Crítica:

Nada nuevo de Yuppilandia

Thomas Schwarz es un joven profesional de la banca, guapo, sin escrúpulos y eficaz como un robot en su trabajo. Demostrar a diario lo bueno que es -desahuciando familias, liquidando empresas endeudadas- es lo único que le importa, junto con el poder y el dinero, que le aseguran un lugar privilegiado en la sociedad de trabajo y consumo. Su concepción del mundo y de las personas se reduce a estar 'dentro' o 'fuera', por lo que está constantemente pendiente de permanecer en el lado adecuado. 'No hace falta ser un sádico para alegrarse de ver cómo se quiebra otro. El principio básico de nuestra ex...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Thomas Schwarz es un joven profesional de la banca, guapo, sin escrúpulos y eficaz como un robot en su trabajo. Demostrar a diario lo bueno que es -desahuciando familias, liquidando empresas endeudadas- es lo único que le importa, junto con el poder y el dinero, que le aseguran un lugar privilegiado en la sociedad de trabajo y consumo. Su concepción del mundo y de las personas se reduce a estar 'dentro' o 'fuera', por lo que está constantemente pendiente de permanecer en el lado adecuado. 'No hace falta ser un sádico para alegrarse de ver cómo se quiebra otro. El principio básico de nuestra existencia es la exclusión del otro. Cada cual es un potencial adversario que podría quitarle a uno algo, así que uno se alegra cuando lo pillan. Es normal'.

TODO VALE

Georg M. Oswald Traducción de Carlos Fortea Alfaguara. Madrid, 2001 226 páginas. 13,82 euros

Pero de un día para otro, el atildado héroe se ve 'fuera', rótulo con que arranca la segunda parte de la novela de Georg M. Oswald (Múnich, 1963). Después de un operativo pero insípido informe de las cuestionables excelencias de Yuppilandia en la primera parte, sigue, paralelamente a su descenso social, el derrumbe moral del personaje, mientras la narración se desliza sin remedio de lo previsible a lo inverosímil. El antes tan circunspecto protagonista no sólo se lía en negocios criminales con el hampa muniquense, sino que sufre una transformación de imagen rocambolesca: de vestir la sobria elegancia de los trajes Armani a llevar vulgares collares de oro y maletines negros llenos de billetes falsos. La general falta de imaginación, la inflación de tópicos que caracteriza este libro, se ven subrayados por un lenguaje funcional plagado de convencionalismos y frases trilladísimas, todo esto en una traducción muy literal de involuntaria comicidad. Ni el protagonista, ni los personajes secundarios -la esposa, el hampón, la putilla- llegan a tener perfil y, lo que es peor, sus desventuras y pequeñas victorias no despiertan el más mínimo interés. Que Georg M. Oswald no se implica con sus figuras, ya se podía comprobar en Party Boy (1998), su anterior novela sobre la caza mediática del presunto asesino de Gianni Versace. También en Todo vale, su cuarto libro, presenta un ejercicio narrativo de manual, siempre correcto, bien construido, pero exangüe y superficial. Y, quien haya leído la chispeante y mordaz Hoguera de las vanidades de Tom Wolfe, sobre los gozos y las sombras de la vida de los ejecutivos, desde luego se aburrirá con esta ahuecada y desapegada exploración de un archiconocido tipo social.

Archivado En