_
_
_
_
_
UN MUNDO FELIZ
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Noticias indecentes

En Portugal, una cadena privada de televisión cuyo propietario es el ex primer ministro Francisco Pinto Balsemão (fundador del Partido Popular Democrático), ha doblado su audiencia en un solo día con Naked news, un informativo de cinco minutos en el que la presentadora del telediario va desnudándose a medida que expone las noticias más importantes del día. Lo he leído al corresponsal de EL PAÍS y me lo creo. La presentadora de esas Noticias al desnudo es una estudiante de periodismo de 27 años que se hizo famosa en un anterior programa de televisión del tipo de Gran Hermano. El formato de Naked news se creó en Estados Unidos para Internet -alcanzó seis millones de visitantes en un mes- y ha sido experimentado, siempre con éxito, en Rusia y en Europa del Este.

¿Estamos ante una nueva tendencia del periodismo más competitivo? Probablemente. Es lógico: el todo por la audiencia prosigue su implacable camino hasta la orgía final. Incluso los que no hemos visto el programa podemos imaginarlo. ¿Sharon en acción? ¡Zas!, me abro la blusa. ¿Matanza en una escuela cualquiera de Europa? Ale hop!, fuera la falda. ¿Hambre en Argentina? Voilà!, un pecho fuera: el otro pecho surgirá espontáneamente cuando se explique que el Primero de Mayo fue un fracaso porque, como dice un amigo mío, los asalariados se empiezan a convencer ya de que acabarán pagando por trabajar. '¿No avanzó Thatcher, en los lejanos años ochenta, que los pobres lo son porque quieren?', comentará, en un erudito alarde para deleite de la audiencia, la casi desnuda presentadora. Por fin, cuando Bush dice, una vez más, que no quiere ninguna guerra y que sólo busca la paz del mundo, la periodista -hermoso colofón- se quita las bragas y grita: '¡Esto ha sido la noticia al desnudo! ¡Noticias sin tapujos!'.

Cuentan las crónicas que la chica en cuestión, Paula Coelho, ya es la más famosa de los famosos en Portugal y todas las revistas se la disputan, si bien algún familiar -carca, por supuesto- ha amenazado con desheredarla y un puñado de sádicos, que no admiten la libertad de expresión, se la tienen jurada. Con lo cual, si algo le pasara a Paula, periodistas de todo el mundo deberían expresar su protesta por el ataque a esta heroína de la libertad. (Me extrañaría menos todo esto que el hecho de que, a estas alturas, casi nadie parece haber votado en Francia por Le Pen.)

El caso merece cierta reflexión. De entrada, no sería inverosímil que pronto los españoles mereciéramos el mismo grado de riesgo profesional en los periodistas, mujeres y hombres. A fin de cuentas, en la televisión ya no saben qué más hacer para llamar la atención de la gente sobre los graves problemas del mundo. De ahí que escandalizar a una audiencia apática y temerosa, encerrada en su pisito bajo siete llaves, sea un trabajo de relevante importancia social: casi una obra de caridad cuyos frutos, indudablemente, recogerá tarde o temprano el Le Pen de turno. O alguien que, como dice Hans Magnus Enzensberger -en Perspectivas de guerra civil, Anagrama, un librito ¡de 1994! que está de rigurosa actualidad-, 'aparecerá como salvador (de tanta indecencia y caos mental) cuando en realidad se trata del auténtico culpable'.

Todo el mundo sabe -es socialmente aceptado- que el escándalo significa un éxito mediático seguro. Es algo que hemos importado de Estados Unidos con el new-new way of life del que hoy disfrutamos y que ha hecho de ese aparato maravilloso que no merecemos, la televisión, un miembro más de la familia. Así que pronto, cuando más locutores de telediarios se desnuden para competir en igualdad de condiciones, no nos extrañará nada que alguien -ese salvador- decida poner orden en Sodoma y Gomorra y, con la excusa de moralizar, nos supriman incluso las noticias. Porque, en realidad, lo verdaderamente indecente hoy son las noticias. ¡Viviríamos tan felices sin ellas!

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_