_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sabiocracia

Sabe más que un ministro, se maravillaban las abuelas de aquel pequeño reino aún mucho antes de entrar en la era de la sabiocracia. Para qué Aristóteles o Platón, si el responsable de Agricultura borda los análisis de suelos, aguas y foliares, investiga la clorosis férrica, diseña e instala el riego localizado.

Qué inútiles lucubraciones las de Hobbes y Gracia, Locke y Hume frente a este gobernante de Obras Públicas que brilla en la galaxia de la ingeniería geotécnica, cálculo de cimientos, estructuras de tierra y mecánica de suelo y rocas, mientras su colega de Transportes logra la conexión diferencial para sumar los pares motores de las locomotoras.

Sobran Voltaire y Montesquieu, Tocqueville y von Stein teniendo un encargado de las viviendas enfrascado en la ecosustentabilidad de los edificios en torre, los deslizamientos de alta calidad y los perfiles galvanizados, o un ministro de Comunicaciones capaz de chequear las cintas bloqueadas por un error de código de tiempo, afectadas por un drop y protusión debida al desenhebrado del VTR...

Marx y Nietzsche se asombrarían ante un secretario de Modernización reiniciando cada vez que, por saturación de usuarios, el intranet bloquea el servidor, con descarga del driver y fallo de los ficheros de impresión.

Pareto y Mosca harían la ola al ministro de la Ciencia, que con sus propias manitas ejecuta cálculos estequiométricos, los estados de agregación de la materia, los polímeros. Maquiavelo y Bodino se descubrirían ante un secretario de Justicia decorando las salas de vistas o un jefe de la Sanidad diseñando los nuevos uniformes de las enfermeras.

Para qué perder el tiempo con esas mariconadas de la política procurando el bienestar los agricultores, que las carreteras o los trenes no maten, que los investigadores no se mueran de hambre, que la gente tenga techo y la mayor cuota de salud posible, que se haga justicia también a los fiscales abyectos, que la escuela enseñe. Miserable plebeyez sería distraer a un gobierno de sabios que tan ocupado anda, sin ir más lejos mismamente hoy, en la ineludible tarea de purgar cuales son las formas genuinas de la flexión verbal.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_