Crítica:Fernando Savater

Un lector apasionado y generoso

Como él mismo con frecuencia refiere, Fernando Savater es, desde niño, un lector impenitente e inveterado, un lector hedonista y formidable. Coincide con Borges en verse primero como lector y luego como escritor. 'Yo me considero más un lector que un escritor. Lo que pasa es que por leer no pagan y por escribir sí; entonces, he tenido que dedicarme a escribir; pero lo que me gusta es leer. Si pagaran por leer sería mucho más rico y además me hubiera divertido mucho más en mi vida. Borges decía que él se enorgullecía más de las páginas que había leído que de las que había escrito; y si eso lo d...

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Como él mismo con frecuencia refiere, Fernando Savater es, desde niño, un lector impenitente e inveterado, un lector hedonista y formidable. Coincide con Borges en verse primero como lector y luego como escritor. 'Yo me considero más un lector que un escritor. Lo que pasa es que por leer no pagan y por escribir sí; entonces, he tenido que dedicarme a escribir; pero lo que me gusta es leer. Si pagaran por leer sería mucho más rico y además me hubiera divertido mucho más en mi vida. Borges decía que él se enorgullecía más de las páginas que había leído que de las que había escrito; y si eso lo dice Borges, con muchísima más razón lo tengo que decir yo', afirma en Ética y ciudadanía. De sus entusiasmos como lector, apasionado, fantasioso y 'hedónico' (por reutilizar el adjetivo borgiano), han surgido con estupenda astucia libresca algunas de sus mejores páginas, como son las de La infancia recuperada (1976), un libro que acaba de cumplir sus 25 años. Yo lo leí en su primera edición y, al releerlo ahora, en la décima, constato que mantiene todo el fresco, juvenil y quimérico atractivo de aquel entonces.

La infancia recuperada

Fernando Savater. Taurus. Madrid, 2002. 241 páginas. 13,88 euros.

En Loor al leer (1998) insiste Savater en explicarnos cómo de su condición de lector feliz deriva, en gran medida, su tenaz afán de narrador: 'Pero mi caso es más grave, porque no me contento con escribir sobre lo que he leído. También me he empeñado muchas veces en elogiar el acto mismo de leer y en referir sus más íntimos gozos. No es una tarea de apostolado, sino una vocación de complicidad'. Hay, en efecto, una intensa vocación de complicidad en los ensayos de La infancia recuperada que sus lectores perciben enseguida. Que origina, al punto, una contagiosa simpatía (en el sentido etimológico) en sus lectores. Compartimos los entusiasmos del autor por esos libros y esas mágicas peripecias evocadas con tanto fervor como inteligencia. Más allá de las modas y sin el más mínimo asomo de pedantería, Fernando Savater invitaba a viajar con él por esos ámbitos fantásticos, que en gran medida nos eran familiares. Aquí están evocados relatos de Conan Doyle, Agatha Christie, John Dickson Carr, Zane Grey, Karl May, Richmal Crompton, Jack London, H. P. Lovecraft, J. L. Borges, Daniel Defoe, E. A. Poe, E. Salgari, R. L. Stevenson, Julio Verne, R. R. Tolkien y H. G. Wells. Con esas evocaciones nos invitaba a recuperar la infancia embarcados en la nave pirata de nuestras lecturas y memorias, enlazando en amena ristra relatos policiacos, aventuras fabulosas, ficciones terroríficas, viajes muy exóticos, cuentos mágicos y gestas épicas de trasfondo mítico.

La crítica literaria se aleja, en estas ágiles páginas, de cualquier formalismo y adopta una alegre pasión por la narración pura y justifica el placer ingenuo y tonificante de leer historias de acción y misterio. De alegre modo se insinúa en todos estos ensayos en simpatía una cierta ética del coraje y la inteligencia audaz que, en esta literatura, triunfan siempre sobre un mundo oscuro, torpe, maligno y amenazador. De esas ficciones de tonos aventureros y heroicos se destila una cierta moral a la que Fernando Savater se ha referido a menudo. 'El niño o el adolescente que se entregan al embrujo de la narración están desafiando en su ánimo lo inexorable y abriéndose a las promesas de lo posible. De ese insustituible aprendizaje del amor y la generosidad por vía fantástica depende en buena medida el posterior temple de su espíritu, la opción que determinará sus vidas hacia la servidumbre resignada o hacia la enérgica libertad' (Loor al leer, páginas, 197-198). Esta idea sobre el valor ético de estas lecturas enlaza bien, creo, con lo que escribe Martha Nussbaum, desde otra perspectiva, sobre el papel educativo que la 'imaginación narrativa' debería tener en el 'cultivo de la humanidad'.

En otros ensayos y libros -recuerdo Criaturas del aire, de 1979, que J. M. Guelbenzu y yo presentamos en su día- muchas veces ha vuelto a evocar Savater esos clásicos personajes literarios con no menor entusiasmo. (Y con una ejemplar fidelidad, rasgo éste, el de fiel lector, que comparte a su modo con Borges). Es justo destacar en La infancia recuperada el cálido y perspicaz análisis de El Señor de los Anillos. Fue Savater uno de los primeros tolkenianos hispánicos, fascinados con El Hobbit y luego con la extensa saga del viaje del valeroso Frodo hacia el tenebroso reino de Saurón. Ahora que, renovado por el cine, vuelve a cundir cierto fervor por Tolkien, rememoro con qué avidez lectora, hace ya tanto tiempo, Savater y algunos más, como nuestro amigo L. A. de Cuenca, descubrimos su épico encanto. Y en ese mundo fantástico y maniqueo se espejean bien las luces de la ética anidada en la narración fantástica. (Yo insistiría más en ese talante épico que la caracteriza frente a los rasgos mágicos más 'de hadas', que dominan, en contraste, en La historia interminable, de M. Ende).

Borges está ya en las páginas de La infancia recuperada. Pero ahora Fernando Savader le ha dedicado otras siguiendo la falsilla libre y personal de la serie Vidas Literarias. El subtítulo de La ironía metafísica alude a esa mezcla de tramas fantásticas y reflexiones filosóficas que Borges practicó con singular maestría. Lector fiel y admirador tenaz, Savater ofrece una amable semblanza, sin datos nuevos, pero con su buen estilo habitual, y selecciona con gusto muy personal su antología de textos para placer del lector.

Ética y ciudadanía recoge una serie de conferencias y coloquios sostenidos en Caracas en octubre de 1988. Sobre ética y política, sobre democracia y libertad, los valores del humanismo y el anhelo de una moral de la alegría, diserta Fernando Savater con su habitual claridad expresiva, con sus estupendas anécdotas y citas punzantes, y con su cálido buen humor y sus chispazos irónicos. En los diálogos demuestra su habilidad y su ingenio al responder siempre con esa claridad que es cortesía filosófica a preguntas que son a menudo muy amplias y que suelen repetirse. Como el sagaz e irónico 'Borges oral', Savater es un espadachín de primera en el coloquio. Y se tira siempre a fondo. En fin, todo un ejemplo de buen estilo de decir y de pensar en un libro de charlas y entrevistas quizá poco novedoso, pero de muy agradable lectura, con su ingenioso humanismo, ilustrado y crítico.

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