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Editores, libreros y escritores reclaman en São Paulo más ayudas a la industria del libro

El ministro de Educación brasileño resalta la creciente alfabetización y el poder de la lectura

Juan Arias

Editores y libreros nacionales y extranjeros tienen centrado el interés de la Feria del Libro de São Paulo en la gran potencialidad que este país tiene de generar nuevos millones de lectores. Lo demostró el jueves el debate apasionado que tuvo lugar entre el ministro brasileño de Educación, Paulo Renato de Souza, y un público compuesto por editores, profesores, libreros y escritores. El ministro insistió en los crecientes índices de alfabetización, y los profesionales pidieron más ayudas a la industria del libro, más librerías y reclamaron la ayuda de los medios de comunicación.

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En el debate, organizado por la editorial Moderna, del Grupo Santillana, y por la Cámara Brasileña del Libro, participaron también el presidente de dicha Cámara, Raúl Wasermann; el asesor de la Unesco en Brasil, Célio da Cunha; la escritora Ruth Rocha, y el director de Moderna, Ricardo Arisa.

Los observadores extranjeros, entre los que figuraban el embajador de España, José Cordeh, y Emiliano Martínez, presidente de los editores españoles, no salían de su asombro ante las cifras presentadas de la última encuesta de 2001 sobre los índices de lectura en Brasil. Por lo pronto, existen en el país 27 millones de potenciales lectores. Los compradores de libros en el último año fueron 17 millones; 12 millones estaban leyendo un libro en el momento de la encuesta y 26 millones dieron el título de un libro leído. Resultó que 12 millones ni han leído ni leen absolutamente nada, y menos un libro. Otros resultados señalan que un 29% lee literatura o ensayo; un 20%, libros religiosos, más un 18% que lee habitualmente la Biblia. Los lectores más ricos y más jóvenes leen más literatura y menos religión.

El ministro De Souza fue tajante: 'El crecimiento del número de lectores en Brasil es inexorable y rápido porque en los últimos siete años ha aumentado, en un 18%, la presencia escolar. Hoy, un 40% de jóvenes lectores lee más porque ha aumentado la escolaridad'. En 1992, uno de cada cuatro niños no iba a la escuela, es decir, un 25% se quedaba sin saber ni leer ni escribir. Hoy, sólo un 3% sigue siendo analfabeto. A eso hay que añadir, dijo el ministro, que ha crecido el índice de asistencia a la escuela, hasta el punto de que la enseñanza media desde 1992 a hoy ha crecido un 62%. El ministro de Educación subrayó que cuando llegó al ministerio hace siete años el 30% de los mayores de 50 años era analfabeto.

Repartir los libros

Le respondió el presidente de la Cámara Nacional del Libro, Raúl Wasermann, con preguntas muy concretas. Vino a decir que estaba muy bien lo que había dicho el ministro, pero cuando los jóvenes salen de la escuela, se preguntó: ¿cómo van a leer si no existen librerías, si los libros son más caros que en Europa, si las familias no tienen poder adquisitivo para comprarlos, si el Gobierno no ayuda a la industria del libro? Comentó con ironía que lleva muchos años oyendo que en Brasil es necesaria una mayor distribución de la riqueza, y comentó: 'Ya no creo en eso, pero sí podemos hacer una mayor distribución de los libros, y es que sólo los países que leen consiguen elevar su nivel económico y limar sus injusticias'.

El representante de la Unesco, Célio da Cunha, destacó que para pasar de una sociedad de la información, con 500 millones de paginas sólo en Internet, a una sociedad del conocimiento no existe otro camino que la lectura. La escritora Ruth Rocha puso el dedo en la llaga al señalar la responsabilidad que la televisión tiene como una influencia negativa sobre la lectura. 'Nunca veo', dijo, 'en los programas más vistos por el gran público, como por ejemplo en las telenovelas, a nadie leyendo un libro'. En el debate, rico y apasionado, los libreros también insistieron en que 'sin la ayuda de los medios de comunicación, los libros no se venden'. Los profesores y editores insitieron en que 'un país sin librerías es un país sin cultura'.

Literatura obligatoria

Un editor quiso poner una nota de esperanza: 'Cuando yo era joven', dijo, 'todos conocíamos el nombre de los ministros del Ejercito, de Hacienda, de Industria, del Interior. Hoy nadie los conoce, pero todos saben quién es el de Educacion'. Y es verdad, pues en la Bienal escuelas enteras corren detrás del ministro para fotografiarse con él. Paulo Renato de Souza anunció la compra por parte de su ministerio de 30 millones de libros de literatura infantil y juvenil para el proyecto Una biblioteca en mi casa. Precisamente, durante el debate fue lanzada la idea de que en las universidades se introduzcan los libros de literatura como textos obligatorios. El ministro respondió que él ya ha introducido la prueba de redacción en el examen de ingreso en la Universidad como el más importante de todos.

Por otro lado, en el gran recinto de la Bienal, que cuenta con las tecnologías más avanzadas y donde predominan los pabellones creados por importantes diseñadores, reina esta vez el exotismo asiático. Han llegado autores como la iraní Gina Nahai, el paquistaní Tarik Ali, el afgano Atiq Rahimi y las chinas Mian-Mian y Wei Hui -que se presentan como antagonistas aunque ambas son autoras de una literatura, allí prohibida, sobre temas urbanos, como el rock, las drogas y el sexo duro-.

Tarik Ali, con su obra Mujer de piedra, publicada por Record, se propone deshacer los mitos sobre los musulmanes y la civilización islámica. El tema religioso está también muy presente con obras como la de Karen Armstrong, una ex monja inglesa, que presenta en Companhia das Letras una imponente biografía de Mahoma en la que intenta demostrar que el fundador del islamismo fue toda su vida un gran pacifista.

Auge de las editoriales universitarias

Esta XVII Bienal Internacional del Libro de São Paulo confirma la tendencia que se inició en 1998 de dar una presencia de gran relieve a las editoriales universitarias, que han salido del gueto y han aparecido en público con gran fuerza. Las universidades se dieron cuenta de que son depositarias de un saber de primera mano y que hay temas, como los científicos, históricos o filosóficos, que son los que más interesan actualmente, incluido el gran público. Así que han decidido capitalizar este interés presentando ese material en un lenguaje asequible a los no especialistas y con ediciones modernas y atractivas. De hecho, en esta Bienal, el pabellón más amplio, con 1.176 metros cuadrados, es el de las editoriales universitarias. De ellas, 13 tienen un lugar propio y otras 38 comparten sitio con la Asociación Brasileña de Editoriales Universitarias. Estos sellos han creado, además, un espacio de debate en el que se abordan temas de actualidad, que van desde los ritos africanos al conflicto entre Israel y Palestina. Las editoriales universitarias se han gastado 480.000 euros en una aventura de la que esperan obtener pronto resultados positivos, incluso en términos económicos.

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