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La escasa inversión en infraestructuras frena de forma 'alarmante' la productividad catalana

Cataluña ha sufrido un 'alarmante' freno de su productividad, que es la riqueza con relación al empleo, desde que España entró en la Unión Europea. El frenazo en el crecimiento de la productividad se debe, fundamentalmente, a la 'insuficiente' inversión pública en infraestructuras realizada en esta comunidad, una insuficiencia que repercute en la competitividad de sus empresas. Este retroceso 'condiciona el crecimiento futuro' de Cataluña. Ésta es la conclusión del estudio Economía y crecimiento: productividad y crecimiento, de Jordi Gual y de Sandra Jódar, de la escuela de negocios IESE.

Ante esta constatación, los investigadores del IESE lanzan como idea 'interesante' destinar a infraestructuras el déficit fiscal de Cataluña respecto al resto de España. Según Gual, este exceso de transferencias equivale al 2% del producto interior bruto (PIB) catalán, cerca de 2.283,85 millones de euros (380.000 millones de pesetas). La otra única alternativa sería que la Administración central invirtiera más en las carreteras, autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos e infraestructuras urbanas catalanas.

De acuerdo con los datos del informe, entre 1986 y 1998 el ritmo al que creció la productividad en la comunidad catalana fue del 1,08%, casi un cuarto de punto por debajo de la tasa registrada en el mismo periodo en la Comunidad de Madrid (1,32%) y más de medio punto por debajo de la tasa correspondiente al resto de España (1,62%). 'Veinticuatro décimas es mucho. En pocos años más, se traduce en unos niveles de ventaja muy fuertes, y si se acumula el retraso, al final se acaba estrangulando ', subraya el profesor Gual.

El estudio, que rastrea el comportamiento de la productividad del trabajo en Cataluña, la Comunidad de Madrid y, en un tercer bloque, el resto de España, abarca un periodo de 22 años: desde el inicio de la transición política, en 1976, hasta 1998, último año del que hoy es posible contar con datos comparables de las distintas comunidades autónomas.

La premisa de la que parte este esfuerzo por resituar la rivalidad entre Barcelona y Madrid en la fría concreción de los datos y de las tendencias a largo plazo, 'frente a las grandes declaraciones en caliente', es simple: en 1976, Madrid estaba mejor situada. Esta idea central recorre las conclusiones del informe. Sus autores ponen énfasis en destacar que los distintos indicadores que analizan son más o menos importantes en función de este punto de partida.

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Por ejemplo: si se abarca el conjunto de los 22 años del estudio, el ritmo de crecimiento de la productividad ha sido superior en Cataluña respecto de Madrid (el 2,16% frente al 1,93%), pero Gual considera 'lógico' este comportamiento, porque la comunidad madrileña, en 1976, partía de un nivel más elevado: el 2,89%, frente al 2,50% de Cataluña.

Así, esta última se ha ajustado al esquema de convergencia natural, que señala que corren más los que van más retrasados en comparación con lo que corren los que ya estaban mejor situados. 'A la gente le importa siempre la riqueza relativa. No reflexiona sobre lo rica que es, sino sobre lo rico que es el vecino', dice Gual.

El cambio de tendencia se produce a partir de 1986, coincidiendo con el ingreso de España en la Unión Europea. Para los autores del estudio, la clave de este menor crecimiento de la productividad no radica en un problema de falta de maquinaria y equipos, sino que hay que buscarlo en el otro factor que puede empujar o frenarla: la evolución de la población empleada que, como mínimo, ha terminado los estudios de nivel medio, en el gasto en investigación y desarrollo (I+D) en todos los sectores de la economía y, finalmente, en la inversión en infraestructuras.

Es en las infraestructuras donde, según Gual, 'Cataluña falla y patina de verdad', aunque el profesor no ha entrado a analizar el reparto de responsabilidades entre la Administración central y la autonómica para que así ocurra.

El gasto público en infraestructuras creció en Cataluña a ritmo muy inferior al de Madrid (1,35% menos) entre el inicio de la transición y el ingreso en la UE. A partir de 1987, el crecimiento de estas inversiones se disparó en toda España. Hasta 1995 (último año en que es posible tener datos homologables), la diferencia de ritmos entre Cataluña y Madrid se mantiene a favor de esta comunidad, aunque se reduce a tres centésimas. Gual se pregunta: '¿Qué hubiera ocurrido sin el impulso a las infraestructuras que supusieron los Juegos Olímpicos de Barcelona'.

Entre 1976 y 1995, la ventaja de Madrid era de tres cuartos de punto (3,91%, frente a 3,15%). La distancia con el resto de España era de 1,31 puntos porcentuales.

Aunque el crecimiento de la población ocupada con estudios y el de la inversión en I+D ha sido muy superior en Cataluña (véase el cuadro adjunto), Gual relativiza la tendencia porque el punto de partida de Madrid era superior. La localización del problema en las infraestructuras se explica por esta razón: 'Puesto que la dotación de infraestructuras de Madrid era ya muy superior, el patrón natural sería que Madrid creciera a un ritmo menor que el catalán, con una dotación menor', subraya.

La conclusión no es que Cataluña vaya mal y Madrid bien, insiste Gual, sino que 'Madrid avanza más deprisa'. Los últimos datos de la Comisión Europea así lo reflejan: en la clasificación de regiones por renta per cápita, en 1986 Cataluña figuraba en el lugar 144º y Madrid en el 128º. En 1999, el progreso de Cataluña fue evidente: del puesto 144º ascendió al 69º. Sin embargo, esta mejora palidece en comparación con la de Madrid: del lugar 128º saltó al 41º.

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