar un portátil y acceder a la red mediante conexión inalámbrica.

El fenómeno se está extendiendo a una velocidad increíble en toda la región. Empresas, escuelas y universidades, comercios y grupos de vecinos permiten conectarse a quien tenga la tarjeta apropiada. Cincuenta de los cafés de la cadena Starbucks, instalados en San Francisco, tienen un punto de acceso inalámbrico. La red es tan densa en el centro de la ciudad que uno se puede pasear con una computadora y conectarse desde la calle.

Para instalar una red inalámbrica, hace falta que los vecinos se hablen y que establezcan vínculos de cooperación, algo no muy frecuente en Estados Unidos

Tales redes utilizan el protocolo 802.11b o Wi-Fi para conexiones inalámbricas a 11 megabits por segundo o 200 veces más rápido que una conexión de buena calidad por teléfono. Requiere la instalación de una base o punto de acceso a una línea fija alta velocidad (entre 200 y 400 dólares) y una tarjeta para cada computadora (entre 60 y 70 dólares).

Tim Pozar (ver número 192 de Ciberp@ís) se dedica a instalar sin cobrar redes inalámbricas de barrios o de vecinos. Inventó la expresión Neighborhood Area Network (o NAN), red de área vecinal, una adaptación de Local Area Network (LAN), red de área local, o de Wide Area Network (WAN), red de área extensa.

Para que funcionen las NAN, explica, hay que resolver dos problemas técnicos: 'El primero recuerda las cadenas de voluntarios para apagar un incendio que se pasan cubos entre la fuente de agua y el fuego. Si no queremos que se corte, cada nodo tiene que estar conectado con varios puntos al igual que en Internet'. Por otra parte, es esencial permitir el desplazamiento de un punto de acceso a otro sin sufrir interrupción, al igual que el teléfono móvil. 'Esto es lo que estamos buscando para tener una verdadera malla inalámbrica', afirma. Ambas tecnologías están en vías de desarrollo. Pozar espera cubrir la mayor parte de la región en cuestión de meses.

La tecnología podría ser la parte más fácil de resolver. Mucha gente aprovecha el punto de acceso del vecino. Y, sin embargo, 'alguien tiene que pagar por el ancho de banda', explica Pozar. Incapaces todavía de determinar si el movimiento es positivo o negativo para ellos, la mayoría de los proveedores de acceso se han mostrado tolerantes, pero en algún momento pueden reaccionar.

Mayor problema supone la seguridad: una conexión inalámbrica permite que cualquier ordenador situado dentro del radio cubierto lea los datos de la red a la cual se está conectando. Paseando por las calles del centro de San Francisco uno puede acceder a redes internas de distintas instituciones y empresas. 'Alentamos a la gente a que encripte sus datos', dice Pozar.

Por el momento el fenómeno rebasa los obstáculos. Y tiene enormes ventajas. El coste de instalación de una red a nivel nacional sería de mil millones de dólares. Hoy en día se está constituyendo desde abajo con participación voluntaria; pero lo más importantes podría ser la constitución de nuevas relaciones sociales gracias a la tecnología. Para instalar una NAN, hace falta que los vecinos se hablen y establezcan vínculos de cooperación, algo no muy frecuente en EE UU.

Tim Pozar recibe pasteles de sus vecinos agradecidos por lo que hace, pero puntualiza que no lo hace por los pasteles que recibe.

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